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Luis Buñuel: su cine en la II República

Cada año, a medida que se aproxima el 14 de Abril, día de la II República, a uno le da por investigar más y más en la cultura de la época. Un análisis concienzudo y artístico de la cultura es vital para comprender la sociedad y su comportamiento más íntimo y complejo. En cierto modo, investigar el cine hecho en dicha época permite cerrar la brecha que nos separa de aquellos tiempos y observar que, para nuestro pesar, hay cosas que nunca cambian.

Para poder entender el séptimo arte realizado en la Segunda República, es necesario repasar la figura más importante: Luis Buñuel. Es considerado por muchos como el mejor director español de la historia. Y, aunque es una opinión muy personal, no se puede negar que impactó e influyó el arte de una manera gigantesca, además de moldear el pensamiento más progresista de la época.

Coincidió en la Residencia de Estudiantes con numerosos artistas y filósofos que se impregnaron de su genialidad. Se dice que Federico García Lorca estaba muy enamorado de Buñuel, y por desgracia para el poeta, eran (solo) grandes amigos. Además, a Buñuel no le gustaba demasiado la obra de Lorca. También hizo unas estrechas amistades con  Salvador Dalí, Severo Ochoa y muchos ilustres que pasaron por la Residencia como Miguel de Unamuno u Ortega y Gasset.

Luis Buñuel era un tipo totalmente contradictorio e impredecible. De él se dijo que era un tipo inaguantable, amable o serio y bromista. Y todo a la vez. Podría ser definido como un hombre irreverente. De hecho, en su filmografía siempre buscó la sorpresa y la crudeza y brutalidad de las imágenes, ya que él venía del cine mudo y se implementó el doblaje cuando empezó a rodar. Repetía algo que a los más puristas puede llegar a enfadarles: decía que su cine no era vocacional, sino lucrativo. Y en la opinión del que esto escribe, esto no le hace menos gigante. Al contrario, crear un imaginario tan rico sin interés de trascender, es de admirar.

Fotograma perteneciente a “El Perro Andaluz”

Fue un gran referente de la corriente surrealista. Lo fue tanto, que a día de hoy, aún no ha conseguido quitarse esa etiqueta. Su cine es, sobre todo en sus inicios, directamente destructivo. No pretende aleccionar nada, porque nada tiene sentido en el surrealismo. No se trata de buscar una explicación, sino de sorprender y causar una reacción determinada en el espectador. Y un gran ejemplo de esto es su ópera prima, “El Perro Andaluz” (1929). En ella reside la mítica escena en la que un ojo es cortado. Esta película la realizó junto a Dalí, a quien admiraba pero no soportaba, sobre todo por su distinta forma de ver el arte y la creación.

Su segunda película, “La Edad de Oro” (1930), ya es, prácticamente, hecha enteramente por Buñuel y en poca proporción por Dalí. Ese mismo año, decide ir a EEUU, a Hollywood, a aprender cine. Curiosamente, fue expulsado por anticlerical. Vuelve a España en 1931, coincidiendo con la proclamación de la II República, y, así, en 1933, pergeña un documental imprescindible: “Las Hurdes, Tierra Sin Pan”. Su producción fue atípica, ya que Ramón Acín, amigo de Buñuel, le prometió que si le tocaba la lotería, le financiaba la película. Mágicamente, así sucedió.

La película es un homenaje a los habitantes de una región azotada por el hambre, la enfermedad y la miseria. Las Hurdes es una comarca cacereña situada a apenas cien kilómetros de Salamanca, aunque la película se rodó en Las Batuecas. Para mostrar la pobreza y miseria, Buñuel usa planos generales o amplios que relacionan lo que se muestra con el contexto. “Las Hurdes” consiguió escandalizar a todo el mundo en España e inclusive en Francia, y de hecho, no se permitió su visionado en cines hasta la muerte de Franco (obra de la censura habitual de la época).

Buñuel nos muestra el dolor y la miseria en su máximo esplendor en “Las Hurdes”.

La gran polémica llegó debido a su posicionamiento republicano e izquierdista y ateo. Muchos le achacaban que esta película no era un documental, sino que manipuló muchas escenas para mostrar unos horrores que no eran tales. Esas críticas estaban totalmente en lo cierto. El pueblo de Las Batuecas se convirtió en un set de rodaje poco convencional, pero funcional. No todo era ficticio, pues no se manipuló el escenario, pero Buñuel sí dirigió las acciones de los habitantes que aparecen en el documental. Sin embargo, el director consiguió su propósito: concienciar a los habitantes de grandes ciudades de la miseria de zonas pobres de España.

Finalmente, durante el período restante de República, no rueda más películas (hasta los años 50), pero funda la productora Filmófono , junto con Ricardo Urgoiti. Así, siguió involucrado son el cine republicano, como productor, sobre todo las cintas de Carlos Arniches, y salieron a la luz películas como “La hija del Engaño” o “¿Quién me quiere a mí?”. Buñuel intervino en cuestiones creativas de estas películas, pero sólo con la intención de hacer dinero, ya que se le iba agotando progresivamente. Y, por último, participa también en el documental “ESPAÑA 1936”, de Jean Paul Le Chanois, donde muestra su compromiso y lealtad a la causa republicana.

Buñuel fue un referente del republicanismo y el progresismo, con consecuencias como distanciarse de su amigo Salvador Dalí, afín al régimen franquista. En definitiva, un magnífico director al que acercarse de vez en cuando y aprender.