Gracias Zidane.
No ya solo por tu magnífica labor al frente del equipo, ni tan siquiera por la barbaridad de títulos conseguidos; sobre todo, amigo mío, por haber traspasado la flor, situada en salva sea la parte, a este que sí que podría ser tu digno sucesor.
El fútbol no solo es un estado anímico, ni la reunión de once atletas en la mejor condición física posible, ni tan siquiera la consideración, o la evidencia de que estos once son mucho mejores técnicamente que los contrarios.
No. No solo es esto, hay un factor determinante que le otorga su grandeza. La suerte.
Sí, debo confesarlo. Alguien tan escéptico como yo, reconoce que este factor, tan imprevisible, tan poco empírico, y tan difícil de determinar (e incluso de definir) es absolutamente determinante en (no todas, sería una locura), algunas raras ocasiones que se producen, como no podría ser de otro modo, en determinados ciclos o en concretos encuentros también de manera aleatoria.
Y digo esto con conocimiento de causa, ya que si se fijan ustedes, basta analizar el palmarés del Real Madrid para constatar su enorme influencia.
Fuerza es reconocer que posiblemente el club haya tenido casi siempre (sobre todo desde la llegada de Di Stéfano), una de las mejores plantillas (vale, a veces sobre el papel, la mejor), pero no es menos cierto que, a fuerza de ser sinceros, eso no se corresponde con la apabullante diferencia en títulos que ostenta el Real Madrid respecto a sus más directos competidores, sobre todo internacionalmente.
Y esto es así pese a los esfuerzos de muchos Rigos, a la nociva influencia del Villarato (que todavía continúa), con la animadversión no escrita de muchos trencillas complacientes con el poder arbitral, e incluso, también debo reconocerlo, contando en ocasiones con su permisividad. Da igual, no es tampoco relevante.
Lo cierto y verdad es que los palos a favor vuelven donde solían, nuestros largueros parecen de nuevo más cercanos al suelo, los churros se tornan a favor , los árbitros son neutrales (o casi), y las figuras de los otros se lesionan en el momento justo.
Pues sí. La diosa Fortuna. Su existencia (o no), y su amparo (o no) es precisamente lo que contribuye a la enorme grandeza de este deporte y a justificar la enorme pasión que suscita.
Y tal parece que, por fin, llegados a este punto, Solari es también su amiguete.
Y todo este rollo porque el Real Madrid ha metido cinco.
Veremos el domingo…
Delenda est Moscardó.