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Trabajador, esta vez la barricada es tu voto izquierdista

El presidente del Gobierno convoca, obligado por la derrota en votación congresista, a la gran fiesta de la democracia el día 28 de abril. Todos los españoles mayores de dieciocho años estamos invitados a participar en ella (aunque si son penalmente responsables a partir de los catorce años, no entiendo por qué esos españoles no son políticamente responsables para votar y afiliarse a un partido político).

Los votantes de la derecha, como siempre, tienen muy claro que hay que emitir el voto aún con cuarenta de fiebre. Saben que se juegan sus privilegios. Y pondrán en marcha la maquinaria de propaganda para que los que se creen privilegiados sin serlo voten por las formaciones políticas que defienden los privilegios de los verdaderamente privilegiados.

Machaconamente advertirán de que hay que proteger al empresario porque es el que genera riquezas y crea trabajo; la bajada, o supresión de impuestos, aumenta la renta disponible e incentiva el consumo; España, la nación más antigua de Europa, es una e indivisible; el rey es el garante de la democracia; la corrupción en nuestro partido, practicada individualmente por esa persona de la que usted me habla, pertenece al pasado, en todo caso, tú más.

Esos millones de españoles no permanecerán en sus casas esperando que los demás lo hagan por ellos. Creen en el Estado de derecho, en lo de la aplicación de las leyes, esas hechas para los robagallinas, lo de democrático y social les sobra, unos por privilegio y la inmensa mayoría demás por su convencido esfuerzo propio. A estos convencidos habrá que sumarles los millones de votantes veleta que emiten su voto para castigar al último partido en el gobierno, y volver a votar al que ya lo hizo mal en el penúltimo gobierno que les llevó a votar al que ahora desprecian.

Como el lector avispado habrá entendido, lo expuesto va dirigido a los votantes de derechas, del espectro ideológico de la extrema derecha al centro derecha, que traducido a siglas va del neoliberalismo retrógrado del no tan reciente VOX al viejo progre PSOE, este por sus hechos. Sus votantes no gozan de escrúpulos ideológicos: en lo político dios, patria y rey; en lo económico: mercado, mercado y solo mercado.

Lo sangrante para la clase trabajadora, y tranquilidad para el IBEX 35, es la división y dispersión del voto obrero. Tan disperso y dividido que la abstención es el camino elegido por millones de ciudadanos desafortunados. En este espectro ideológico la pureza izquierdista está depositada únicamente en cada uno de los millones de cabezas pensantes de los obreros no desclasados.

El marchamo de izquierda lo distribuye cada uno de los posibles votantes de los partidos cuyos militantes y afiliados se proclaman de izquierdas. No se sienten plenamente representados en ninguno de esos partidos. El PSOE se alejó de los postulados de la izquierda con el primer gobierno de Felipe González, aunque sus militantes y afiliados siguen proclamándose de izquierda, así como parte de la clase trabajadora española que ve en los liberalsocialistas el único camino permitido por el Poder a la izquierda reformista; análisis tal vez desacertado, pero todos tenemos derecho al error y nadie está en posesión de la verdad absoluta.

Los errores del PCE en la Transición no han sido perdonados por las masas obreras de nuestros días, a pesar de la sangre nueva que lucha a diario en ese renovado partido incluido en Izquierda Unida; las cesiones que hicieron los dirigentes comunistas a los poderes franquistas permanecen en la memoria de los obreros que rechazan el voto a una formación política que habla sin complejos de la clase trabajadora, la única clase a la que el partido dirige su mensaje solidario.

El ilusionante Podemos, creado por afines y exmilitantes de IU, arrastró a millones de jóvenes abstencionistas a las urnas con su discurso socialdemócrata basado en la transversalidad, en un proyecto en el que cabía todo español amante de los derechos humanos, sin diferenciar procedencia social. Los primeros resultados asustaron al Poder porque, cumplida su misión de minorar a IU, la bola de nieve creció hasta escapársele de las manos. Pero no llegó a desbancar al PSOE como referente de la clase trabajadora. Otros grupos comunistas bregan en luchas diarias contra el Régimen del 78, pero el eco de su pelea solo llega a sus militantes y simpatizantes.

Realmente, los trabajadores no tienen fácil elegir su opción política. Aquí sí hay escrúpulos ideológicos: si bien ninguno comulga con dios ni con la patria ni con el rey, la cantidad de matices que se perciben en lo de solidaridad, internacionalismo e igualdad hace que la diferencia mínima de percepción en uno de esos principios ideológicos de todo izquierdista aleje a los conmilitones de tal manera que se tendrán por enemigos políticos, e incluso personal; el cainismo político solo se da en la izquierda.

En lo económico, el umbral va desde el capitalismo con rostro humano hasta la estatalización total, es decir, de la defensa del empresario hasta el riesgo de caer en la burocratización económica. Añádase a esto los errores propios de cualquier asociación humana, de pactar con quienes los trabajadores consideran los esbirros del Poder, del ataque mediático sin piedad a la más leve sospecha de desviación del camino políticamente correcto o la toma de decisiones que benefician a los desfavorecidos, la asimilación de esos partidos a naciones extranjeras cuyos dirigentes electos libremente por sus pueblos son tratados como dictadores y bufones, la inclusión sin miramientos en la red de la extinta ETA, son asuntos que van calando en millones de trabajadores con conciencia de clase pero que los va apartando de esas organizaciones, no solo como militantes sino también como votantes.

Difícil va a ser convencer a esa masa trabajadora que con su voto puede ser que quienes hacen las leyes piensen en la mayoría desfavorecida y no en la minoría privilegiada. Lo que la troika permita en el plan económico se haría, no seamos tan ilusos de pensar que el socialismo sería posible desde el primer día, así será mientras permanezcamos en la Europa de los mercaderes, y en lo social habría mucho que legislar para deshacer todo el entramado regresivo plasmado en las leyes de los sucesivos gobiernos de Rajoy Brey.

Hoy por hoy, las luchas separadas de cada colectivo izquierdista no hacen daño al sistema, perfectamente protegido por la maraña legal, el manejo partidista de las fuerzas del orden público y la descarada politización de los puestos clave de la judicatura.

Hay que intentar movilizar a nuestros camaradas, y si así se consiguiera, Marx y Engels, con la intercesión de Lenin, lo quieran desde las alturas, el camino sería difícil y tortuoso, los privilegiados no se dejarán arrebatar sus privilegios sin presentar batalla, pero tomaremos el ejemplo de los bolivarianos y sandinistas que han sabido tomar las calles en defensa de sus derechos conquistados, ellos sí, a sangre y fuego, contra viento y marea del enemigo del norte.