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Las manos manchadas de Abascal: carta abierta a Íñigo Errejón

Querido Íñigo:

Te escribo con el mismo afecto con el que Pedro Sánchez agasaja a Albert Rivera. Con la convicción de que tu conciencia se envuelva en estos párrafos para protegerse del ambiente de frialdad que has creado en la izquierda. Te escribo, eso sí, con menos cariño que Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós.

Aquí no va a haber un “miquiño  mío”, ni concesiones realistas al romanticismo. Aquí no va a haber adulaciones, ni reproches cultivados en los invernaderos de los despachos. Pero, sobre todo, aquí no va a haber lenguaje político, pues quien hoy te habla tan solo es una humilde periodista cultural. Una persona de la calle, cuya pasión se halla en buscar retazos de personalidad en las masas y en el apego humanista que nos brindan las manifestaciones artísticas.

Te escribo, también, esperando a que estas palabras en almíbar te alimenten algún día y que, si no lo hacen, al menos caduquen con dignidad, dejando en entredicho el valor de esta misiva. Solo deseo que mis ideas se echen a perder lo suficientemente tarde como para que deba rectificar. Porque si algo me une a ti es mi obstinada resistencia a admitir que he estado equivocada. Aunque, por suerte, mi madurez esté cambiando dicha característica muy notablemente.

Los años pasan, Íñigo, y, como cada día me acerco más hacia la edad que tú tienes actualmente, debo realizarte una pregunta: ¿Sigues pensando que tienes la razón? ¿Que ha merecido la pena someter a los vástagos del progresismo a “La decisión de Sophie”? Tal vez sea crudo comparar la creación de un nuevo partido a la tortura psicológica con la que un soldado nazi doblegó a Meryl Streep en tan simbólica película. Tal vez, aunque así lo sienta.

Supongo, deduzco, que ya conocerás esta mítica cinta, porque sé que a ambos nos une también la pasión por el cine de calidad. Pero por si acaso te lo explico: una mujer polaca llamada Sophie hubo de escoger en un campo de concentración cuál de sus dos hijos debía sobrevivir y cuál iba a ser exterminado casi ante sus ojos. Tras muchas lágrimas y dolor, ella eligió. Como muchos electores bienintencionados y repletos de dudas deben escoger este domingo.

He de reconocer que nunca has sido mi favorito. No obstante, para ser justa también debo admitir que nunca he sido devota de ninguna personalidad que no sea Janis Joplin. Es cierto que la música no es comparable con la política, pero debo confesarte que entre mis allegados tu manera de expresarte y tu elocuencia levantaban tantas pasiones como los mejores Rolling Stones. Recuerdo que un día viniste a Vigo, al principio parecías una espiga cultivada en el balcón. Sin embargo, minutos después te transformaste en un referente tan enérgico como comedido. Tenías la fórmula química y dialéctica perfecta para llamar a la tranquilidad y a la esperanza tanto como al sufragio masivo y a la unión por la revolución.

Bendito día, que no creí en ti. Tal vez por razones que se escapaban a mi lógica. Tal vez porque no parecías tener ningún defecto. Eras muy industrial, un disparo azul e intenso. Tu mirada estaba tan ensayada que aparentaba atendernos a cada uno de nosotros individualmente. No te aplaudía en aquel momento, como tampoco lo llegué a hacer con Iglesias ni Carmena hasta muchos años y mítines después. Porque de un Pablo Iglesias cada vez más blanco y desdibujado solo quería hechos, los cuales brotaron con brutal sinceridad y altas dosis de cal viva aquel día en el que tú negabas con la cabeza todo lo que tu jefe narraba con firmeza.

El mejor y el peor día del Congreso para mí fue aquel en el que tú ya parecías trazar otra bancada mentalmente, cuando reprobabas con tus gestos las duras palabras con las que el socialismo de este país estaba siendo definido por el líder de tu (anterior) partido.

Pero, te lo creas o no, ese discurso vehemente no debería resultar un ataque para aquel que sabe interpretarlo correctamente. Hacer alusión a la cal viva es llamar la atención sobre un grave error cometido por quien sigue moviendo los hilos del partido de Pedro Sánchez. Era, además, una forma de avisar a este último de que debía rescatar los principios socialistas ahogados en una conciencia inundada por el IBEX-35.

Hace ya décadas que la rosa del PSOE, tan marchita en los dedos de la corrupción y el poder, ha sido desprovista de todas las espinas marxistas que protegían la esencia del Pablo Iglesias decimonónico, que es la esencia del pueblo trabajador al que ellos dicen representar.

