Julio Llamazares: “Velar por la memoria histórica es responsabilidad de todos”
Julio Llamazares lo ha vuelto a hacer. El escritor leonés, quien lleva más de tres décadas de magnífica carrera literaria, nos ha abierto una vez más la puerta de su alma artística y, en este caso, viajera. Impasible ante las modas, auténtico y fiel a ese estilo intimista que caracteriza su prosa, Llamazares acaba de cerrar uno de los proyectos más importantes de su vida con la publicación de “Las rosas del sur”, novela de viajes en la que narra su peregrinación por las catedrales del sur de España y que supone la continuación de “Las rosas de piedra”.
Si en “Las rosas de piedra”, obra publicada en el año 2009, acompañábamos al viajero a través de un fascinante recorrido por las catedrales septentrionales, en “Las rosas del sur” retomaremos ese mismo viaje conociendo las catedrales del sur de la península, completando así un itinerario que contempla las 75 rosas de piedra brotadas en nuestro país. Desde Santiago de Compostela hasta la catedral de Los Remedios de San Cristóbal de La Laguna. Una narración que fluye a través de un río de tinta y pasión que culmina tras más de 12 años y 1200 páginas escritas.
“Las Rosas del sur” es un libro ideal para todo aquel que se quiera impregnar de la esencia literaria de un autor excepcional y conocer las costumbres de la mitad meridional de nuestro país a través de la descripción de los viajes, los diferentes caracteres y esa historia que los muros de las catedrales han logrado retener durante siglos. Todo esto de la mano de un autor que sabe cómo describir cada latido de la “ciudad de Dios y el hombre”. De un nómada que un día decidió partir desde una ciudad ficticia en busca de cultura y belleza. A continuación, hablamos con Julio Llamazares sobre esta última novela que él mismo define como “un recorrido quijotesco”.
P-. Ya han pasado varios meses desde la publicación de Las rosas del sur. ¿Qué acogida ha tenido este proyecto tan grande y artesanal en estos tiempos de consumo rápido? ¿Siguen teniendo las catedrales y la literatura un lugar en nuestra sociedad?
R-. Por supuesto que las catedrales y la literatura siguen teniendo un lugar en nuestra sociedad, otra cosa es cuál sea éste. Respecto de la acogida que mi libro ha tenido creo que ha sido la misma de la primera parte del proyecto, no ha variado. No hablo de datos de ventas, que aún no conozco.
P-. Su proyecto, salvo por casos como el de Justo Gallego, ha sido muy ortodoxo a la hora de tratar únicamente sobre catedrales. ¿Qué es para Julio Llamazares una catedral y qué lugar han tenido a la hora de definir su personalidad?
R-. El proyecto se ha ceñido a las catedrales existentes actualmente en España. Solo ha habido dos excepciones: la excatedral de Roda de Isábena, en Huesca, que dejó de ser catedral hace varios siglos pero cuya singularidad (es la catedral situada en el pueblo más pequeño de las que hay en el mundo: 30 o 40 habitantes), así como su influencia en la delimitación de las actuales diócesis aragonesas y catalanas, me llevaron a incluirla, y la de Mejorada del Campo, que no es técnicamente una catedral, puesto que ni siquiera tiene licencia de construcción, pero que constituye un empeño “catedralicio” de su autor, Justo Gallego, quijotesco y admirable, pues lleva toda su vida levantando una “catedral” él solo, y con el que yo me siento identificado, pues no menos quijotesco es recorrer una detrás de otra las 75 catedrales españolas, que es lo que he hecho en “Las rosas de piedra” y “Las rosas del sur”.
Para mí una catedral es más que un edificio religioso, por supuesto.
P-. En su obra podemos recorrer los diferentes estilos y la historia de nuestra península. A medida que nos acercamos al sur vamos observando la hermosa influencia del mudéjar en el arte y la arquitectura ¿Es lógico renegar de todas las raíces culturales del pasado y hablar de una única España en un país que nuestro patrimonio demuestra tan diverso?
R-. No, no es lógico. Pero es que tampoco es posible. España es un hojaldre de culturas y sin todas ellas no se entiende. Pasa lo mismo con cada catedral.
P-. Las catedrales históricas no solo son los árboles genealógicos donde se hallan nuestras raíces culturales, sino que también representan las distintas fases de nuestro país, las diferentes formas de sentir la religión a través del tiempo. ¿Qué cree que pensarán las generaciones futuras sobre nuestra personalidad atendiendo a las construcciones actuales?
R-. A saber. Si ni siquiera sé lo que piensa ésta como para imaginar las que vendrán después.
P-. En su libro, el viajero recorre todas las catedrales del sur y se pasa el día en ellas. Conoce la esencia de sus ciudades, relata sus costumbres, se describe la personalidad de cada lugar. Pero no deja de sorprender una acertada crítica al sistema. ¿Cuál es la peor lección que se puede aprender de la privatización de la cultura y el patrimonio?
R-. La peor (o la mejor, si se corrige) es que la conversión de las catedrales en museos las mata el alma, como a las ciudades. No olvidemos que una catedral es una ciudad en sí misma: la ciudad de Dios en la Tierra.
P-. Usted comenzó su andadura visitando la Almudena de Madrid. La definió como una catedral artificial para una ciudad ficticia. La Almudena ha sido foco de atención últimamente por la exhumación de Franco. ¿Cuál es la responsabilidad de los gestores de las catedrales con la Memoria Histórica?
R-. La misma que la de todos los demás. Velar por la memoria de un país es responsabilidad de todos, no de unos pocos solamente.
P-. Creo que fue en Plasencia donde usted escuchó a dos jóvenes hablando y cuando uno le preguntaba a su amigo de qué siglo sería la catedral el otro le respondía: “No lo sé, yo soy de aquí”. ¿Qué pueden hacer las ciudades para fomentar el conocimiento de sus ciudadanos sobre sus lugares emblemáticos?
R-. Lo primero abrirlos a la gente. Y lo segundo concienciar a los vecinos de que el patrimonio es suyo, no de la Iglesia o del Ayuntamiento o del Estado. En tanto que no se consiga eso no habremos avanzado nada.
P-. Se puede percibir en su largo relato que usted es un viajero experimentado, con un cierto conocimiento sobre catedrales, además de un amante del románico. ¿Cree que se disfruta más de la visita si se parte de unos ciertos rudimentos sobre historia del arte?
R-. Por supuesto. El conocimiento, del tipo que sea, ayuda a disfrutar más de cualquier contemplación. De eso no tengo ninguna duda. Pero tampoco hay que ser un experto en arte o en historia para degustar más una catedral, de la misma manera en que no hace falta haber estudiado geología o botánica para disfrutar de un paisaje. El conocimiento ayuda, pero no es imprescindible.
P-. Usted habla de las catedrales como el corazón de las ciudades. ¿Qué otros órganos indispensables considera que poseen las urbes históricas?
R-. Depende de cada ciudad. Pero en las ciudades del mundo cristiano el edificio principal suele ser la catedral cuando la tienen, puesto que suele ocupar el lugar central y el que ocupa el espacio de antiguas construcciones que han ido conformando la historia y el trazado urbanístico. Aparte de su carácter de faro espiritual y arquitectónico.
P-. Para finalizar, ¿qué proyectos tiene usted para el futuro?
R-. Alguno. Pero aún son sólo eso: proyectos.