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La movilización social en Ecuador evidencia tics dictatoriales de Lenín Moreno

En los diferentes análisis que ElEstado.Net ha ido haciendo sobre Ecuador desde enero del pasado año 2018, se ha ido constatando una llamativa degradación de la democracia de alta calidad, que la nación sudamericana disfrutaba gracias a los muchos y novedosos mecanismos de participación ciudadana y control social, dispuestos por la Revolución Ciudadana en la Constitución de Montecristi.

No es simplemente que se haya mantenido en vez de seguir profundizando en ella, sino que se han dado muchos pasos atrás.

No está en el escenario el esperado, por haberlo prometido Lenín Moreno en campaña, impulso a una mayor participación política de los ciudadanos en los asuntos públicos del estado, sino que en su lugar existe una lucha por el mantenimiento de los conceptos mínimos que suponen la base de un sistema que se llama democrático, como lo son el respeto a la separación de poderes, la inexistencia de persecución política y la libertad de manifestación pacífica.

La tensión social en Ecuador ha ido creciendo de manera constante y silenciosa, por haber encontrado la rabia ciudadana una vía de escape en las redes sociales, sobre todo en Twitter. Pero la cuerda, ya tensada por la persecución a Rafael Correa, el encarcelamiento de Jorge Glas y los recortes sociales, se ha roto con el robo de la voluntad popular expresada en el CPCCS y la aplicación de un paquete de medidas neoliberales dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El gasolinazo, los recortes de los derechos laborales y el alza de los precios con la pérdida de poder adquisitivo han provocado que la rabia contenida haya sido expresada ahora en forma de varias y masivas manifestaciones por todo el país, en las que de manera pacífica miles de ciudadanos exigen la retirada de las nuevas medidas económicas.

La respuesta de Lenín Moreno ha sido represión y detenciones arbitrarias. Un escenario que era fácil de prever, no solo por sus actuaciones en contra de la ley ecuatoriana cuando se trata de la oposición, sino por su debilidad institucional. Al ejecutivo de Lenín Moreno lo sostiene mediáticamente la oligarquía en tanto el presidente sirve a sus intereses. Su nulo apoyo social lo haría caer sin el blindaje de los medios de comunicación privados.

Al no ser capaz de usar el carisma para convencer, ni disponer de un amplio apoyo social que saliera a la calle a mostrar que el país lo arropa, al carecer de argumentos políticos que justifiquen sus medidas, solo le queda la represión y las detenciones arbitrarias para sembrar el miedo en el movimiento social que se levanta y desactivarlo.

Los periodistas también ha sufrido agresiones, una situación que ha sido denunciada por instituciones internacionales como la Cruz Roja y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y también por el Defensor del Pueblo de Ecuador.

Estas medidas coercitivas contra la ciudadanía son usadas en otros países gobernados por la ultraderecha como Honduras y Brasil, importantes aliados internacionales del ejecutivo de Lenín Moreno.

Al no conseguir desmovilizar a los ciudadanos que están saliendo a las calles con una primera oleada represiva, el gobierno ha decretado el Estado de Excepción para dotarse de unas condiciones que le permitan endurecer la represión en una segunda oleada con la que espera que el miedo consiga el objetivo de devolver a los ciudadanos a sus casas.