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Una visión desde el sur y los proyectos continentales

El 10 de enero asume la presidencia de Venezuela Nicolás Maduro, quien obtuvo más de 6 millones de votos en las últimas elecciones presidenciales realizadas en mayo del 2018. Trece de los catorce países que conforman el Grupo de Lima: Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía declararon ilegítimo al período presidencial de Maduro (2019 – 2025) por su parte México fue el único país integrante del Grupo que no firmó la declaración. Sostuvo en palabras de su presidente Andrés Manuel Lopez Obrador, “vamos a respetar los principios constitucionales de no intervención y de autodeterminación de los pueblos en materia de política exterior”.

Desde abril del 2002, Estados Unidos ha desplegado una guerra económica, política, diplomática y cultural que dirige y financia contra Venezuela, pero también lo aplica en el resto del continente con otros resultados como en Honduras en 2009, Paraguay durante 2012, y Brasil en 2016, lugares en los que sí triunfó el golpe que desestabilizó gobiernos progresistas y populares.

Cabe destacar que la mayoría de los países asiáticos y los africanos, como también en el continente (Bolivia, Cuba, Nicaragua, México, El Salvador y Uruguay) reconocen la reelección de Maduro. No existen bases sólidas para desligitimar al gobierno electo en Venezuela, si bien el propio oficialismo admite la crisis económica que vive el país, Venezuela no es una amenaza belicista en el continente, la democracia y el estado de derecho están vigentes.

Sin embargo varios de los países sudamericanos que cuestionan las elecciones de mayo del 2018 en Venezuela, como es el caso del gobierno de Argentina donde ciertamente el estado de derecho está ausente con presos políticos, con prisiones preventivas permanentes, con desaparición y muertes tras operativos de las fuerzas de seguridad, con represión ante movilizaciones y protestas callejeras, con una transferencias de dinero brutal de la producción nacional al sistema financiero internacional, generando una deuda enorme, con decisiones de política económica que no son soberanas, ya que las toma el FMI.

Por otra parte en Colombia día a día se conoce la muerte de líderes y lideresas sociales, en Brasil arreciaron las denuncias desde la Vía Campesina, el Movimiento de Trabajadores rurales sin Tierra, (MST) y activistas por los Derechos Humanos alertan permanentemente sobre la persecución, los atentados y la criminalización de los movimientos sociales, que con la asunción de Jair Bolsonaro -sus propias declaraciones indican que esta situación será peor para vastos sectores de la población brasilera- sufrirán represión. En Chile la persecución que enfrenta el pueblo mapuche es muy preocupante.

Hasta acá solo algunos aspectos para tener en cuenta que la democracia que se defiende es la de los países que se someten a la política exterior de Washington. Con respecto a la Organización de Estados Americanos (OEA) lo más contundente que tenemos para decir es que nos identificamos con los que consideran que ese organismo no tiene razón de ser, la OEA fue desde su concepción un instrumento del imperialismo estadounidense y todas sus acciones quedaban invariablemente supeditadas al interés de la potencia hegemónica.

A raíz de la campaña para no reconocer al gobierno de Maduro varias organizaciones, movimientos sociales y partidos políticos en la región se manifestaron a favor de defender el gobierno legítimamente reelecto por la mayoría del pueblo venezolano (les pido un ejercicio: cuenten los votos positivos de Maduro, y hagan una comparación con cualquier otra elección en otro estado que consideren democrático).

Hay quienes entendemos que en Sudamérica es vital la defensa de la Revolución Bolivariana y su proceso democrático, es vital el apoyo a la autodeterminación y soberanía de los pueblos para la paz en el continente.

Hay dos proyectos en pugna en el Sur de América (en cada país con su impronta local) uno que propone una mejora en la calidad de vida a su pueblo, que distribuye la riqueza y el ingreso nacional con los que menos tienen y que proyecta un desarrollo del país en infraestructura, y del otro lado están los dueños de los recursos financieros y tecnológicos, los dueños de los medios masivos de comunicación y que están alineados a la geopolítica que ordena Estados Unidos.

Pero ellos son el pasado y la restauración y nosotros somos el futuro y la esperanza, nosotros somos la alegría y ellos son el odio.