Cuando el golpismo brasileño conoció las intenciones presidenciales de Lula da Silva, entró en pánico. El golpe de estado que habían dado solo un año antes contra Dilma Rousseff no saldría rentable en tan poco tiempo. Michel Temer puso al juez Sergio Moro, su amigo personal, a liderar un proceso judicial contra Lula para meter al político progresista en la cárcel e impedir que se pudiera presentar. De esa manera, con la izquierda descabezada, solo los candidatos que apoyaron el golpe de estado y el regreso de las políticas neoliberales que trajo consigo, podrían presentarse y ganar las elecciones.
El plan de la oligarquía brasileña marchaba bien; Lula estaba en la cárcel tras un juicio sin pruebas sin que la Organización de Estados Americanos (OEA) hubiera encontrado problemas en ello, y las manifestaciones multitudinarias en su favor no duraron mucho, a causa de una institucionalización del Partido del Trabajo (PT) tras trece años en el gobierno, en los que olvidó mantener a su base social movilizada.
Sin embargo Michel Temer no calibró bien los movimientos del expresidente. Lula da Silva se ha destapado como un brillante estratega político. Conociendo bien las limitaciones del PT, sabiendo la correlación de fuerzas en favor de la derecha en la OEA, y la irrelevancia de la UNASUR y la CELAC, el líder encarcelado desechó rápido la idea de no participar en las elecciones. Sí, participar supone reconocer de facto la institucionalidad de los golpistas, pero no hacerlo sin apoyo diplomático exterior, ni la garantía de masivas movilizaciones prolongadas en el tiempo, supone una derrota antes de empezar con el boicot electoral.
Sin embargo Lula no mostró sus cartas hasta el final. Apostó por continuar luchando por su libertad a sabiendas de que él está en la cárcel por motivos políticos, y que por lo tanto no iba a salir con los golpistas en el poder. De esa manera consiguió mantenerse en la actualidad brasileña y potenciar su imagen de mártir político. Cuando se acababa el tiempo de registrar las candidaturas, Lula sorprendió con una fórmula presidencial muy especial.
Al haber esperado hasta el final y delegar en un cuadro del PT relativamente desconocido, Lula se mostró ante la opinión pública como un político que sabe ceder el protagonismo por el bien del pueblo brasileño, lo que ha conseguido que esa imagen se traspase rápidamente a Haddad, que no se ha presentado como un candidato al uso, sino como el representante del expresidente.
Lula también ha mandado un mensaje a la derecha brasileña. El golpe de estado contra Rousseff ya provocó una respuesta por la izquierda del líder del PT, quién presentó un programa político muy cercano al bloque bolivariano cuando dio a conocer su candidatura, un giro a la izquierda con respecto a sus dos anteriores gobiernos (2003-2006 y 2007-2010). Lula entendió, como lo hizo Manuel Zelaya tras el golpe de estado que sufrió en 2009, que la oligarquía brasileña no iba a permitir ni unas pequeñas reformas en favor de los pobres, por lo que sus propuestas han pasado de pretender un capitalismo de rostro humano, a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente para asegurar cambios profundos que dejen atrás el neoliberalismo.
Este mensaje se ve todavía más claro con la fórmula presidencial. El PT no ha trabado alianzas con partidos neoliberales como en anteriores ocasiones, sino que ha preferido llegar a un acuerdo con el Partido Comunista de Brasil (PCdoB). Fernando Haddad (parte de los sectores más a la izquierda dentro del PT) es el candidato a presidente, y su candidata a la vicepresidencia es la comunista Manuela d’Ávila. Un tándem escorado a la izquierda que casa perfectamente con las nuevas propuestas programáticas de Lula.
La pareja está funcionando muy bien. Su ascenso en las encuestas está siendo meteórico. En apenas tres semanas varios estudios demoscópicos dan un empate técnico contra el fascista Jair Bolsonaro, –Fernando Haddad y Manuela d’Ávila mantienen una tendencia al alza mientras que Bolsonaro se ha estancado-, y una victoria para los petistas y comunistas en una más que posible segunda vuelta.