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Volantazo

Nuevo giro de los acontecimientos. Y van…

Otra de las características de la “nueva política” ha entrado en escena para contrarrestar el exceso de testosterona y desbloquear la situación: los cambios súbitos de orientación, popularmente conocidos como volantazos.

Como consecuencia de estos giros de guion, la política se ha vuelto extremadamente permeable al vértigo, el suspense y la “telenovelización” (que se ha extendido incluso a las vidas privadas de los dirigentes).

Pese a compartir parte del estruendo de la actual, la “vieja política” era desesperantemente previsible. Pausada y cadenciosa como la gota china. No invitaba a la creatividad táctica ni tampoco la necesitaba. La actual es un torrente. El festín de los maratones televisivos. Política a ritmo de Netflix: una oferta inconmensurable y todo el fin de semana por delante.

Nadie puede negar que, en lo que a dominio de esta maniobra, Sánchez lleva ventaja al resto. A Iglesias le gustan los giros tácticos, la sorpresa y llevar siempre la iniciativa. Pero no da volantazos. Hay un hilo conductor en su ejecutoria. Cae en contradicciones, inevitablemente, pero se percibe cierta continuidad.

Volantazo habría sido, qué sé yo, ofrecerle una coalición a Errejón. Pero eso le habría enfrascado en una campaña de mirada corta: no habría sido coherente con una trayectoria obcecada en mirar de tú a tú al PSOE (el pacto con IU era, precisamente, para superar al PSOE, por eso sí era coherente… en ese punto).

Así las cosas, este volantazo deja descolocados a propios y extraños y permite a Sánchez erigirse en árbitro definitivo de la situación. Veamos.

Para empezar, el giro cambia completamente el clima político. Una vez más, y como ya pasó en mayo, Vox se difumina como una tormenta de verano. Convendría no bajar la guardia por este flanco. Si bien es cierto que el partido de Abascal ha vuelto a ser expulsado del centro de la escena, su nueva ubicación tiene mucho potencial si saben hacer uso de su incrementada fuerza y son hábiles a la hora de detectar las vías de crecimiento.

Si siguen explorando la transversalidad y el discurso social en el que llevan trabajando desde el fiasco del 28A, eso podría dejarles en una situación inmejorable de cara a posibles desilusiones ante el nuevo gobierno. Desilusiones de la gente a la que, en principio, más les interesaba un gobierno PSOE-UP: las clases populares asfixiadas por la precariedad sistémica.

Un patinazo (o nuevo volantazo de Sánchez a su derecha) en este sentido puede dejar vía libre a Vox para entrar a saco entre las clases populares. También echarán mano a sus clásicos asustaviejas del anticomunismo y el frentepopulismo, pero difícilmente por ahí conseguirán sumar más apoyos de los que ya tienen. Recordemos que ahora hablamos de una fuerza con 52 diputados y un 15 %: es difícil seguir caricaturizándoles como una fuerza exclusivamente pijo-facha.

El PP no lo tiene mejor que el lunes. Su tarea principal pasará por afianzarse como oposición al gobierno vigilando la retaguardia para que Vox no se le suba a la chepa, por lo que no va a estar para muchas ofensivas frontales contra Sánchez. Le conviene un tiempo largo de desgaste del gobierno que le permita bajar el suflé de Vox (si lo es) y reconstruir su espacio, hoy partido en tres. Hará de Cataluña su principal caballo de batalla y, si la coyuntura le favorece, la economía, reafirmando el perfil gestor del PP en detrimento de un ideologizado Vox.

Ciudadanos va a pasar a la irrelevancia en esta nueva situación. Ya era su destino antes del anuncio del gobierno de coalición. Además, tienen que pasar su catarsis, recomponiendo su liderazgo y su línea política.

La estrella emergente de Errejón deberá esperar otra oportunidad. Si ya las urnas le habían colocado en un rincón, el acuerdo de gobierno le deja prácticamente sin nada que decir. El errejonismo sin Errejón practicado por Iglesias puede haberle dado la puntilla. Su última esperanza es que el gobierno acabe a mamporros y él pueda aspirar de nuevo a jugar el papel de mediador o, llegado el caso, a sustituir a Iglesias, que era su objetivo desde el principio. Pero todo esto, claro, no lo puede decir. Así que durante un tiempo vamos a ver a Errejón esforzándose por decir algo, esforzándose en que le escuchen y esforzándose por no decir lo que realmente piensa. Demasiado esfuerzo, quizá.

La incógnita mayor está en los nacionalistas y regionalistas de toda procedencia: ERC, JxCat, PNV, Bildu, CUP, CC-NC, BNG, PRC y Teruel Existe. 40 diputados en total (41 si sumamos a Compromís) que van a ser claves para completar la mayoría de los 155 de PSOE-UP.

Es absurdo hacer un saco de todos ellos, pues no pueden ser más dispares. Partidos como PRC, Teruel Existe o incluso Nueva Canarias (que podría votar en sentido contrario a CC) parecen lo suficientemente pragmáticos como para que el entendimiento con ellos no suponga ningún problema político e ideológico más allá de un compromiso programático.

Otra cosa son los contingentes principales. Entre los 23 diputados catalanes hay tres fuerzas políticas. Entre los 12 vascos, dos. Conservadores, democristianos, progresistas, republicanos. Independentistas y no independentistas. Constitucionalistas y no-constitucionalistas.