Sí, es evidente que los partidos evolucionan con el tiempo, y que habitualmente conducen hacia la derecha, ya sea en Taxi o en Cabify. Pero, ahora, analicemos tu caso: ¿Había tenido tiempo Unidas Podemos acaso de evolucionar? ¿Qué te alejaba tanto de los mismos que creyeron en tu talento? ¿No acudiste a Vistalegre 2 con la esperanza de ganar? ¿Y si lo hubieses logrado?

Los puños cerrados no deben crear listas a dedo. Te lo dice alguien que no se define como comunista. De haberte quedado, podrías haber tenido más oportunidades, más congresos, más fortaleza y más experiencia. Podrías haber gobernado un Madrid progresista, innovador, integrador y haberlo curado del asma que lo castiga, del fascismo que lo impregna y del neoliberalismo que lo prende.

Pero preferiste abrir la mano, esconder tu derrota y señalar. Preferiste correr. Tu transfuguismo fue tan precoz que no te satisfizo ni a ti mismo. Muchos te hemos culpado infinitas veces. Pero hoy no quiero hacerlo. Porque no quiero creer en algo tan mundano como el egoísmo, porque no quiero dar por sentadas las declaraciones de Clara Serra sobre tu supuesto despotismo y sexismo.

Porque quiero pensar que tan solo eres una consecuencia de los tiempos, de la cultura del consumo rápido, de la impaciencia de este siglo, del amor líquido que nunca sacia nuestra sed. Tal vez eres la clásica persona estancada en la fase de enamoramiento de cualquier proyecto político, o tal vez tienes razones reales para introducir tu partido en las comunidades donde tu presencia solamente le otorga escaños a la ultraderecha.

Compañero, todos sabemos que el capitalismo lleva la batuta de todos los estados. La Unión Europea es una orquesta cada vez más afinada y amoldable. Por eso no hay ningún partido con representación que planteé algo diferente a una salomónica socialdemocracia.

No obstante, si el mencionado rey Salomón viviese hoy, en toda su sabiduría, no hubiese tenido que blandir su espada. Él sabría que algunos partidos políticos son más propensos que otros a robar bebés, porque lo llevan en su genética continuista del franquismo. Porque ellos nos mentirán hasta el final y hablarán de una inventada dictadura de lo políticamente correcto para volver a arcaicas formas discriminatorias.

Si vas a permitir que a nuestro hermoso, diverso y fascinante país vuelvan las ideas reaccionarias, al menos ten en cuenta que Unidas Podemos no permitió que sucediese eso mismo cuando Carmena fue tu candidata en la ciudad de Madrid. Tus antiguos compañeros no te sometieron a ninguna jugarreta, al menos no en aquel momento. Ahora dime, si tus listas no fueron votadas y te basaste en fichajes estrella, ¿qué es lo que se encuentra tan torcido en el partido morado como para que hables de falta de transparencia? ¿No podrías haber ayudado a limpiar el cristal en lugar de haberte comprado otro apartamento?

La evolución natural podría haber impuesto tus perspectivas si tan notables y acertadas eran. De hecho, opino que si no lo consideras así es porque sabes que tu poder está en tu imagen y no en tu potencial para liderar y proponer. Dilma Rousseff pudo pasar de ser un cerebro escondido a convertirse en la presidenta de un país como Brasil.

Sin embargo, se necesita paciencia, se necesita estrategia y se necesita humildad. Humildad y tolerancia a la frustración. La libertad negativa de Rousseau debe hablar contigo más a menudo. Aunque muchos preferíamos que tus conversaciones se dirigiesen hacia la izquierda que has dividido, más que hacia filósofos muertos o hacia la supuesta izquierda histórica que te ha ninguneado.

Algunos miembros del PSOE pueden tener las manos manchadas de cal viva. Tal vez no todos. Pero tú, a día de hoy, tienes las manos manchadas de Abascal. De un Abascal muy vivo. La mayoría de la izquierda se ha visto demolida por tu decisión. Por favor, deja de vivir de desilusiones y de desalientos para empezar a hablarnos de realidad y de unidad.

Desconozco si Más País ofrece planes viables e innovadores o si se trata de una simple copia de inseguridad de Podemos. Al igual que Manuela, no me he leído tu programa electoral. Esto se debe a que, aunque mis ideas fuesen similares a las tuyas, no te votaría por pura conciencia y por mi admiración hacia el valor de la lealtad.

