El origen de la opresión femenina, la naturaleza del feminismo y el deber de los comunistas
El ímpetu femenino ha levantado a los patronos del viejo mundo, los ha revuelto y cambiado. Las facciones burguesas que hasta ahora dominaban se están transformando en otras nuevas. Los líderes, directivos y cabecillas de las empresas y ejércitos capitalistas han sido repuestos por mujeres que, en tanto demuestran una paulatina conquista de la igualdad política, perpetúan la desigualdad de clases.
La burguesía, a traspiés y tarde, está supliendo una consigna pendiente de su propio proceso histórico, está revolucionándose políticamente para no ser embullida por el devenir revolucionario de la clase proletaria. Está otorgando la plena igualdad entre mujeres y hombres obreros, la plena igualdad entre mujeres y hombres burgueses, y perpetuando la plena desigualdad entre obreros y burgueses; indiferentemente de su género.
El feminismo, así como el antiracismo, el sindicalismo o el antiimperialismo, es un movimiento espontáneo; no por su organización, sino por su naturaleza. Como respuesta de todas las capas sociales -exceptuando el sindicalismo- a una opresión tan descabellada como insoportable, general y visible. Es hijo bastardo del capitalismo, con la capacidad de renovarlo, reformarlo y transformarlo, pero no de derrocarlo.
Es necesario, entonces, repasar el origen exacto del feminismo, determinar si es un movimiento reaccionario o puede, en cambio, contener en sí elementos que propicien victorias a los oprimidos en sus intereses fundamentales; que no pueden ser otros que la toma del poder y la destrucción de toda desigualdad mediante la disolución de las clases sociales.
El origen de la opresión femenina y su desarrollo hasta el capitalismo.
La opresión femenina no puede ser atribuida a ningún Weltgeist o pacto inter-temporal y universal entre los hombres. Tampoco a ninguna diferencia biológica en los cuerpos de unos y otros; como en las ya desmentidas tesis sobre el mayor tamaño cerebral masculino y su superioridad frente al cerebro femenino(1). Tal cosa sería anticientífica.
La opresión de la mujer debe datarse, como un elemento estable e históricamente continuado, en la sociedad de clases. Todas las sociedades de clases han tenido a la mujer postrada ante el hombre, sin embargo, no todas las sociedades antes de la existencia de clases han postrado al género femenino; aunque sí muchas.
Se hacen interesantes los estudios antropológicos de Marija Gimbuta(2), resaltando una “Vieja Europa” donde grupos humanos neolíticos centroeuropeos estaban organizados bajo la matrilinialidad-matrilocalidad, que lejos de parecerse al ‘matriarcado‘, algo nunca sucedido en la historia humana, se asimilaban más a una concepción relativamente alta de las mujeres en la sociedad, sin estar nunca el hombre en una posición parecida a la de la mujer en el patriarcado; la herencia pasaba a los hijos a través de las madres, y eran los hombres los que debían mudarse al clan de la mujer-pareja para estar juntos, además del culto a las diosas.
La división en clases de las sociedades humanas viene dadas por el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, por el entonces aumento tecnológico-agrario, y los excedentes producidos. Con el excedente en la producción vino la necesidad en la división del trabajo; manos que controlaran, suministraran y comerciaran los materiales sobrantes, diferenciadas de las manos que producían el propio material. Así se sobrevino en la historia, a grandes rasgos, la primera clase opresora y la primera clase oprimida.
Es en este momento, en la aparición de las clases sociales, en el que la contradicción sexual propia de los homínidos, hasta ahora secundaria, toma relevancia en las sociedades humanas. Las mujeres de las clases dominantes fueron confinadas gradualmente a la carga de los hijos, a la labor reproductiva, quedando cada vez más alejadas de la producción social. Al no valerse de sus manos más que para engendrar nuevas manos se convirtieron en una articulación de los hombres, incluso en meras posesiones de éstos; así, una mujer de la clase opresora valdría más que un hombre de la clase oprimida, pero jamás más que un hombre de entre sus iguales.
