Ni machista ni feminista: ¿incultura o ideología?
En los últimos meses, impulsado por la aparición de la cuarta ola feminista, estamos viendo como distintas figuras públicas –hombres y mujeres– realizan afirmaciones del tipo “yo no defiendo ni el feminismo ni el machismo; defiendo la igualdad”. Esta frase, que es una contradicción en sí misma, refleja la ignorancia de quien la proclama, pero puede llegar a ser muy peligrosa cuando el emisor es un personaje público con cierta influencia en la sociedad.
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Solo con mirar la definición de la RAE, que supone una aproximación muy básica, podemos comprobar que “feminismo” no es el antónimo de “machismo”:
- Machismo:
- m. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.
- m. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón.
- Feminismo:
- m. Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.
- m. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo.
Feminismo significa igualdad. Por tanto, ¿por qué es tan difícil para algunas personas decir que son feministas? ¿Acaso no defienden la igualdad? Sigue existiendo cierto miedo a declararse feminista, quizás por desconocimiento, quizás por determinación ideológica.
La falacia del punto medio
Muchos de los personajes públicos que han dicho alguna vez esta frase caen en lo que se denomina “falacia del punto medio”. De forma general, tendemos a creer que una postura equidistante, alejada de los extremos, resulta útil para alcanzar acuerdos y no perjudicar a ninguna de las partes. Por este motivo, muchas celebridades asumen lo que ellos consideran una postura integradora, con el fin de no ofender a su público. ¿Dónde está la falacia? En que se están basando en criterios subjetivos y, en este caso, erróneos: considerar que machismo y feminismo son antónimos y situarse en el “punto medio” es un disparate que podrían haber evitado solo con abrir un diccionario.
Si el problema es de ignorancia… ¡educación!
Cuando alguien contrapone el feminismo al machismo por ignorancia existe un halo de luz. La solución tiene nueve letras: educación. Y no se trata de que la persona en cuestión tenga una cultura general más o menos avanzada, que haya estudiado en la universidad o que tenga estudios básicos. Se trata de una falta de educación en igualdad, uno de los déficits más grandes de nuestro sistema.
Todos y todas, sin excepción, nos hemos criado en un sistema capitalista y patriarcal. Nadie está libre de tener actitudes, pensamientos o acciones que derivan de una educación machista. Y para modificar el sistema -y nuestros pensamientos- debemos pasar de cuestionarlo a destruirlo: la única forma de cambiar una sociedad machista es a través de la educación en igualdad.
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Para que un cantante famoso deje de decir que él no es machista ni feminista, debemos incluir la igualdad entre hombres y mujeres en proyectos educativos desde la primera infancia. Eliminar los contenidos sexistas en los libros de texto; trabajar junto a las familias para romper estereotipos de género; formar al profesorado en cuestiones de igualdad; educar en el respeto, la tolerancia y la no violencia; o fomentar el uso de juguetes y espacios neutros resulta esencial para conseguir una sociedad realmente igualitaria.
Si el problema es ideológico… ¡No pasarán!
Para conseguir una educación en igualdad necesitaremos muchos, muchos años y, desgraciadamente, mucho pesar en el camino en forma de abusos y violencia.
Pero… ¿Qué pasa si el problema no es de ignorancia sino puramente ideológico? ¿Qué pasa cuando la persona que argumenta “ni machismo ni feminismo” lo hace creyendo firmemente en lo que dice, porque cuestiona la misma existencia del feminismo y, por tanto, de la igualdad?
El feminismo se ha convertido en una amenaza para las clases dominantes (integradas por hombres y mujeres), aquellas que mantienen privilegios de clase dentro del sistema patriarcal. El feminismo -como elemento que pretende derrocar una sociedad capitalista y patriarcal, base de la opresión de la clase trabajadora y de las mujeres–, provoca el rechazo de la ultraderecha porque la victoria de las mujeres podría ser el primer paso para que otros sectores oprimidos se unieran para desestabilizar todas las estructuras de poder del sistema capitalista.
Por este motivo, el feminismo se ha convertido en uno de los caballos de batalla de la ultraderecha, cuya presencia en Europa es cada vez más relevante y refleja un escenario alarmante para la igualdad.
La extrema derecha está presente en los parlamentos nacionales de la UE y en algunos incluso gobiernan o forman parte del Ejecutivo. Los próximos meses están llenos de citas electorales en España, un país en el que la ultraderecha de VOX ha entrado por Andalucía, y cuyo auge y expectativas auguran un escenario negro para muchos colectivos, entre ellos, las mujeres. Como muchos de sus aliados de Europa, VOX mantiene un discurso fácil, plagado de tópicos, en el que la desinformación y la confusión se mezclan con la repetición de mensajes falsos que contentan a una parte del electorado.
>>Andalucía, VOX y el cuento de la criada<<
La ultraderecha en España pretende devolvernos al pasado y echar por tierra las conquistas en igualdad, perpetuando la violencia estructural contra las mujeres en todos los ámbitos. Y no solo la extrema derecha ha adoptado este discurso: la derecha “tradicional” ha asumidos sus tesis para atacar al movimiento feminista, desprestigiando su lucha y haciendo más visible un discurso abiertamente machista que siempre había estado latente.
Luchar contra la lacra de la extrema derecha es el mayor reto que tenemos hoy en día ya no solo como mujeres, sino como sociedad. La ultraderecha es el reflejo más descarado de un sistema capitalista que esclaviza a toda la clase obrera, con más énfasis en la mano de obra femenina; un sistema capitalista que tiene en la ultraderecha misógina su herramienta para someter a las mujeres y reproducir la desigualdad a todos los niveles, negando la violencia machista y persiguiendo al feminismo como en su día persiguieron a las brujas. Pero esta vez no conseguirán quemarnos.