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Las ratas abandonan el barco (III): ¿caerá Lenín Moreno?

La presión social contra Lenín Moreno empieza a dejar de ser “moderada” para poder ser considerada como “fuerte“, un hecho que a muchas personas que están en la calle desde hace tres días les ha hecho pensar que la caída del presidente está cerca. Una percepción que estaría más cerca de la pasión rebelde -aún Ecuador no ha entrado en una etapa de revolución- que se desborda en las calles.

Cabe hacer un análisis asentado en las herramientas que Marx legó a los pueblos del mundo para evitar, entre otras cosas, caer en un triunfalismo que termine frustrando la posibilidad de tumbar al gobierno en manos de la oligarquía. Se hace necesaria responder a la pregunta ¿qué hace falta para tumbar, no a un gobierno cualquiera, sino al gobierno de Lenín Moreno?

La respuesta podría ser “no mucho” porque el ejecutivo del fascista, tal como lo calificó el expresidente Rafael Correa en una entrevista exclusiva para ElEstado.Net, es débil institucionalmente y muy débil socialmente. ¿Esto qué significa? Que la superviviencia de Lenín Moreno responde al sostén institucional de las fuerzas políticas oligárquicas, las cuales lo abandonarán en cuanto vean que ya no les sirve para usar el poder en función de sus intereses, lo que responde a la cuestión social: si el pueblo en las calles ejerce la suficiente presión como para romper esa débil alianza, Lenín Moreno caerá.

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Pero. Y este es un pero de los que no gustaban a Ned Stark, existen condiciones que afectan directamente a la situación. Lenín Moreno se aferra al cargo no solo por orgullo y por un gusto por el poder que rompe la democracia, sino porque lo blinda frente a la corrupción de la trama INA Investment. El recambio para Lenín Moreno no está listo, Lasso no es capaz de articular sobre sí mismo una alternativa que represente al campo conservador, y Nebot, al regresar a Guayaquil para defender a Moreno, queda incapacitado para ocupar el espacio que le pertenece a la Revolución Ciudadana. El cambio de la sede de Gobierno desde Quito hasta Guayaquil da tiempo a Lenín Moreno y reduce la épica de rodear Carondelet, lo que impacta negativamente en el relato de las fuerzas progresistas que están manteniendo el pulso en la calle.

Son tres cuestiones que dificultan la victoria popular pero no la hacen imposible. Hacen la batalla más larga, lo que conviene a Lenín Moreno que solo tiene que esperar a que las aguas se calmen, y va en contra del pueblo, que debe sostener y profundizar una movilización fuertemente reprimida, durante un tiempo indeterminado.

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Que los ciudadanos de Ecuador sepan cómo organizarse para que la movilización no pierda fuerza será fundamental para interpelar a los sectores sociales de la oligarquía, y al ejército, a que se muevan para quitar su apoyo a Lenín Moreno, lo que abriría la puerta a la renuncia y el adelantamiento electoral.

Sin embargo existe una posibilidad que podría cambiar la cara del ejecutivo para que todo lo demás se mantenga igual. La oligarquía podría pactar, por arriba y en secreto, un sustituto para Lenín Moreno que no sea el vicepresidente ni ningún ministro, buscando un perfil independiente con una hoja de servicios en blanco que pueda convencer a muchos manifestantes de que con su llegada todo cambiará, lo que desmovilizaría las protestas y mantendría el neoliberalismo como sistema económico de Ecuador.