Íñigo, hace unos años muchas personas recuperaron la ilusión de tener un partido zurdo consolidado y poderoso. Sabes que una gran parte de la brecha se ha orquestado desde los mismos actores sociales ocultos que ahora te brindan apoyo.

Quiero pensar que te acuerdas del calor que la gente es capaz de irradiar y del núcleo de tu ilusión. Quiero pensar que sabes que no eres feliz, que las cosas no marchan como tú querías. Le has tenido que pedir a tu abuela que haga tu trabajo a última hora, porque no has previsto, porque no has sabido organizar tu agenda. Te lo dice la misma persona que se compraba libros de Manuela Carmena y que se los leía con gran gusto.

Ella me ha decepcionado más que tú, tal vez porque nunca te has sabido ganar mi confianza como político, aunque tal vez sí te la hubieras podido ganar como amigo. Y más teniendo en cuenta que muchas personas a las que adoro, o incluso admiro profundamente, portan ideas muy diferentes a las mías.

Me llega con que sean bondadosas, honestas y auténticas. Como ya te he comentado al principio de esta epístola, soy una persona de cultura y sociedad. En esta vida solo quiero que me valoren por eso, por el trabajo bien hecho y mi amor hacia el periodismo narrativo. Lo de hoy es una simple excepción.

La teoría política y las discusiones sin fin no aportan nada al día a día de las personas que sufren las consecuencias de las malas prácticas democráticas. Por eso no me sacrifico por ninguna figura pública, por eso tengo seguidores de derechas que valoran mi obra más allá de mis ideas. Por eso convivo con familiares, amigos y maestros conservadores que me quieren y que me han enseñado a ser una buena confidente, comunicadora y una mejor persona en general.

Ahora sí, hay gente que ha venido para dañar, para discriminar, para humillar, para negar la falta de derechos y provocar más fisuras con nuestros hermanos catalanes. Hay gente que quiere teñir nuestro país de cetrino y ocre. No se lo permitas. Intenta dejar de lado las diferencias. Abandona, si puedes, ese despotismo feminista que te has construido, que dice que todo será para la mujer pero sin la mujer.

Pero, especialmente, aprende a escuchar, a perdonar y a ser perdonado. Si hubiese residido en Madrid y te hubieses quedado con tu equipo original, yo te habría votado. A pesar de todos vuestros errores, sin ninguna duda. Algunos no llevamos en rencor por bandera. Porque si lo hacemos y atendemos a cualquier pequeña diferencia, los que tienen una auténtica inquina tomarán el control, tal y como tú estás permitiendo que suceda.

Me despido esperando, y aún dudando que llegues a leer estas líneas, que recapacites sobre lo que a muchos nos angustia. Con la misma, te imploro con demasiado atrevimiento que seas capaz de responderme algún día con el mismo respeto y reposo que he vertido en esta carta. Agradéceselo a la pluma que es capaz de diluir todos los exabruptos que te he dedicado en la intimidad, algunos de ellos en catalán.

Si llegas a escribirme de vuelta cuando termine el periodo de reflexión, solo quiero honestidad. No me gustaría recibir una respuesta de asesor mercenario, ni un refrito de ideas y manifiestos manidos. Espero que selles la carta con el lacre de tu alma y que tus palabras sean algo más que una dialéctica perfectamente esculpida en las escuelas de oratoria.

Quiero que te expreses, que te desahogues y que intentes decirme con sinceridad si crees haber tomado la decisión correcta para que la derecha dura no se haga con nuestra amada España. Si no crees que tu candidatura solo ha abierto una mina de esmeraldas que la Fundación Franco, la cúpula eclesiástica y los grandes empresarios explotarán con gran ilusión.

Sé que te he dicho que tienes las manos manchadas de secar los sudores fríos del fascismo. Pero no quiero que te lo tomes como algo personal. Tan solo quiero que te cuides algo más los dos dedos que antes alzabas en lugar de ponerlos ante tu frente. Porque tú, y solamente tú, puedes evitar tener en un futuro cercano:

Las manos congeladas, por la falta de cariño hacia los que un día te auparon.

Las manos rotas, de pedir créditos bancarios y de permitir que las entidades sean las cariátides de tu templo.

Unas uñas que han roto con su carne.

Confío en que un día seas capaz de revertir tanto dolor. Porque en tus manos está también el ser capaz de recomponer aquello que el desapego, la impaciencia y la falta de entendimiento han quebrado en mil partidos.

Un cordial saludo (ojalá que algún día se transforme en un abrazo).

Marta Corbal Caballé, responsable de cultura de ElEstado.Net.