Los doctores de Orán
Las puertas están abiertas, el tránsito es libre, y sin embargo, la atmósfera delimita tan claramente el dentro del fuera que se podría pensar que estamos en cuarentena.
Una profesora danesa, Marlene Wind, pregunta con rigor de oposición: ¿Su visión es un estado limpio étnicamente? o ¿están intentando ustedes librarse de los pobres? Más allá de las áreas de influencia mediática del movimiento político que llamamos processisme el consenso en el diagnóstico parece amplio. El foco europeo capta la imagen con sus ramificaciones, el partido fascista Vlaams Belang, la Lega Nord, los Auténticos Finlandeses o el UKIP.
Un equivalente funcional del éxito del Front National en Francia decía ver Júrgen Habermas en los movimientos independentistas de Escocia, Flandes o Cataluña.
Los intereses de la clase trabajadora son los mismos en Cataluña, España y Europa. No sabemos con exactitud cuál es la conexión entre el movimiento independentista y estos intereses, así se pronuncia el director de cine Ken Loach con respecto al proceso independentista de Cataluña.
Pero esas voces se alzan, ni cerca ni lejos, se alzan fuera. Y nosotros estamos dentro.
¿Pueden encontrar esas opiniones eco en la cultura, la prensa y las universidades catalanas?
Sí, sin duda.
La directora de cine Isabel Coixet se pronunció contra la independencia, poco después denunciaba vivir con miedo y explicaba que individuos con esteladas atadas al cuello le gritaban fascista cerca de su casa.
El cantante Joan Manuel Serrat, que defendió con valor el uso del catalán estando España bajo la dictadura franquista, también se ha posicionado contrario a la independencia prefiero pasar miedo a pasar vergüenza dijo, y aquí dentro a ese señor se le calificó, entre otras lindezas, de facha.
Los escritores Eduardo Mendoza, Javier Cercas y Javier Pérez Andújar también han conocido el coste de pronunciarse contra el procés y sin embargo, conscientes como doctores de Orán del riesgo a que se exponían, eligieron la palabra.
¿Que pasó en la izquierda que debía defenderlos, ponerse a su lado para, por lo menos, compartir los golpes recibidos?
No se podía criticar al nacionalismo y ahora tenemos dos, señores y señoras de la izquierda: ¿qué conocen ustedes de su país? ¿qué esperaban de los barrios? ¿sumisión? Cualquier persona que haya estado organizada políticamente sabe que lo primero que hace un partido es analizar el comportamiento del voto barrio a barrio, colegio a colegio. Y todos sabemos cuál ha sido el comportamiento del voto: se votó a Barcelona en Comú en las municipales, a Ciutadans en las autonómicas, y a Podemos en las generales. Era un voto muy claro de confrontación, me arriesgo a afirmar que de izquierdas y no nacionalista, y yo acuso, sin vacilación, de déficit democrático precisamente a aquellos que en nombre de la radicalidad democrática eligieron desoír reiterada y sistemáticamente a una parte importante de sus representados, calificándolos por ejemplo de españolistas.
Aquí hay una izquierda que se deshace como un azucarillo de no pronunciarse, que se dejó dirigir por la izquierda del éxito. Pero ya dijo Ferran Gallego que un éxito no es una victoria, ni un avance, es sólo eso, un éxito, como un libro muy vendido.
Y la tarea es pronunciarse, asumiendo el miedo a los golpes.