La reafirmación anti Maduro de la izquierda como condición necesaria para condenar el golpe
En la mayoría de los lugares del mundo, la izquierda está derrotada. Uno de los más perfectos exponentes es Gustavo Petro, el principal dirigente del campo progresista colombiano. Hay otros muchos ejemplos, prácticamente la mayoría de los dirigentes de los espacios políticos que hasta hace unos lustros, ocupaban los partidos comunistas.
El problema de fondo es no haber sido capaces de dar una respuesta a la brutal manipulación mediática contra la Revolución Bolivariana de Venezuela. La derecha internacional comprendió rápidamente que un gobierno que nacionalizase sus recursos naturales y sus sectores estratégicos, no iba a ser un buen ejemplo para sus intereses. Por lo que el boicot, tanto mediático como económico comenzó pronto. El primero en 1.999, culpando a Hugo Chávez del mal manejo de una crisis provocada por la naturaleza, a unos minutos de haberse producido y a sabiendas de que los empresarios que le habían prometido ayudar, lo iban a dejar tirado sin previo aviso. El segundo comenzó un poco más tarde, en 2.003, con el paro petrolero impulsado por la patronal Fedecámaras. Desde ahí el ataque cobró dimensión internacional.
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El tiempo demostró que el miedo de la derecha estaba justificado. Bolivia, Haití, Nicaragua, Ecuador, Paraguay, El Salvador y México si no hubieran hecho fraude electoral en 2006 y 2012… Siguieron el ejemplo de la Venezuela Bolivariana. Como la izquierda alternativa nunca ha contado con un medio de comunicación de alcance nacional, la respuesta a los ataques mediáticos, o no se daba, o era insuficiente.
Llegó un momento en que la Batalla de las Ideas con respecto a Venezuela, simplemente se perdió. Una gran parte de la izquierda, con más aspiraciones electorales cortoplacistas que valores políticos, asumió la situación tragando el discurso de sus enemigos.
De un día para otro pasaron de defender al gobierno de Venezuela, a hacer suyas las mentiras con las que la oligarquía manipula para recuperar el petróleo de la nación suramericana. De esta manera no tenían que enfrentarse a la intensa y prolongada manipulación mediática, que ha instalado en el imaginario colectivo argumentos contra el gobierno hoy ostentado por Nicolás Maduro, y que se necesitan muchas y profundas explicaciones para desarticularlos.
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Pero, ¿esto afecta a la izquierda fuera de Venezuela? Por desgracia ya hemos visto que sí. Al dar un paso atrás y dejar espacio libre a la derecha para que manipule, ya sin resistencia y a su antojo, sobre Venezuela, se llega a un punto en el que todo lo que han hecho Chávez y Maduro está mal.
Por lo tanto si la izquierda, por ejemplo de Colombia, quiere instalar una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Constitución, la oligarquía local solo tiene que clamar que Gustavo Petro quiere convertir a Colombia en Venezuela, y la izquierda, por aquello de no perder muchos votos, retira la propuesta. Un valor fundamental de la personalidad política de la izquierda menos. Tras hacerlo varias veces, la propuesta de la izquierda se convierte en una suerte de neoliberalismo light que no tocará los intereses de los poderosos, por lo que, irremediablemente, no podrá ser favorable a los de los trabajadores.
Gustavo Petro, líder de Colombia Humana, es uno de los dirigentes de la izquierda que se ha visto afectado por esta situación que él mismo ha provocado, al abandonar la trinchera ideológica en la batalla por la hegemonía cultural. El año pasado ya tuvo que moderar sus propuestas políticas para evitar un ataque mediático que de todas formas sucedió, y durante el fin de semana ha intentado posicionarse contra el golpe de estado, teniendo que hacer auténticas florituras para que no se le identificase con Nicolás Maduro.
Repitió varias veces que no estaba ni con Juan Guaidó ni con Nicolás Maduro como justificación previa para rechazar el golpe de estado. Llegó a igualar a Nicolás Maduro como el expresidente fascista Álvaro Uribe Vélez, expresando que ambos se mantienen sobre fusiles, cuando al venezolano no se le conoce la fabricación de falsos positivos, ni invasión con muertes en países vecinos, ni censura en medios de comunicación, ni represión contra su oposición.
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Esta izquierda, iguala en bandos al gobierno legítimo, y a los golpistas. Además de ser un gobierno como el venezolano, que pese al boicot económico que sufre por parte de una potencia como Estados Unidos (EEUU), apoyado internamente por la oligarquía, logra continuar con su agenda social, entregando casas y comida a los trabajadores. Sosteniendo el sistema de pensiones y manteniendo gratuitas la sanidad y la educación, y lo que es más importante: no dando su brazo a torcer frente al imperialismo, manteniendo los recursos naturales en manos públicas.
Esos ejemplos que deberían ser reivindicados por la izquierda -sin complejos-, han sido arrollados por los argumentos de la derecha, que en pleno golpe de estado observa cómo sus opiniones son reproducidas por sus enemigos políticos, que de paso abonan el camino para el triunfo del golpe, ya que permiten el nacimiento de uno de los argumentos que más daño pueden hacer: “ni la izquierda apoya a Nicolás Maduro“, ya que fortalece la matriz mediática que intenta imponer que el gobierno de Venezuela está solo.
Atendiendo a los resultados electorales de los que han traicionado públicamente sus ideales, ¿han valido la pena los pasos atrás dados?