Los campesinos y artesanos, así como el más triste de los esclavos, hicieron lo mismo con las mujeres de las clases oprimidas, en reflejo de las relaciones de poder dominante y las propias relaciones de producción. Sin embargo, es recalcable la posición social de éstas últimas, las cuales no tenían más valor que el de ellas mismas estando bajo el yugo de aquellos de entre sus iguales y de los hombres opresores, así como de las mujeres de los hombres opresores. La relación entre los géneros creaban aquí una estructura patriarcal de la familia, el hombre controlaba el excedente y regía totalmente sobre la mujer y los hijos.
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes” La ideología alemana, Marx.
Las relaciones de producción(3) que se hicieron vigentes al parto de la clases dieron, por la agudización, perpetuación y extrapolación de las contradicciones sexuales, fruto a la familia patriarcal. Que junto al arte, el sistema político y jurídico, y la religión llevaron la opresión sobre la mujer a su expresión ideológica. El género femenino quedó entonces encerrado para los siglos venideros, para todo el desarrollo próximo de la historia. Su opresión era legítima, lógica y obligatoria para todas las clases existentes.
La opresión femenina en el capitalismo
“Donde quiera que se instauró [la burguesía] echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas (…) .
La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares .
(…) [La burguesía] no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social.
(…) Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado.” El manifiesto Comunista.
El capitalismo es la cúspide última de la lucha de clases, de la sociedad de clases. Toma el mundo antiguo sobre el que se alza y los transforma, lo moldea a su imagen y semejanza; lo convierte todo para un fin: La acumulación de capital.
El capitalismo ha encontrado en la familia una unidad fundamental para su constante afán revolucionario, para la sobreexplotación de los mercados. Ha encontrado una unidad de reproducción de la fuerza de trabajo. La nueva familia que sobreviene con la llegada de la burguesía, la familia obrera, debe ocuparse de generar a las siguientes unidades de proletarios, a la par que garantizar su manutención. Sin embargo, aquí la mujer no está solamente encerrada en la casa y el hombre no es más patriarca que sobre la miseria, arrancado de cualquier excedente y sumido en el fetichismo burgués de la familia
Las mujeres obreras se ven obligadas, además de a ocuparse de sus hijos, a compaginar el trabajo del hogar con trabajos temporales, residuales o asfixiantes. Los capitalistas se ven incapaces de pagar a los hombres salarios dignos con los que permitir la familia ideal, la familia burguesa, la familia en la que la mujer es ociosa sin trabajo y el hombre es rey y señor de su dinero. Ésta familia no existe más que en los pocos burgueses de cada país.
Es entonces la familia obrera, la familia de concepción burguesa, el aparato mediador por el cual la mujer es oprimida en nuestros días, condenada a multiplicar los esclavos de éste mundo. Sin embargo, es útil recalcar: “Todo lo santo es profanado“, nada es inmóvil para la burguesía, ni siquiera la familia imaginada por ella a raíz de su nacimiento.
La primera ola: El comienzo del feminismo
Aunque se le quiera dar un origen ancestral en pensadoras griegas cómo Aristófranes (4), condesas medievales que enfrentaron a sus maridos cómo Matilda de Canossa (5), o incluso en monjas críticas y activistas por la libertad de la mujer (6), lo cierto es que el feminismo, cómo movimiento y fuerza, nace junto a un capitalismo por fin asentado, joven y seguro de sus intereses.
A finales del siglo XVIII los avances científicos permitían una mayor optimización y perdurabilidad de la clase obrera, así como de la clase burguesa. Cada vez menos niños morían en el parto y la infancia, o incluso en la fábrica. El aumento de la fuerza de trabajo, que se vio multiplicado, provocó la posibilidad de las siguientes revoluciones económicas en la burguesía.
La más importante de ellas, si obviamos el desarrollo anterior de las fuerzas agrícolas en el siglo XVII y S.XVIII que permitieron una mejor nutrición en Europa, fue la revolución industrial del siglo XVIII y siglo XIX.
El capitalismo había descubierto que mantener a las mujeres obreras recluidas en el hogar significaba un despilfarro de fuerza de trabajo, perdiéndose ésta en haceres más ajenos que la reproducción y cuidados de la siguiente generación de obreros, fueron entonces incluidas en masa a la producción social. Los nuevos aparatos domésticos, que las alejaban del tedio monótono, le permitieron un mayor “tiempo libre“, que bajo la miseria económica se transformaba en “tiempo asalariado“; trabajando en las fábricas de unos y otros señores.
