Brenton Tarrant y el fascismo histórico desde Nueva Zelanda
El pasado viernes dos mezquitas de la ciudad neozelandesa de Christchurch fueron víctimas del que parece ser el peor ataque terrorista en la historia del país. El fascista australiano Brenton Tarrant, autor de los tiroteos, dejó 50 muertos y más de 40 heridos según confirmó la primera ministra Jacinda Ardern.
Tarrant se define como un “hombre blanco normal” que pretendía “cometer una barbarie para evitar otra mayor” y para “enseñar a los invasores que nuestras tierras nunca serán sus tierras, nuestra patria nunca será la suya, al menos hasta que el hombre blanco viva, y que nunca conquistarán nuestro país y nunca sustituirán a nuestra gente”, tal y como relata en el manifiesto que compartió con la primera ministra minutos antes de cometer los atentados que grabó con una cámara adherida a su casco.
En una comparecencia, Ardern ya adelantó que este había viajado por distintas partes del mundo. Pasó temporadas largas en Turquía y en 2016 hizo una gira por Serbia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina y Croacia en la que se detuvo en los escenarios de batallas históricas, señaló a la agencia Reuters el fiscal jefe, Sotir Tsatsarov. En 2018 fue el turno de Bulgaria, Rumanía y Hungría. En el manifiesto, Tarrant señala que viajó a España, Francia y Portugal en 2017 y ese año se decidió a cometer el ataque terrorista.
Debemos mencionar la decoración del arma asesina que denota una gran carga simbólica. Un fusil negro que junto a cartuchos de cargas se ornamenta de inscripciones entre las que aparecen los siguientes personajes y acontecimientos históricos: David Soslan, rey consorte de Georgia que combatió a los musulmanes en los siglos XII y XIII; Marco Antonio Bragadin, oficial veneciano que combatió a los otomanos en el siglo XVI; la batalla ruso-turca de Kagul en 1770; aparece el número catorce en honor a un lema supremacista del mismo número de letras acuñado por David Lane, miembro del Ku Klux Klan.
Cabe resaltar el nombre de Josué Estébanez, militar nazi que mató al antifascista Carlos Palomino en el año 2007 en el metro de Madrid. Estébanez se dirigía a una manifestación racista de Democracia Nacional y agarró su navaja contra Carlos, que se dirigía a una contramanifestación. Según la sentencia que en 2009 lo condenó a 26 años de prisión por asesinato con agravante de odio ideológico, su intención era “agredir a cualquiera de los jóvenes con el menor pretexto por su enfrentada divergencia de pensamiento”.
Sin lugar a duda se trata de un nuevo ejemplo que muestra la organización y eficacia del fascismo abanderado actualmente por sistemas y representantes. Para ahondar aún más en el tema recomiendo la lectura del artículo de Jonathan Martínez donde se reflexiona sobre la relevancia y vinculación actual del fascismo con cada uno de los dirigentes a lo largo de la historia, además de la importancia de no hacer oídos sordos ni desestigmatizar este tipo de ataques aunque no sean calificados como terroristas. Hoy más que nunca es necesaria la autocrítica, el análisis y conocer la historia para dar visibilidad al fascismo defensor.