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La princesa Leonor lee la Constitución del Régimen del 78 en un acto con dos caras

Hagamos una crónica del acto de lectura en conmemoración del 40 aniversario de la Constitución del 78 en grabación íntegra ofrecida por el Instituto Cervantes, entidad organizadora, supongo que por ser una jornada de lectura, como bien podría haber organizado la lectura de El Buscón de Quevedo, más acorde con bastantes de los asistentes al acto. Me valgo de la grabación porque no fui invitado al evento, como así ocurrirá con todos los lectores.

Acto previo: Hay un escueto besamanos a la Familia Real. Parece ser que siguen el protocolo de aparición que marca el Real Decreto 2099/1983, de 4 de agosto, por el que se aprueba el Ordenamiento General de Precedencias en el Estado. Solo lo hacen veintidós dignidades. No se lo pierde Albert Rivera, cuyo cargo figura en el puesto 38 de los 41 nombrados en el RD citado.

Primer acto: Entran en el salón cuatro miembros de la Familia Real acompañados por las primeras cinco autoridades del Estado. La sala, repleta de la flor y nata de la política y la Administración, se pone en pie y distingue con sus aplausos a los entrantes; supongo que solo se dirigen a la Familia Real, porque a más de uno no le faltarían ganas de tratar al presidente del Gobierno como hicieron los patriotas el día del desfile de los asalariados militares. De los presentes, ¿solo veintidós eran dignos de participar en el besamanos? Puede que temieran no coger un buen sitio.

Primera sorpresa, no asisten los otros dos miembros de la Familia Real; pudiera ser porque ya están muy mayores, pero el acto merecía, más bien exigía, su presencia, no en vano sería una especie de acatamiento, por parte de su nieta, de la Constitución que otorgó el abuelo a sus súbditos. Y, en todo caso, su primera alocución en público, el epílogo a los acontecimientos vividos por la niña este año, a saber, imposición del Toisón de Oro, centenario de Covadonga y a la derecha del padre en el desfile de los asalariados militares. ¿Lo sabremos alguna vez? Quizá nos lo aclare alguna revista de papel couché, tan cercanas a la familia borbónica.

Enfoca la cámara a una princesa cuyos movimientos inquietos delatan su evidente nerviosismo, que contrastan con la tranquilidad de su hermana la infanta, que ya se sabe que a esa tierna edad las hermanas se evaden de los problemas de la otra, como si la cosa no fuera con ellas. Es una muestra de que, a pesar de estar entrenada desde su nacimiento, su comportamiento no dista mucho del de una niña de su edad ante semejante acontecimiento, un detalle que gusta mucho al pueblo llano.

Presenta el acto el director del Instituto. Su saludo protocolario distingue a los asistentes por sus categorías administrativas: Majestades, altezas, señor presidente del Gobierno, autoridades, señoras y señores. Las dos niñas reciben, en cuestión de minutos, su segunda distinción por encima de los adultos presentes, todos hombres y mujeres de alto rango en España.

El primer lector de la Constitución del Régimen del 78 es el rey, que lo es constitucionalmente por haber nacido hijo de rey anterior a la Constitución por designación directa de un dictador que hubo en España que nos libró del comunismo y la masonería. Chirrían en boca de quien aceptó la jefatura del Estado sin previa elección palabras como justicia, libertad, orden económico y social justo, Estado de derecho, pueblos de España, digna calidad de vida, relaciones pacíficas…entre todos los pueblos de la Tierra. Aplausos de la concurrencia.

Llega el ansiado turno de la princesa de Asturias. Como su padre no está para labores mundanas, ni la niña tiene fuerzas, una súbdita arrastra una escalera para que llegue bien a los micrófonos del atril. No sé si la princesa habrá leído ya a Rousseau o a Kant, que alguno ha habido que ya los interpretara a su tierna edad, así que todavía no se le puede criticar por el uso de palabras que tal vez no integren su vocabulario de relacionarse con sus semejantes.