Es en el propio siglo XVIII, en las entrañas de la revolución industrial, en Inglaterra donde surge la primera ola feminista. No desde las mujeres de la clase obrera, de la clase productora, las que conformaban el amplio número de oprimidas, sino desde las más altas y medias tribunas clasistas; en las que las mujeres estaban ociosas y podían incluso pensar sobre su opresión.
Es útil el ejemplo de la gran precursora feminista Mary Wollstonecrafto, la cual en su obra escrita en 1792, Vindicación de los derechos de la mujer (7), expone que las mujeres debían recibir un educación acorde a su posición social, ya que son esenciales para la nación al educar a los hijos que la heredarían.
La inclusión en masa de mujeres al trabajo asalariado, así como la promesa burguesa de la igualdad formal para todas las partes de la producción, levantaron la contradicción en las capas femeninas más o menos ociosas. Educación, reproducción socializada (guarderías, comedores, etc.), mayor acceso a la medicina, mejores salarios… Fueron solo algunas de las solicitudes femeninas al sistema burgués; muchas de las cuales, como la reproducción socializada, no fueron dadas por la imposibilidad de existir dentro de la lógica capitalista. Sin embargo, las clases medias y altas pudieron suplir la consigna, y sentirse gratas, al poder comprar mano de obra y genera la reproducción privada, es decir, mujeres obreras que cuidasen de sus hijos.
La segunda ola: La equiparación política de las mujeres
Sería ilusorio decir que las sufragistas inglesas y norteamericanas, lideradas por Emmeline Pankhurst, pensaban que con la consigna del derecho al voto las mujeres obreras podrían presentarse a la presidencia ¿Acaso tenían tiempo o fuerzas? ¡Estaban demasiado ocupadas trabajando en las fábricas y en el cuidado de los hijos propios y ajenos!
La consigna feminista de la primera ola solo había encerrado a la mujer obrera en una jaula mayor, mientras que había convertido los barrotes de las jaulas femeninas-burguesas en finos cristales. Era cuestión de tiempo y perseverancia que la lógica de producción capitalista les diera a las mujeres de los patronos un sitio en los sillones parlamentarios, en las mesas fabriles y en los discursos presidenciales; las mujeres obreras no poseían ni el tiempo ni el dinero para tal empresa, sin embargo, las mujeres burguesas sí, sacados del sudor de las primeras.
Las defensoras de los derechos de las mujeres burguesas desean adquirir derechos políticos para participar en la vida política. Las mujeres proletarias solo pueden seguir el camino de las luchas obreras, lo opuesto de poner un pie en el poder real por medio de estatutos básicamente jurídicos. Rosa Luxemburgo.
El movimiento feminista, o movimiento burgués-femenino, al ser de naturaleza burguesa responde a las fluctuaciones capitalistas, a los periodos de expansión y de crisis. La primera ola se concatenó con la revolución industrial, las mujeres incluidas en masa a la producción resaltaron las contradicciones existentes entre ellas y los hombres. Le siguió un derrumbe del movimiento femenino coincidiendo con “La Gran Depresión” de 1873 y 1896. Las mujeres de las clases medias y altas volvieron a ser recluidas al hogar tan pronto como el sistema entró en crisis.
La segunda ola feminista, a mediados del siglo XIX tras la segunda guerra mundial, corresponde a la edad dorada del capitalismo. Y ésta segunda ola cayó tan pronto como se sobrevino la siguiente crisis capitalista; en 1973-1983 (8). Sin embargo es la ola más interesante, ya que es la que nutrirá a las ideólogas feministas de las siguientes épocas.
