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Motivos para salir al balcón a aplaudir

Que si algunos ponen el himno de España -de la monárquica claro-, que si otros gritan “¡Viva España!” -la que agradece la limosna de Amancio Ortega en vez de reclamar que pague sus impuestos y deje de explotar a niños-, que si Pablo Casado hizo mención a los balcones al ser líder del Partido Popular (PP)…

He oído muchas excusas por parte de una ingente cantidad de ciudadanos que se consideran progresistas, con las que justifican que no salen al balcón o a la ventana a aplaudir a las ocho de cada tarde, porque considerar ese acto algo reservado para las personas que se ubican en diferentes puntos del campo conservador.

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Al salir a aplaudir a las 8 de la tarde hay un motivo principal: agradecer la labor de quienes siguen trabajando poniendo en riesgo sus vidas para que los que estamos confinados podamos hacer frente a la cuarentena de la mejor manera posible. Por eso el grueso de la ovación se la llevan los trabajadores de la sanidad pública.

Y aquí está el quid de la cuestión. La sanidad pública, tanto durante los gobiernos del PP como los del PSOE en solitario, ha ido sufriendo sucesivos recortes, que con la llegada del coronavirus se han calificado como imperdonables por gran parte de la sociedad. Hay una mayoría social que ahora apuesta por fortalecer la sanidad pública, una de las principales reivindicaciones históricas de la izquierda.

Esto supone una evidencia progresista que ha permitido al vicepresidente Iglesias colar una propuesta en favor de un nuevo acuerdo político que sustituya al de la Transición, apostando por lo público. Con bastante apoyo.

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Tanto VOX como PP se han posicionado en contra de los aplausos en los balcones. Los de Abascal directamente -usando la cacerolada contra el Rey como justificación- lo que muestra que la batalla cultural se decanta en favor de la izquierda.

Los de Casado han terminado por avalarlos, lo que confirma su importancia social, pero hablando de todos los trabajadores, intentando así vincular los aplausos también a los empresarios dueños de las corporaciones de la sanidad privada.

Por tanto, existe una disputa en la hegemonía social que se lleva a cabo en los balcones. Al aplaudir a los trabajadores de la sanidad pública, de manera inherente se apoya la solidaridad -sanidad para todos, no solo para quienes se lo puedan pagar-, un Estado fuerte que sea capaz de garantizar, con una mayor inversión, el derecho al acceso a una sanidad pública de calidad y gratuita -no más recortes-. En definitiva, a frenar y revertir la deriva neoliberal en el aspecto sanitario.

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Que muchos vecinos del campo conservador lo hagan, aunque sea con sus símbolos, solo indica que la izquierda está logrando asentar sus valores en el imaginario colectivo, ya que los partidos que se identifican con esos símbolos no quieren que se aplauda.

Un balcón vacío, una ventana cerrada, implica menos apoyo a los trabajadores de la sanidad pública que se están infectando y muriendo por atender a los pacientes del coronavirus.

No salir a aplaudir y dejar ese espacio a la derecha significa que tras la pandemia será más complicado imponer en el escenario político las condiciones del nuevo acuerdo que cerrarán las principales fuerzas políticas españolas.

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Sin los aplausos que ya han iniciado la movilización -hoy en nuestras casas, mañana sin el confinamiento en las calles-, la misma no será lo suficientemente fuerte como para interpelar a las fuerzas políticas de la derecha a que acepten que la defensa efectiva de lo público debe ser el nuevo suelo constitucional, porque no se habrá asentado en la sociedad como el nuevo y necesario “sentido común“.

La llegada al gobierno de Unidas Podemos (UP) ha servido para que el PSOE no haya aplicado la receta neoliberal, como hizo en 2008, para afrontar esta nueva crisis, pudiendo establecer un escudo social para proteger a los ciudadanos -nadie perderá su vivienda ni dejará de disponer de los servicios básicos-, sosteniendo a los trabajadores, y preparando medidas para abaratar los precios de los productos que son necesarios para afrontar la pandemia.

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Una vez se supere la crisis provocada por el coronavirus, las instituciones de la Unión Europea marcarán recortes a los gobiernos, por lo que los aplausos de hoy, que se deberán convertir en movilizaciones mañana, supondrán un blindaje social para que el gobierno no se atreva a aplicarlos.

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