Con algunos ya cuenta Sánchez (Compromís), otros están a la expectativa (BNG) y el grueso de catalanes y vascos que actuarán en función de sus propias coyunturas domésticas, mirando por el rabillo del ojo a sus competidores. ERC y JxCat, en su pugna insomne con la CUP como animador; PNV y Bildu, en creciente tensión al recibir de muy distinta manera las irradiaciones catalanas.

Poco recorrido parece tener una amplia política de “solidaridad nacional” con Cataluña más allá del flanco izquierdo (ERC, CUP, Bildu y BNG) que, curiosamente es el que más guiños ofrece a Sánchez frente a la intransigencia carlista de JxCat y la prudencia del PNV.

Si no hay exigencias duras al calor de la crisis catalana, parece que PSOE y UP podrán contar con el refuerzo de las izquierdas nacionalistas en un primer momento. Después, ¿quién sabe? Este es el eslabón más débil de la cadena de alianzas del proto-gobierno y donde PP y Vox más presión van a ejercer.

Sabedor de ello, Sánchez ha cerrado ya con UP una posición dentro de la Constitución, lo que neutraliza a Iglesias para salirse del relato del PSOE. Y ese relato es… ¿referéndum? Desde luego que no ¿Federalismo? No parece. En esto, Sánchez tiene que aclararse, después aclararse con el PSC, después con sus barones y después, seguramente, con el PP. Y luego, ya tal.

La presión para que el PP esté en el acuerdo va a ser grande, y por ahí puede que los prescindibles sean los actuales compañeros de viaje de Sánchez. Como eso es incompatible con sus actuales alianzas, lo más probable es que veamos una prolongación desesperante de la crisis catalana en la expectativa de que el bloque soberanista estalle y por fin el gobierno pueda tener un interlocutor no ya fiable sino viable en Cataluña.

Un tripartit en Barcelona y en Madrid podría ser la solución. Volver a ZP. Pero para eso, ERC debe partir de una vez el espinazo de JxCat y consumar su viaje al moderantismo, contemporizar con su República Catalana. Y todo por… ¿los presos? ¿la Generalitat? Veremos.

El principal problema del gobierno estará pues en la cohesión del propio gobierno. No es poca cosa. Hablamos del primer ejecutivo de coalición desde 1936. Una parte importante de los actores son, de hecho, los mismos. No conviene insistir sobre ello.

Tanto PSOE como UP van a sufrir tensiones internas por este giro. Por un lado, se sabe que el macizo del PSOE (sus barones y no pocos dirigentes federales y cuadros medios –por no hablar de los dirigentes histéricos-) es tradicionalmente reticente a acuerdos por su izquierda. Públicamente, poco podrán criticar las políticas sociales del acuerdo. Así que el fuego amigo se concentrará, una vez más, en Cataluña. Otro motivo para que Sánchez se aplique a ir arrancando hojas del calendario a la espera de una coyuntura más favorable para acometer la cuestión.

En UP, la cosa se dividirá entre las tensiones en Podemos, que serán prácticamente inexistentes (o invisibles), las tensiones en IU, que serán -como siempre- enconadas y destructivas, y las consiguientes tensiones entre Podemos e IU.

De momento, la participación en el gobierno lo tapará todo y lo condicionará todo. Cuando surjan las primeras decepciones importantes, que inevitablemente llegarán, será el momento de calibrar las consecuencias: si el descontento es demasiado grande, las expectativas defraudados demasiado intensas, las ambiciones frustradas demasiado numerosas y la pérdida de musculo orgánico y social en detrimento de lo institucional demasiado profunda.

La evolución de la economía va a marcar mucho, por lo que buena parte del escenario está fuera del control de los actores sobre el mismo. Una vez más, entre bambalinas, se va a jugar parte del futuro de este gobierno.

No cabe duda que es el mayor reto concebible tanto para Podemos como para IU e incluso el PCE, en segundo plano pero presente. Va a marcar al futuro existencial de todos ellos, su ser o no ser. De esto pueden salir escaldados o encumbrados.

Dada la dinámica en curso, poco margen quedaba ya: o levantar el veto histórico a la izquierda del PSOE y asumir el enorme riesgo de gobernar o replegarse al viejo y conocido fortín de la oposición parlamentaria a la espera de tiempos mejores. UP llega así a la meta por la que tanto suspiraron los Carrillo, Llamazares o Frutos.

También deja algo por el camino, está claro. Está por ver si eso les condenará al infierno desde ya, les reportará un bagaje extraordinario que aprovechar en nuevas coyunturas explosivas o les invalidará para liderar nuevos descontentos. En suma, si serán cómplices o avanzadilla, apaciguadores o animadores. Lo que está claro es que no serán más de lo mismo. O de serlo, serán “algo más” de eso mismo.

Ha costado, pero finalmente, ecos del ya lejano 15M van a sentirse en la Moncloa. La sensación es de alivio, esperanza e inquietud. No ha cambiado el régimen, ha cambiado la política. No ha cambiado el gobierno, se ha entrado en él. Y hemos cambiado nosotros y nosotras. Veremos en qué nos hemos convertido.

Suerte a todos.