Los conflictos entre el movimiento obrero femenino y el movimiento burgués femenino
Las olas feministas también coincidieron con los movimientos revolucionarios de las clases oprimidas en un contexto histórico, aunque nunca en contextos locales. Es decir, en la práctica, las mujeres y los hombres obreros que estaban instruidos en la lucha de clases renegaban siempre de la lucha feminista. Así, mientras en la Irlanda revolucionaria de 1916, apostando los obreros por su independencia y socialización, el movimiento feminista estaba derrotado. En la Irlanda de 1950, con los obreros y obreras revolucionarios ahogados en sangre, el movimiento feminista se situaba al alza. Lo mismo podría decirse de los EEUU de 1920 y los EEUU de 1980. O de la España de 1930 y la España del 2000.
La imposibilidad de coexistencia entre el movimiento revolucionario y el movimiento feminista es debido, cuando la derrota es feminista en compensación del auge revolucionario, a la comprensión de las amplias masas oprimidas acerca de la cuestión femenina. No desean [el proletariado] ser juzgados por mujeres, despedidos y contratados por mujeres, desahuciados por mujeres o reprimidos por mujeres más que por hombres. Desean no ser juzgados, despedidos o contratados, desahuciados ni reprimidos.
Por supuesto que las mujeres obreras necesitan acabar con el machismo y enterrar a los deshechos feudales de la familia. Pero no a costa jamás de otras obreras inferiores, pues ellas no tienen tras de sí a mujer alguna; cosa que no ocurre con las mujeres burguesas.
Este choque ideológico, que es el choque ideológico entre las ideas de clases y las ideas destinadas a destruir todas las clases, se ha plasmado en las consignas levantadas por unas y otras mujeres marxistas a lo largo de la lucha proletaria internacional. A nombrar algunas: Inessa Armad, Alexandra kollontai, o Rosa Luxemburgo.
Mientras exista el poder burgués, la obrera, la campesina, no podrá escapar de esa triple servidumbre, que es la base sobre la que reposa el régimen capitalista y sin la que no puede existir. InsessaArmand.
Las feministas buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de ninguna manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para ellas mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes. No acusamos a las representantes del movimiento de mujeres burgués de no entender el asunto, su visión de las cosas mana inevitablemente de su posición de clase… Alexandra kollontai.
El deber de protestar contra la opresión nacional y de combatirla, que corresponde al partido de clase del proletariado, no encuentra su fundamento en ningún «derecho de las naciones» particular, así como tampoco la igualdad política y social de los sexos no emana de ningún “derecho de la mujer” al que hace referencia el movimiento burgués de emancipación de las mujeres. Estos deberes no pueden deducirse más que de una oposición generalizada al sistema de clases, a todas las formas de desigualdad social y a todo poder de dominación. En una palabra, se deducen del principio fundamental del socialismo. Rosa Luxemburgo.
¿Qué hacer en nuestro momento actual?
El movimiento femenino burgués ha tomado Europa como su bastión en tanto el movimiento comunista se encuentra aún en su mayor crisis. Los comunistas han vuelto a ser minoría frente al reformismo y la lucha más espontánea de las masas obreras.
Sin embargo es un momento de gran importancia para el Movimiento Comunista Internacional, aún enfermo. Se sobreviene sobre Europa otra gran crisis, los economistas burgueses han empezado a aceptarla y la datan para el año 2.020 (9); aunque probablemente el proletariado note su presencia a mediados y finales del año 2019. El movimiento feminista entrará, junto a la burguesía, en otra crisis, aunque esta vez más estable, pues sus consignas posibles han sido ya tomadas. Las facciones feministas se enfrentarán y la mujer obrera quedará desnuda ante las inclemencias, aunque no vacía, la lucha ha templado a una gran vanguardia femenina. Es necesario predecir qué caminos son, los que con toda probabilidad, tome o esté tomando ya la pugna burguesa del movimiento femenino. Y asentar las bases para una estrategia de reconfiguración comunista en torno a la cuestión de la mujer.
