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Neus Català: in memoriam

Tuve la suerte de conocer a Neus Català, hace muchos años, durante una de las innumerables conferencias que realizó para dar a conocer lo que había sido la historia y la memoria de las personas que habían pasado por los campos de concentración, especialmente las mujeres republicanas.

Después de una de aquellas conferencias me la presentaron y me dejó una huella indeleble, que aún hoy permanece. Poder intercambiar algunas frases con ella fue todo un placer, porque era una fuente inagotable de experiencias, de conocimientos y de ilusiones. Aunque ya era una persona mayor, me sorprendió enormemente su vitalidad y la fascinación que podía ejercer.

No puedo ni quiero olvidar. Se lo debo a las compañeras que murieron en Ravensbrück.

Tras la apariencia de una persona menuda y, aparentemente al menos, frágil, se escondía una mujer con un carácter, una resolución y una voluntad de acero, con una personalidad magnética. Como lo demostró con su constante lucha antifascista, a favor de la libertad y por los derechos de los más oprimidos. Una lucha que llevó a cabo incluso en las épocas más sombrías del franquismo.

Neus Català ha sido, hasta su fallecimiento, uno de los testimonios vivos y participativos más importantes de la historia de nuestro país, un testimonio vivo e indispensable del papel que jugaron las mujeres en la historia de la Guerra Civil, los campos de concentración, la Resistencia antifascista, etc.

Si los españoles fueron los olvidados de la resistencia, las españolas y catalanas fuimos las olvidadas de los olvidados.

Hija de campesinos, inició su actividad política en el momento en que estalló la Guerra Civil, junto con otros jóvenes de su comarca, cuando organizaron las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña, para ayudar en la defensa de la República.

En 1937 llega a Barcelona, donde continúa sus estudios de enfermería y se implica en la lucha de la retaguardia, en el comité de agitación y propaganda del Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC). También comienza a trabajar en la asistencia social como enfermera, en Premià de Dalt, en una de las “Colonias de Negrín”, un centro infantil con 180 niños refugiados, con los que acabará pasando al exilio francés en 1939, un detalle que manifiesta la generosidad que marcó toda su existencia.

En Francia se implica en la Resistencia y colabora en la organización de un maquis. Será denunciada y detenida en noviembre de 1943 por la Gestapo y, tras diferentes interrogatorios, será deportada al campo de concentración de mujeres y niños de Ravensbrück.

Tomé la decisión de que quería salir de allí para contar lo que había presenciado. (…) Tenía que luchar para vivir.

Posteriormente será trasladada al campo de Holleischen (en la República Checa), un Kommando exterior del campo de concentración de Flossenbürg, para trabajar en un taller de producción de armamentos. En este campo formó parte del “Comando de las gandulas”, un grupo de mujeres que boicotearon la elaboración de armas, saboteando la producción de municiones y las máquinas de la fábrica de armamentos, poniendo sus vidas en grave riesgo si eran descubiertas. En el campo de concentración comprendió rápidamente que la solidaridad y las redes de ayuda con otras mujeres deportadas serían fundamentales para poder subsistir.

Será liberada por resistentes checos y tropas aliadas en 1945.

Tras la liberación del campo, su vida y su compromiso político estuvo destinada a la promesa que hicieron todas las supervivientes de los campos: dar a conocer los hechos y denunciar lo que en ellos sucedió, especialmente en el caso de las mujeres y niños deportados.

Casada con Albert Roger, un luchador y resistente francés que no sobrevivió a su deportación al campo de Bergen-Belsen, adquirió la nacionalidad francesa, con la que pudo posteriormente volver a España para colaborar en la lucha clandestina contra el franquismo.

En 1962 sería co-fundadora, junto con otros deportados, de la asociación clandestina Amical de Mauthausen, en defensa de la memoria de los deportados catalanes y españoles en los campos nazis, y durante treinta años fue la representante española en el Comité Internacional de Ravensbrück.

En 1976 regresó a España, donde continuó su actividad política y de lucha en el PSUC y, tras la escisión de este partido, en el PCC.

Los nazis fueron derrotados en 1945, pero el fascismo continuaba mandando en España y yo seguía trabajando en la clandestinidad.

Desde la vuelta de la democracia se dedicó intensamente a la investigación y recogida de testimonios de la memoria histórica de las mujeres que participaron en la Resistencia francesa y que tuvieron que enfrentarse a la deportación a los campos de concentración nazis. No quería que los nombres de esas mujeres quedasen en el olvido y fue junto a Joan Raventós y Montserrat Roig que reescribió sus nombres para la historia.

Si nosotros no hacemos la política, nos la harán los enemigos.

En 2005 fue una de las creadoras de la asociación Amical de Ravensbrück, de la que fue presidenta, con el objetivo de defender y conservar la memoria de aquel campo.

Han sido muchos los reconocimientos que se le concedieron por su labor en la lucha por la memoria y la defensa de las libertades. La Generalitat de Catalunya le concedió la Cruz de Sant Jordi, en 2005 y, posteriormente, fue elegida Catalana del Año, en 2006, por su defensa de la memoria de las más de 92.000 mujeres que fallecieron en el campo de Ravensbrück.

En 2014, el Ayuntamiento de Barcelona le concedió la Medalla de Oro al Mérito Cívico, en reconocimiento de su tarea por la preservación de la memoria histórica, la lucha antifascista y la defensa de los derechos de la mujer. En 2015 recibió la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya por su lucha por la justicia y las libertades democráticas, la memoria de los deportados y deportadas a los campos de concentración nazis, y la defensa de los derechos humanos.

No hay fusil que calle la memoria.

Ese mismo año 2015 le fue dedicado en Cataluña el Any Neus Català que, a los cien años recién cumplidos, era la última persona en España que había sobrevivido al campo de concentración de Ravensbrück. Con esta conmemoración se rindió también homenaje, por extensión, a todas las personas que sufrieron la guerra, la dictadura franquista y la deportación a campos de concentración y exterminio nazis.

Pero, como han señalado todos aquellos que la conocieron más íntimamente, los homenajes que más le gustaban eran el silencio y la curiosidad con que los escolares escuchaban sus historias en la multitud de colegios, conferencias, charlas o cursos que dio.

Neus Català fue un ejemplo, una mujer fuerte y solidaria, una superviviente de los campos de concentración, una luchadora antifascista. Pero, sobre todo, un referente de la memoria de todas las mujeres que lucharon contra el fascismo. Su memoria, desgraciadamente, es hoy más necesaria que nunca. Por eso es esencial que se extienda su memoria, que se convierta en un referente democrático, para combatir el fascismo en todas sus representaciones posibles. La historia de Neus Català y de todas aquellas mujeres y hombres que pasaron por los campos de concentración y exterminio debe explicarse a los escolares, en los medios de comunicación, porque son parte de nuestra memoria viva.