Ella leyó muy bien lo que le pusieron delante, sus horas le habrá echado para que todo saliera a la perfección. Su buen padre no la abandonó en el frío estrado, allí permaneció arropándola con su cercana presencia. Y su sonrisa de satisfacción tras el intercambio de mirada con su madre, que aprueba con una sonrisa de oreja a oreja la impecable lectura de su hija (me sublima la pronunciación de la ge en “propugna” y las des al final de palabra, a pesar de su crianza meseteña), denota el grado de complicidad que existe entre ellas. No podemos estar más contentos los españoles con nuestra familia real. Fuertes aplausos de la concurrencia.

¿Le habrá preguntado la niña a sus tutores si no hay contradicción entre el punto 2 y 3 del artículo que leyó? ¿Habrá advertido en este año tan pleno de acontecimientos en que ella ha sido la protagonista que en el punto 1 hay al menos una palabra, igualdad, en la que ella y su familia están por encima del resto de los españoles? Si anduvo avispada y se lo preguntó a los dos padres de la Constitución presentes en el acto le habrán respondido que lo vuestro con lo de la igualdad fue una excepción deliberada de las Cortes Constituyentes, refrendada por el pueblo el 6 de diciembre de 1978. Le habrían quitado un gran peso de encima para toda la vida.

El acto sigue, cumpliendo con el orden establecido en el RD más arriba citado. Intervienen las cinco autoridades que aparecieron en el salón de actos con la Familia Real. A cada artículo leído le siguen aplausos. Todo muy solemne, nadie se mueve del asiento, todos guardan la compostura, no se ve un mal gesto. El orden protocolario se rompe por la deferencia de los organizadores con los padres de la Constitución que no han fallecido. Con él traspié del señor Roca al bajar el escalón del atril acaba el primer acto. El director del Instituto anuncia que habrá un receso de diez minutos.

No permanecerán ni la Familia Real ni las altas magistraturas del Estado en el recinto tras el receso. La concurrencia se pone en pie, pero por si alguien no conoce el protocolo, una voz en off dice que permanezcan en la sala hasta que la fila de honor haya abandonado el salón de actos. La fila de honor. Mejor no repasar el historial político de cada componente de esa fila, solo las dos niñas, por su inocencia inherente, y la reina, por su apartamiento político, podrían merecer que así se nombrara la fila en la que el protocolo las sentó. Entre flashes y sonrisas desaparecen de la escena los principales actores.

Segundo acto: Segunda sorpresa. Me deja atónito. En un plano general creo reconocer a Unai Sordo. El primer interviniente, como manda el protocolo, es el ministro de Asuntos Exteriores, catalán de nacimiento. Tercera sorpresa, muy agradable, se expresa en su lengua materna. Él no es nacionalista, a diferencia del señor Roca, que usó el castellano. No pierdo ocasión de fijarme en los concurrentes en los planos más generales, y horror, efectivamente, está el secretario general de CCOO.

Empiezan a verse asientos vacíos y señores sin corbata. El protocolo empieza a fallar pues tras el jefe de la oposición debería haber intervenido, quiero creer que por imposición institucional, la alcaldesa de Madrid, pero no es así, se le cuelan varios lectores. El acto se convierte en algo frío y anodino. Ya no hay aplausos de la concurrencia en cada término de lectura, ni los flashes ciegan a los lectores tras su intervención.

Los intervinientes tardan en turnarse. El silencio de los oyentes deja de ser sepulcral, se oyen murmullos y voces sueltas. Se va haciendo aburrido atender a la pantalla. Paso las imágenes con rapidez. Hasta que llega el artículo 43. Un escalofrío político recorre mi cuerpo de la cabeza a los pies. Será que no entiendo nada. Este acto estaba preparado para lucimiento de la Familia Real y ningún protocolo obligaba al secretario general de una organización obrera a participar en un acto de enaltecimiento de la monarquía. Su presencia activa en la lectura de la Constitución del Régimen del 78 contradice el mensaje de las organizaciones obreras de que esta constitución es papel mojado prácticamente desde su promulgación en cuanto a los artículos que favorecerían un estado de bienestar.

Apesadumbrado, seguí viendo el acto pasando rápido las imágenes, con lo que constaté que, aparte el uso de las lenguas oficiales hispanas, hubo algunos lectores que leyeron más de un solo artículo. ¿Será que no hubo bastantes aspirantes del pueblo llano que quisieran participar en semejante truco propagandístico de la Casa Real?