• Los caminos de la decadencia burguesa-femenina
1-Los sectores más radicales del feminismo, que son los que cogen mayor resonancia ante los atropellos del maltrato masculino, optarán por la vía idealista, por la creación de instituciones “aisladas” -nunca están lejanas de la lógica y el sistema capitalista– para la defensa de la mujer. Véase los colectivos no-mixtos o los postulados de la ‘cuarta ola’ que ya han sido introducidos en España; en el medio Kamchatka (10) puede leerse:
“¿Qué es el separatismo feminista? La separación feminista es la separación en grados diversos de los varones y de sus instituciones, de relaciones, roles y actividades que están definidos por varones, dominados por varones, y que actúan en beneficio de los varones. El separatismo feminista en negarte a mantener de algún modo los privilegios y el poder masculino. El separatismo puede tomar muchas formas: romper o evitar relaciones cercanas o íntimas con varones; no ver ni colaborar con medios machistas; ser ruda con varones misóginos; no tolerar ninguna muestra de machismo ante ti; negarte a debatir cuestiones sobre la mujer que no son debatibles; formar grupos artísticos integrados solo por mujeres; incluir solo a mujeres en alguna actividad o reunión; organizarte solo en colectivos o grupos de mujeres, negándote a participar en cualquier grupo mixto.”
2- En la segunda ola, en el mayor momento de confrontación ideológica entre el proletariado revolucionario y las vanguardias feministas, el movimiento femenino burgués tuvo que adoptar la palabra “liberación” frente a la palabra igualdad. Pues los obreros, en su ofensiva clasista, jamás iban a permitir la igualdad sobre la explotación. En USA ésta idea caló en el, por entonces, envalentonado Partido Comunista. En Europa caló en donde los Partidos habían aceptado doctrinas pacifistas y no-hostiles frente a la burguesía (eurocomunismo). La liberación se olvidó tan pronto como desapareció el debate. Aunque ahora, en las cercanías de una nueva crisis, las obreras más templadas por la lucha, en su sinceridad, intentan levantar el “feminismo de clase“; donde la palabra liberación vuelve a estar en énfasis. Esta vez no han sido las hordas revolucionarias quienes, en el debate, han forzado a las burguesas a aceptar corrientes liberadoras para no desquebrajarse ¡Han sido una parte importante de las propias obreras en las que se apoyan!
3- La institucionalización burguesa. Los progresos conseguidos y los techos de cristales rotos han valido a las mujeres de los estratos altos y medios para conseguir la victoria feminista. Ya no hay más lucha [para ellas] que contra el costumbrismo machista que anida en la sociedad. Una parte importante de las organizaciones feministas desaparecerán en un completo silencio.
Las más altas feministas desaparecerán, otras se aislarán y la masa obrera-femenina seguirá. Seguirá luchando aún a solas, tomada por los elementos revisionistas o por la propia inercia de una lucha infinita hasta disolverse. No es el deber de los comunistas ignorar aquel movimiento que sea general en la masa, y el movimiento feminista es general en la masa de obreras. Sin embargo, tampoco es útil dejarse arrastrar por la espontaneidad de las luchas, los comunistas debemos estar en sus mismas trincheras, enseñando y aprehendiendo; pues ellas han luchado mientras nosotros dormíamos. Nuestro papel ante un movimiento feminista colapsante, vacío de toda vanguardia burguesa ahora victoriosa y residual, debe ser el mismo que ante los sindicatos asimiliados por la burguesía, Lenin lo atajó así:
Durante toda una serie de años, Engels insistió tenazmente en que los marxistas ingleses cometían un error al actuar de modo sectario, al no saber sumarse al instinto de clase de las Trade Unions (sindicato inconsciente, pero poderoso), al transformar el marxismo en un ‘dogma’ cuando lo que debe ser es ‘una guía para la acción’.
Cuando existen condiciones objetivas que frenan el desarrollo de la conciencia política y de la independencia de clase de las masas obreras, hay que saber trabajar mano a mano con ellas pacientemente, con firmeza, sin hacer concesiones en los principios, pero sin renunciar a actuar en el centro mismo de las masas obreras.
Los marxistas no son huéspedes casuales en el movimiento obrero. Saben que tarde o temprano todos los sindicatos adoptarán su posición sobre la base del marxismo. Están convencidos de que el futuro pertenece a sus ideas y, en consecuencia, no fuerzan los acontecimientos, no aguijonean a los sindicatos, no les cuelgan rótulos ni los dividen. Tampoco puede dejar de parecernos un absurdo ridículo y pueril las disquisiciones pomposas, muy sabias y terriblemente revolucionarias de los izquierdistas alemanes, quienes afirman que los marxistas no pueden ni deben actuar en los sindicatos reaccionarios, que es permisible renunciar a semejante actividad, que es preciso abandonar los sindicatos y organizar sin falta una ‘unión obrera’, completamente nueva y pura, inventada por comunistas muy simpáticos (y en la mayoría de los casos, probablemente, muy jóvenes), etc, etc.
