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¿Terminará Javier Bertucci con la oposición venezolana?

Quién siga la actualidad política de Venezuela sabe que la oposición de ese país no suele tomar buenas decisiones. El mejor ejemplo de ello es que Nicolás Maduro sigue en el poder pese al apoyo con el que cuenta la oposición de Estados Unidos, la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos (OEA) y los países gobernados por la derecha en el continente americano.

Sanciones que han llevado al país al desabastecimiento, violencia ejercida por la oposición que los medios de comunicación han logrado hacer pasar como represión del gobierno venezolano, fondos económicos millonarios, campaña mediática constante en contra del ejecutivo liderado por Maduro que llega a justificar el bombardeo sobre población civil y, pese a poder participar en elecciones limpias, la oposición no logra hacerse con el poder de ninguna manera, legal o no. Ni tampoco lograr el apoyo de la mayoría de los venezolanos.

¿Por qué? Simple y llanamente por la falta de una estrategia clara, ausencia de proyecto de país y la continua toma de decisiones equivocadas. La oposición venezolana no aprende. Comete los mismos errores una y otra vez. Hace lo mismo esperando resultados diferentes. A día de hoy se encuentra llamando a la abstención en las elecciones presidenciales del próximo mes de mayo. Una estrategia que ha usado antes y que no funcionó.

En el año 2005 llamó a no participar en las elecciones legislativas para conseguir anular la credibilidad del poder legislativo, y abrir la vía de un golpe de estado con la aplicación de la Carta Democrática de la OEA. Lo que consiguió fue una Asamblea Nacional totalmente controlada por el chavismo, la cual funcionó de manera constitucional marcando la vida de los venezolanos con las leyes que se aprobaron, gracias a la credibilidad otorgada por el pueblo, que no participó en las marchas convocadas por la oposición para tumbar ese poder del estado.

En el año 2017 la oposición hizo lo mismo con la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y consiguió exactamente lo mismo: dar el poder legislativo al chavismo sin obtener el apoyo de los venezolanos. Ahora que llegan las elecciones presidenciales, la derecha venezolana se apresta a volver a poner en práctica una acción que ya le ha fallado dos veces en los últimos años, la última de ellas hace apenas unos meses.

En las dos anteriores ocasiones en las que actuó de esta manera, la oposición aseguró a su base social que de esta manera lograrían el derrocamiento de Chávez y después en 2017 el de Nicolás Maduro. Crearon unas expectativas que no eran reales, desmovilizando a la mayoría de sus votantes tras hacer evidentes sus fracasos, lo que les reportó unos muy malos resultados en las contiendas electorales posteriores. En esta tercera ocasión la derecha venezolana lo ha hecho incluso peor.

Han llamado a la abstención expresando que la mayoría de los venezolanos los apoyan, por lo que la participación en las elecciones será menor al 20% según sus propios cálculos. Una vez que eso sea realidad, expresan que los gobiernos del mundo, refiriéndose solo a los Estados Unidos y sus aliados, usarán su diplomacia para sacar del poder al dictador que no será capaz de ocultar que no cuenta con el apoyo de casi nadie.

Si se equivocan, como siempre, usarán de nuevo la carta del fraude. Dirán que la dictadura ha manipulado los resultados para acomodarlos a su interés. Pero la oposición no tiene credibilidad para ejecutar su plan. En primer lugar, la derecha venezolana ha pasado los tres primeros años del gobierno de Maduro pidiendo la instalación de una ANC y que se adelantasen las elecciones presidenciales. Tras el anuncio por parte del gobierno de las dos reivindicaciones, pasaron a rechazarlo, lo que molestó mucho a su base de votantes, ya reducida por las guarimbas que impulsó la hoy extinta Mesa de Unidad Democrática (MUD). Una pérdida de votantes que se observó en el ciclo electoral del año 2017.

Por otra parte, el show que monta la oposición para mostrar al mundo el fraude electoral que comete la dictadura de Maduro a cada elección -menos cuando ganan, que entonces reconocen la limpieza del proceso- no es creíble para los venezolanos, puesto que estos se quedan en el país para ver lo que pasa cuando los periodistas extranjeros se van. Y lo que sucede es que la oposición va a la auditoría que siempre hace el Consejo Nacional Electoral (CNE) y firma el informe en el que se establece que no hubo fraude.

A día de hoy, la postura de la oposición de no participar puede acabar con ella. La derecha venezolana, antes unida en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), se ha dividido en dos. Por una parte está Henri Falcón, exchavista que tras volverse opositor dirigió la campaña electoral de Henrique Capriles Radonsky. Con su partido Avanzada Progresista y junto a algunos pequeños partidos de derecha, se ha presentado a las elecciones.

Algo que no ha gustado a la otra parte de la oposición, hoy organizada en el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL), que está atacando más a Henri Falcón que a Nicolás Maduro, llamando a que no se vote por él, lo que impide al político neoliberal despuntar en las encuestas. No sería nada más que otra lucha por el liderazgo de la oposición en Venezuela. Una batalla que podría suponer una travesía por el desierto por los desastrosos resultados electorales, pero que al final vería la luz. Pero no en este contexto.

El problema de la oposición es Javier Bertucci. El expastor evangelista y empresario salpicado por el escándalo de los Panama Papers, está despuntando en las encuestas y se encuentra a solo tres puntos de Henri Falcón según el último estudio de Hinterenlaces. Si la oposición sufre un sorpasso en las próximas elecciones ya no será la oposición al chavismo, ese lugar lo ocuparía Javier Bertucci.

Atacar a Henri Falcón por mantener una estrategia que ya ha fallado dos veces antes, provocará que muchos de sus potenciales votantes se queden en casa y otra gran cantidad, por lo que se aprecia en las encuestas, vayan a parar a Javier Bertucci. Si el único representante de la antigua MUD queda en tercer lugar, tras las elecciones la oposición venezolana no tendrá que preocuparse por el liderazgo del espacio político que hoy ocupa.