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Nada que celebrar

Este viernes, 6 de diciembre, parte de la sociedad española y todas las formaciones políticas del Estado español, sobre todo las del Régimen del 78, han celebrado el Día de la Constitución. Hay otra parte de la sociedad que no lo conmemora, o que por lo menos, busca una “celebración alternativa”. Estos últimos suelen ser muy criticados, acusados de sediciosos, de querer romper España. Pero, ¿hay realmente algo que celebrar?

La carta magna

La Constitución española se define así: “Es la norma suprema del ordenamiento jurídico español, a la que están sujetos todos los poderes públicos y ciudadanos de España​ desde su entrada en vigor el 29 de diciembre de 1978″.

El contexto en el que se votó la Constitución -años de asesinatos, torturas y carta blanca de la dictadura- no facilitaba la decisión que los ciudadanos debían tomar. Aunque vendieron el referéndum como sinónimo de elegir, de votar libremente, no fue exactamente así.

A pocos años de la muerte de Franco, la población aún tenía muy presente toda la represión y el sufrimiento que tanto la guerra como la posterior dictadura habían traído. En realidad, las dos opciones dadas fueron elegir entre la incertidumbre de no aprobar el texto -seguir como antes- o aprobar un texto hecho por los mismos que pocos días antes les reprimían. No había mucho donde elegir.

Ese fue el primer paso para mantener el franquismo -disfrazado, pero franquismo- en las instituciones, en las calles, a fin de cuentas, de blanquearlo. Pero no en todos los sitios la aceptaron igual, aunque no haya servido de nada, ya que tienen que acatarla -los postulados que benefician al Régimen- de la misma manera que el resto de la ciudadanía. En Catalunya por ejemplo, de los 4.398.173 de electores, votó el 69,9% -2.986.726-. De los cuales el 63,23% de catalanes la aprobó -2.701.870 personas-, la abstención no fue pequeña.

A nivel estatal, la Constitución fue aprobada con el 87,78% de votantes, los cuales representaban al 58,97% del censo electoral, poco más de la mitad de la población llamada a votar. El censo electoral ascendía a 26.632.180 personas, de las cuales 15.706.078 votaron “sí”, 1.400.505 votaron “no” y 632.902 votaron en blanco. La abstención fue del 32,89% -8.758.909 personas- un porcentaje alto, más de una cuarta parte de la sociedad se abstuvo. En las regiones con identidad propia –Euskal Herria, Galiza, Catalunya– la abstención fue bastante alta, superando en ocasiones la participación.

Las trampas de la Constitución

La Constitución es tramposa. Y los que la alzan para erigirse como poseedores de la legitimidad judicial, política y social, son unos tramposos. Lo hacen siempre que los constitucionalistas se saltan su sacrosanta Constitución.

Una de las trampas de la Constitución es la monarquía. En la española se encuentra bien blindada. Uno de los símbolos que mantiene vivo al franquismo. Si querían una “democracia“, ésta sería con monarquía. De los artículos que la componen hay muchos que no se han hecho efectivos: el artículo 1, sobre soberanía; el artículo 23, que trata sobre los derechos de participación política; el artículo 47, sobre vivienda.

>>La Constitución española de 1978: papel mojado<<

Para defender mantener una Constitución creada para una sociedad de hace más de cuarenta años existen varios mantras que no resultan difíciles de desmentir.

  • Todos los españoles votamos la Constitución de 1978. Teniendo en cuenta que se votó hace cuarenta y un años, y que para poder participar en el referéndum se debía tener cumplidos los 21 años, la persona más joven que participó en el referéndum tendría hoy 62 años. Todas aquellas personas nacidas a partir de 1958 -más de veintitrés millones- no la votaron.
  • La Constitución es inamovible. Solo cuando a los poderosos les viene bien. Se modificó el artículo 135 para garantizar que los derechos de los acreedores quedaban por encima de los derechos de la sociedad. Básicamente limita los cambios a que los garantes políticos del Régimen del 78 así lo estimen.

Nada que celebrar

La Constitución española está hecha para castigar las diferentes identidades, para parar cualquier lucha social que desestabilice el Régimen del 78 que pretende mantener. La adaptaron los franquistas con la ayuda del PSOE. Porque no es lo mismo una Constitución creada por demócratas, que una creada por los que habiéndose acostado franquistas se despertaron demócratas.

La Constitución fue creada para dar una imagen de libertad y posibilidad de cambio que se viera con buenos ojos tanto por las autoridades europeas como por la ciudadanía que la secundó. En la realidad, el cambio se limita a la voluntad política de los gobernantes. Estos cuarenta años han dejado claro que la voluntad de los políticos se limita a sus necesidades, no a las del pueblo.

>>La reforma del artículo 135 como sostén de la crisis económica en España<<

Ayer los líderes políticos constitucionalistas salieron a la calle a celebrar el Día de la Constitución. Son los mismos que el resto del año no cumplen sus decretos, o los mismos que olvidan los artículos que dan derechos que no les gusta, aunque estos sean mínimos. Y sus simpatizantes, ahí, acuden en masa a vitorearlos, aunque no lleguen a fin de mes, aunque la calidad de los servicios públicos decaiga cada día más, aunque no haya dinero para pagar sus pensiones, aunque tengan que pagar la desorbitada deuda que generaron los bancos. Ayer salieron a la calle a celebrar que habían sido engañados.

Muchas personas no la conmemoraron, usaron el día de ayer como día de reivindicación. En Galicia, Catalunya y el País Vasco salieron a la calle a decirle al Gobierno que la Constitución no les representa, que no la comparten, que no la quieren.

¿Y cómo alguien va a querer una Constitución que empobrece al pueblo por los errores del capitalismo?¿Cómo alguien va a apoyar una Constitución que castiga la diversidad cultural?¿Una que prohíbe ideologías políticas, cuando estas ponen en riesgo la estabilidad del Régimen?¿Una que permite encarcelar a políticos por un proyecto político diferente a la unidad de un país que obliga a sus ciudadanos a ser algo que no sienten?¿Una cuya prioridad es el poder económico, aunque eso suponga precarizar todos los servicios públicos?¿Una que permite vaciar la hucha de las pensiones en beneficio de los mismos que han llevado a la sociedad a una “crisis”?

No se puede. Algunos ayer no tenían nada que celebrar.