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Memoria de la Prisión de Mujeres de Les Corts

Las prisiones, campos de concentración, comisarías y otros lugares de represión, se han mantenido en la memoria de aquellos que pasaron por sus puertas como ejemplos de la memoria del terror que desató, tras el final de la guerra civil española, y que se alargó durante décadas, en la difícil posguerra y en la posterior dictadura franquista.

Muchos de esos espacios han ido desapareciendo con el tiempo, aunque su memoria se ha mantenido, gracias especialmente a los esfuerzos realizados por la sociedad civil para que esos lugares no caigan en el olvido.

Ejemplos de esa situación han sido la cárcel de Carabanchel, en Madrid, que fue completamente desmantelada y que, poco a poco, hubiese quedado en el olvido sino hubiese sido gracias a la labor realizada por grupos de personas que han querido mantener vivo el recuerdo de lo que allí sucedió.

Algo mejor ha sido el destino de la prisión Modelo de Barcelona que, gracias al impulso de diversas organizaciones, ha conseguido poner en marcha un proceso de recuperación de la memoria y del espacio que cuenta con la colaboración también de las administraciones.

También ha sido este el caso de la Prisión de Mujeres de Les Corts, en Barcelona, donde ha sido la sociedad civil la que ha trabajado para la recuperación de la memoria de ese centro de represión, desaparecido a mediados de los años 1950, pero que ha mantenido vivo su recuerdo, a través de los testimonios de las presas que pasaron por esa institución, en un proceso que se inició en 2010.

En la recuperación de la memoria de la Prisión de Mujeres de Les Corts, desaparecida durante décadas, destaca el liderazgo de la sociedad civil, implicada en la recuperación y transmisión de la historia de estas mujeres: desde el ámbito académico, impulsando la investigación; desde asociaciones que impulsaron el mantenimiento y transmisión de la memoria; a través de la implicación de los familiares; fomentando la importancia del espacio público en la reivindicación de un monumento, etc.

El contexto histórico

El origen de la prisión se remonta al siglo XVIII, cuando se construyó el caserón conocido como Can Duran. En el año 1890, el edificio pasó a ser propiedad de las monjas dominicas de la orden de la Presentación y, desde ese momento, el edificio pasó a ser conocido como Asilo del Buen Consejo, donde eran acogidas “jóvenes extraviadas”.

Estos usos se mantendrían hasta 1936, cuando el gobierno republicano desmanteló la prisión de la calle Amalia, en el distrito de Ciutat Vella, en condiciones deplorables, y habilitó el Asilo como un “Correccional General de Mujeres”, gestionado por funcionarias de la Generalitat de Catalunya. Durante la guerra civil albergará a presas políticas de ideología derechista, pero también a presas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).

Tras la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, la institución pasará a denominarse “Prisión Provincial de mujeres de Barcelona”, regida por la orden religiosa de Las Hijas de la Caridad. Esta fue una práctica generalizada en las prisiones femeninas del régimen franquista, que entregaba la gestión de los centros penitenciarios femeninos a órdenes religiosas, para “encarrilar” la vida de esas presas. A mediados de 1939 había aproximadamente dos mil presas, incluyendo más de cuarenta niños y niñas, encerradas en esta institución.

En los años de posguerra fueron comunes las situaciones de sobrepoblación, suciedad, mala alimentación, falta de higiene, etc. A esta situación se sumaba la represión política y moral específica contra la mujer, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba, en muchos casos, de mujeres que se habían emancipado y habían tomado partido por la política, o que eran de familias republicanas. Según la voluntad del régimen, estas mujeres debían ser “reeducadas”.

Las instituciones penales franquistas trataron a estas mujeres desde posiciones paternalistas, como niñas descarriadas a las que había que “retornar al redil”, como personas histéricas incapaces de asumir su auténtico rol en la sociedad impuesta por el régimen (el rol doméstico, el papel de madres y esposas sumisas), etc. Pero también se vivió la determinación de cumplir las órdenes de fusilamiento contra once de estas presas que, entre 1939-1940, fueron asesinadas en el Camp de la Bota.

Por tanto, la represión en las prisiones de mujeres franquistas no era solo de orden político o social, sino que también se trataba de una represión moral y de género.

Las presas, comunes y políticas, convivían con sus hijos e hijas, hasta los dos años de edad. En los peores momentos de la institución, más de cuarenta niños y niñas sufrirían con sus madres el encarcelamiento en Les Corts. Muchas de las mujeres internadas trabajaban para redimir sus penas y, al mismo tiempo, poder ayudar en la subsistencia familiar, reportando importantes beneficios económicos a la orden de las Hijas de la Caridad, que gestionaba esa mano de obra.

Dentro de la institución, las presas más concienciadas políticamente, pero también desde el punto de vista social, se fueron organizando en grupos, con el objetivo de seguir trabajando desde sus propios ideales. De ese trabajo surgieron peticiones para la mejora de las condiciones de prisión, la alfabetización de las mujeres internadas, etc.

En 1952, las Hijas de la Caridad permutaron la prisión, que fue definitivamente clausurada en 1955, sobre todo cuando se hizo más evidente la presión inmobiliaria derivada del “desarrollismo”, que comenzó la transformación urbanística de la ciudad. En esos momentos, las presas (263 mujeres y 19 niños) fueron trasladadas a una galería de la prisión Modelo, que también fue utilizada como prisión de mujeres, hasta la creación de la Prisión de la Trinidad, donde estuvieron internadas las últimas presas políticas del franquismo.

La recuperación del espacio de memoria

Gracias, como ya se ha dicho, al impulso de la sociedad civil se hizo evidente la necesidad de dar visibilidad a la memoria de las mujeres represaliadas, una deuda de la ciudad de Barcelona hacia el reconocimiento de su propia historia. Todo este proceso, abierto y participativo, en el que se involucraron organizaciones sociales, colectivos de investigación, y familiares, ha servido para restituir una parte de la memoria colectiva de la ciudad: se han llevado a cabo exposiciones, mesas redondas, obras de teatro, publicaciones, y el establecimiento de un espacio de memoria.

En 2011 se abrió una nueva etapa de este proceso, cuando se definieron un conjunto de propuestas para la monumentalización de esta memoria, que llevó, en 2013, a un proceso participativo, transversal y abierto, con el objeto de promover un monumento en homenaje a las mujeres represaliadas durante el franquismo.

Todo este proceso llevó a la creación de un espacio de Memoria Mujeres/Prisión, conformado por cinco monolitos, impresos por las dos caras, situados en una de los cruces de las calles Joan Güell y Europa, una de las zonas donde se encontraban los límites de la prisión.

En él se muestra una imagen del fotógrafo Pérez de Rozas, tomada el día de la Mercè del año 1944, durante el acto de excarcelación de una de las presas, y que muestra la esencia del régimen franquista en una de sus máximas representaciones: la represión femenina.

En la fotografía aparecen los principales estamentos del régimen: un militar, un tecnócrata y un capellán, que observan a una mujer. En la imagen hay otra mujer, en un segundo plano, fuera del espacio de decisión masculino, una de las monjas de la orden que gestionaba la prisión.

La imagen está dividida en cinco paneles, que separa e individualiza a cada uno de los personajes retratados, y muestran encima las letras de la palabra D-O-N-E-S (mujeres, en catalán). En la otra cara se lee la palabra P-R-E-S-Ó (prisión) y en ella se muestran los contenidos expositivos.

El conjunto tiene la vocación de ser un espacio de memoria dinámico y abierto a la ciudadanía, hasta que se construya el monumento definitivo.