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“Élite”: la serie y la realidad de la segregación escolar en España

El portal de series y películas online Netflix ha estrenado una nueva serie: Élite. Un reparto con caras conocidas de anteriores producciones exitosas como La Casa de Papel, narra las aventuras y desventuras de un grupo de jóvenes que estudia en el exclusivo instituto de Las Encinas.

No es el objetivo de este artículo analizar la serie como producto audiovisual, sino poner el foco sobre el marco en el que ésta se desarrolla: un centro educativo de élite (de ahí su nombre) donde la burguesía envía a sus hijos a formarse y empezar a establecer una red de contactos que les ayudará el día de mañana. Y es que quiénes acuden a este instituto son los hijos e hijas de grandes empresarios y diplomáticos. Gente con poder y dinero que reproduce su estirpe a través de estos centros de formación elitistas.

Cabe señalar también que esta “bonita” estampa la rompen tres alumnos, de origen humilde, que han llegado al centro gracias a una beca que les han otorgado a causa de que su instituto sufrió un derrumbe. Ellos no deberían estar ahí debido a la clase social a la que pertenecen, por lo que serán vistos como extraños en todo momento por el resto de alumnos.

Aquí hablamos de una ficción, pero en el mundo real existen centros como este a los que acude una minoría que luego desempeñará los puestos de responsabilidad en la sociedad. Un ejemplo es el colegio del Pilar, al que Salvados le dedicó un programa. Ubicado en el barrio de Salamanca, por él han pasado importantes políticos y empresarios. Otro, el St. Paul’s School, del barrio barcelonés de Pedralbes cuenta con 10.000 metros cuadrados de terreno, tres pistas polideportivas y dos gimnasios cubiertos. El coste de este centro está en torno a los 850€ al mes, pese a que recibe 1,6 millones de euros provinientes de subvenciones públicas.

Pero hay muchos más. El colegio alemán de Barcelona, por el que pasaron Jordi Pujol, Miquel Roca y Pascual Maragall, con una matrícula de 1250€ y una mensualidad de 800. The American School of Madrid donde acuden los hijos de Borja Thyssen y Carolina Herrera, y que tiene un coste de unos 2.000€ mensuales en secundaria, por citar solo algunos ejemplos de todas “las encinas” que hay en nuestro país.

¿Parten con las mismas oportunidades la hija de un albañil o de una limpiadora que la de un alto ejecutivo?

Lo primero que nos debería venir a la cabeza al conocer estas realidades es si realmente podemos hablar de igualdad de oportunidades en un escenario como este. Porque, ¿va a tener las mismas oportunidades a lo largo de su vida quien estudia en aulas masificadas y barracones, que quién acude a los centros de élite? ¿Parten con las mismas oportunidades la hija de un albañil o de una limpiadora que la de un alto ejecutivo? La respuesta obviamente es no. Mientras unos se educan para llevar las riendas de la sociedad el día de mañana, la mayoría en cambio obtiene una formación cada vez más devaluada con el objetivo de ser mano de obra barata.

¿Y por qué sacamos a relucir este tema ahora? A raíz de la intención del gobierno de presentar una nueva ley educativa. Debemos tener en cuenta que el debate sobre el modelo educativo es un tema recurrente en nuestro país. Con siete leyes educativas desde el inicio de la Transición, el mantra del “consenso” es una constante entre la opinión general, lógicamente influenciada por lo que los principales medios de comunicación trasladan. Pero en cambio lo que raramente está en el punto de mira es la acusada desigualdad en función del origen familiar de cada alumno, siendo este el principal debate que deberíamos abordar.

España ha repetido en 2017 como el segundo país con mayor abandono escolar en la Unión Europea, con una tasa del 18,3% de jóvenes entre 18 y 24 años que han abandonado de forma prematura los estudios, habiendo completado como mucho el primer ciclo de secundaria.

Un informe publicado en mayo por Save the ChildrenMézclate conmigo. De la segregación socioeconómica a la educación inclusiva”, decía literalmente que uno de cada diez centros escolares en España es un gueto. En dicho informe se denuncia que la segregación escolar en España no había hecho más que aumentar en los últimos años. Y es que otro de los efectos de los diez años transcurridos desde el inicio de la crisis económica es que dicho índice haya aumentado un 13,4% en nuestro país. Uno de los casos más significativos es el de la Comunidad de Madrid, la región con mayor segregación escolar en España (0,36) y que lidera el ranking europeo solo por detrás de Hungría.

En la misma línea desde la OCDE señalan que “la escuela no está sirviendo de contrapeso a las desigualdades económicas que sufren las familias”. La mitad de los estudiantes españoles de clases pobres se concentra en escuelas de condiciones depauperadas” señala Daniel Salinas, analista de PISA. Aunque sus declaraciones nos pueden parecer obviedades, no está de más destacar que hasta los más altos organismos como la OCDE (nada sospechosa de revolucionaria) denuncian esta situación.

Una vez que acabamos de ver los graves problemas que sufre nuestro sistema educativo (o más correctamente, la educación a la que acceden las clases populares) cabe plantearse si la reforma que quiere llevar a cabo el gobierno atajará de algún modo este problema. Pues bien, esta nueva ley pretende recuperar algunas características de la LOE, ley anterior a la LOMCE, la cual junto a las reformas del Plan Bolonia permitieron una mayor mercantilización de la educación.

La Formación Profesional, donde acude principalmente el estudiantado que procede de familias obreras frente a una Universidad cada vez más elitizada, es un nicho de mercado para centros privados y empresas, que se beneficiarán con esta reforma. Además, con la propuesta del gobierno las empresas privadas participarán en la redacción del contenido de las titulaciones.

Por otra parte, pese a que quita peso a la asignatura de religión, esta continuará presente en las aulas. Las reválidas se mantienen como forma de legitimar la competitividad. Y por último la escuela concertada seguirá jugando un papel principal situándose a la par que la escuela pública. Una reforma que en definitiva no aborda ninguna cuestión de fondo, de financiación o de gobernanza, y que profundiza en la brecha existente entre una minoría privilegiada y una mayoría de estudiantes para los que parece no haber interés ni recursos económicos suficientes para que puedan recibir una formación de calidad.

Es necesario por lo tanto que estudiantes, profesorado y familias se unan en la defensa de un sistema educativo público, de calidad y democrático, que ponga freno a la mercantilización acelerada que está sufriendo. Porque en el bicentenario del nacimiento de Marx sus palabras siguen plenamente vigentes: “Necesitamos otra educación para otra sociedad y otra sociedad para otra educación”.