La fiesta de sangre y represión del franquismo en Andalucía
No ha pasado tanto tiempo desde aquel 18 de julio de 1936, cuando los primeros legionarios y regulares del norte de África, cruzaran el Estrecho de Gibraltar gracias a un puente aéreo que Hitler no dudó en poner a disposición de su “camarada“, ya que la flota marina seguía siendo leal a la República. Comenzaba una época negra para España: el franquismo.
Lo que comenzó pocas horas después de esto, es una de las mayores atrocidades que se han cometido en este país desde que tenemos constancia. Su artífice y mayor responsable tiene nombre y apellidos: Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, militar africanista extremadamente violento en sus discursos radiofónicos desde Unión Radio Sevilla, desde donde animaba a sus tropas de regulares y legionarios a violar a las mujeres de los “rojos”, a reprimir pueblo a pueblo usando los más bajos instintos en su retórica perversa. De él decían que era un asiduo a la bebida, alguien que se tomaba sus amenazas como burlas hacia sus enemigos. Disfrutaba y se adornaba en sus incitaciones sangrientas.
Desde ese 18 de julio, la maquinaria sanguinaria de este genocida y criminal de guerra, se puso en funcionamiento. Su “columna de la muerte” arrasó pueblos, primero en Cádiz, después en Sevilla y Huelva. Actuó siendo fiel a su sobrenombre: “El virrey de Andalucía“. Tenía carta blanca para hacer lo que finalmente hizo: regar Andalucía occidental de fosas comunes, dejando un saldo de más de 54.000 desaparecidos, más que en las dictaduras de Argentina, Chile y Nicaragua juntas. La estrategia estaba clara: había que dar un escarmiento a las “hordas rojas” en cada pueblo, aunque no hubiera denuncia alguna en dicho pueblo que pudiera ocasionar un acto de venganza: había que matar.
Queipo de Llano, responsable además de atrocidades contra civiles como la que ocurrió en la carretera de Málaga – Almería, en la que fueron asesinadas 3.000 personas que huían a pie mientras eran bombardeadas por mar y aire.
Por este pequeño resumen de un funesto personaje y atroz hecho histórico, no se entiende que exista el debate en torno a abrir la tumba de un dictador enterrado en un lugar reservado a Papas y obispos. No se entiende que en este país, se permita tan mastodóntico monumento del que dicen es “en memoria de los caídos por Dios y por España“. No se entiende que se permita tanta apología a un régimen que destrozó vidas, que destrozó familias, que inoculó a aquellas generaciones que solo en dictadura estaríamos “en cierta paz y orden“, como dijo uno no hace mucho.
No se entiende que en España sigan enterrados en cunetas y fosas comunes 117.000 cuerpos de hombres, mujeres y niños cuyo delito fue unir su destino a la defensa de la democracia republicana. No se entiende, en este país del que dicen que es una democracia avanzada y ejemplar, que haya tenido que ser la justicia argentina la que interponga una querella para investigar los crímenes del franquismo. No se entiende que durante 40 años a miles de familias se les prohibiera incluso llorar a los muertos de su bando.
No se entiende que una Ley de Amnistía sirva como una píldora para olvidar y cerrar heridas. Porque enterrar dignamente a un padre o a una madre, no es “reabrir heridas“, es de una vez por todas cerrarla.