La unidad, seña de identidad de la IU de Alberto Garzón
El joven Coordinador Federal de Izquierda Unida (IU) cumple dos años en el cargo. Su apuesta por la unidad con Podemos y otras fuerzas que se mantienen en la orilla de enfrente a la de las fuerzas del Régimen del 78 (PP, PSOE y Cs) se ha consolidado recientemente.
Como una de esas casualidades que parece tener más de causalidad, a pocos días del segundo aniversario, IU junto a Podemos y Equo mostraban al país su nuevo acuerdo para acudir unidas a las próximas elecciones europeas, autonómicas y municipales. Unidas Podemos es la actualizada marca, una exigencia -la de unidas– que mantuvo Garzón desde el nacimiento de la coalición en 2016, al igual que la forma jurídica con la que se presentarán; coalición electoral.
El largo camino hacia la unidad
Hoy no está en duda que IU y Podemos deben acudir juntas a las urnas. Las consultas internas en ambas formaciones así lo demuestran. Sin embargo cuando Alberto Garzón se hizo con la coordinación de Izquierda Unida, la cuestión de la unidad se encontraba en un escenario diametralmente opuesto al actual.
El joven comunista recibía una organización en mitad de una fuga de cuadros medios hacia Podemos, que rechazaba la unidad con su formación de una manera poco amistosa. Con las encuestas señalando el paso al extraparlamentarismo. Ser tercera fuerza era un sueño inalcanzable en ese momento.
Alberto Garzón no estaba en la posición de dirigir una posible confluencia, ya que IU no era la principal fuerza de la izquierda fuera del bipartidismo. Así que el Coordinador Federal decidió resistir y hacer pedagogía. Consiguió que su organización política entrase en las confluencias gallega, catalana y en Madrid. Los resultados allí donde hubo unidad entre Podemos e IU fueron históricos. Madrid, Barcelona, Coruña, Ferrol, Santiago de Compostela y Zaragoza tienen ayuntamientos de izquierda alternativa.
Con ese ejemplo Alberto Garzón siguió esforzándose por alcanzar la unidad con Podemos y sus confluencias para las elecciones generales que se celebrarían unos meses después de aquellas épicas municipales. Participó en Ahora en Común (AeC), una plataforma impulsada por la sociedad civil que también pedía unidad. Tras el rechazo de los de Pablo Iglesias, Garzón se convirtió en el candidato de AeC, llamada ahora Unidad Popular (UP). Con un millón de votos y dos diputados (él mismo y Sol Sánchez), el joven político salvó a IU demostrando un más que solvente suelo electoral.
Con el ejemplo de lo que la unidad con su organización pudo conseguir en los ayuntamientos y su resultado en las elecciones, Garzón convenció a los líderes de Podemos de la necesidad de concurrir juntos, lo que sucedió en las siguientes elecciones generales, celebradas en verano de 2016.
Democracia interna
Alberto Garzón recibió una Izquierda Unida con un funcionamiento interno que padecía graves carencias democráticas. Muchas décadas con las mismas personas en los mismos puestos, habían convertido los censos en una herramienta de funcionamiento opaco que se solía utilizar para variar el número de delegados en las Asamblea Federales.
Para terminar con esas cuotas de poder, que trabajaban a pleno rendimiento en la confección de las listas electorales, Garzón ha normalizado las primarias como método para que la militancia de IU decida democráticamente a sus representantes en las listas y a sus cargos internos.
Limitación de mandatos, límite máximo de salarios, referéndum revocatorio, rendición de cuentas semestral y menos órganos internos son otras características de la nueva IU, que ha ido recuperando militancia gracias a estos cambios implementados por el nuevo Coordinador Federal, quién también ha reducido la deuda con los bancos y expulsado de la organización a los dirigentes que se beneficiaron de las tarjetas Black.
A la izquierda de la izquierda
Con la irrupción de Podemos y el desplazamiento que supuso para IU los resultados obtenidos por ambas formaciones en las elecciones europeas de 2014, el campo ideológico de la izquierda fue tomado por una concepción populista que cambió los términos manejados por la izquierda hasta el momento.
Los símbolos más representativos de la ideología como la bandera tricolor de la segunda república quedaron relegados cuando no escondidos en favor de una transversalidad que no ha sido entendida por el conjunto de la sociedad española. Al menos no lo suficiente como para conseguir la victoria en las elecciones generales. Ni como para dar el sorpasso al PSOE en su momento más bajo desde el comienzo de la Transición.
El apoyo a los líderes revolucionarios actuales es inexistente si la manipulación mediática les ha creado una mala imagen. Las causas que solían estar en la primera línea de las reivindicaciones de la izquierda como la salida de las bases de la OTAN, la nacionalización de los sectores estratégicos y la creación de una banca pública, ya no aparecen nombrados en las propuestas programáticas.
Sin embargo, Alberto Garzón se ha mantenido en esas posiciones al rechazar el populismo. El dirigente comunista considera que la división de la sociedad en clases es una visión no solo actual, sino necesaria para la izquierda, que debe centrarse en formar parte de las luchas de quienes padecen los efectos del neoliberalismo. Una visión a la que se acercó Pablo Iglesias en Vistalegre II.