Pero es tal, precisamente, la estupidez en que incurren los comunistas alemanes ‘de izquierda’, los cuales deducen del carácter reaccionario de los cabecillas sindicales la conclusión de que es preciso… ¡salir de los sindicatos! ¡Renunciar a actuar en ellos! ¡Crear formas de organización obrera nuevas, inventadas!
Una estupidez tan imperdonable que equivale al mejor servicio que los comunistas pueden prestar a la burguesía. Para saber ayudar a ‘las masas’ y conquistar su simpatía, su adhesión y su apoyo no hay que temer las dificultades, las cicatrices, las zancadillas, los insultos y las persecuciones por ‘los jefes’ y se debe actuar sin falta allá donde estén las masas. Hay que saber hacer toda clase de sacrificios y vencer los mayores obstáculos para efectuar una propaganda y una agitación sistemáticas, tenaces, perseverantes y pacientes precisamente en las instituciones, sociedades y asociaciones, por reaccionarias que sean, donde haya masas proletarias o semiproletarias. Y los sindicatos son cabalmente las organizaciones donde están las masas.
(1) Sex beyond the genitalia: The human brain mosaic. November 30, 2015; Daphna Joel, Zohar Berman, Ido Tavor, Nadav Wexler, Olga Gaber, Yaniv Stein, Nisan Shefi, Jared Pool, Sebastian Urchs, Daniel S. Margulies, Franziskus Liem, Jürgen Hänggi, Lutz Jäncke, and Yaniv Assaf
(2) The Language of the Goddess; María Gimbuta.
(3) opresor-oprimido; Todo desarrollo histórico y concreto que haga ajeno al esclavo, artesano, campesino u obrero de aquello que produce, y propio de la fuerza de trabajo que le es remunerada o devuelta en cualquier forma y menor cantidad.
(4) En sus obras críticas con el sistema patriarcal de la Grecia antigua: Lisístrata, Las Asambleístas y Las Tesmoforias
(5) Hombres y mujeres de la Edad Media; Jean Claude Maire-Vigueur
(6) Arboleda de los enfermos / Admiración Operum Dei; Teresa de Cartagena.
(7) O su título en original en inglés; A Vindication of the Rights of Woman: with Strictures on Political and Moral Subjects
(8) “En 1973, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), presentándolo como represalia por el apoyo occidental a Israel en la guerra del Yom Kippur, decidió incrementar el hasta entonces durante décadas estable y bajo precio del petróleo (2-3 dólares por barril). Los grandes perjudicados no fueron los EEUU, que contaban con un cierto grado de independencia energética, sino Europa Occidental, Japón y los países menos desarrollados.
A la crisis energética vino a sumarse la del sistema de Bretton Woods. El déficit comercial norteamericano y el abandono de la convertibilidad en oro del dólar introdujeron inestabilidad en el sistema monetario internacional. El desempleo y la inflación se instalaron permanentemente en el escenario económico.
Un gran aumento adicional del precio del petróleo en 1979 agudizo los problemas. Un nuevo término económico se hizo popular: stagflation (estancamiento con inflación). En 1979-1981, los incrementos del IPC superaron el 10%, lo que, desde 1950, sólo había ocurrido en 1974. Para combatir la inflación, se adoptó una política monetaria restrictiva que acabó venciéndola, pero al precio de un aumento del desempleo, que llegó a casi el 10% en 1982-1983, y de un crecimiento del PIB per cápita negativo (-1%) en 1980-1982. A partir de 1983, la economía norteamericana recuperaría la senda del crecimiento”. Rafael Dobado Gonzales en La Nueva Sociedad.
(9) Mdf Family partners recomienda a sus clientes prepararse para un cambio de ciclo en la economía global. Nota Resumen Marzo 2018.
(10) https://www.kamchatka.es/es/cuarta-ola-feminismo-liberacion