Rafael Correa y el poder de su iPhone
El gobierno de Lenín Moreno tiene un solo opositor declarado: Rafael Correa. El único detalle de esto es que él no reside en Ecuador, sino en Bélgica, y su mejor herramienta en la disputa política por redes sociales es un iPhone.
Luego de que la persecución por el Caso Balda impidiera regresar al país al exmandatario, él continua en el escenario político, pero desde las redes sociales. En una entrevista reciente, Correa afirmó que actualmente dedica aproximadamente cuatro horas a las redes sociales. Lo suficiente como para poner a tambalear al endeble gobierno de Moreno.
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Prueba irrefutable de su presencia en la política ecuatoriana es el resultado de las últimas elecciones, donde su partido obtuvo excelentes resultados en provincias claves. Y él, al no poder estar en el país para hacer campaña, no tuvo otra opción que hacerla desde las redes sociales.
A esto hay que añadirle los enlaces digitales sabatinos, que algunas veces emplea vía Facebook Live. Son otro dispositivo para un mejor contacto con los ciudadanos, eludiendo así el blindaje mediático impuesto por la prensa comercial y pública.
Es imposible para el gobierno contener a este adversario político que hoy por hoy figura como el mayor opositor. De varios tuitazos quedó borrado del mapa el banquero Lasso, que luego de su derrota en 2017 fungía como líder de la oposición. Su maniobrar de silencio cómplice al morenismo -quien ha aplicado su fracasado plan de gobierno- ha quedado confinado al olvido.
Desarticulando las infamias del gobierno
Un iPhone es la mejor herramienta política que tiene Rafael Correa para hacer temblar a todo el aparato comunicacional del régimen. Y es que a través de este artilugio, desmiente y confronta cada una de las infamias que semanalmente el oficialismo presenta a manera de shows bajo el pretexto de su lucha contra la corrupción y con el trillado lema: “culpa de Correa”. Y no solo lo emplea para desmontar las falacias del gobierno, sino también para denunciar la presunta corrupción presidencial, criticar a la prensa y confrontar a los traidores.
El régimen le dedica a Correa el 80% de su gestión de comunicación: lo nombran en las cadenas presidenciales de los lunes, en las entrevistas con medios de comunicación, en las ruedas de prensa de los ministros o secretarios presidenciales, en los discursos públicos, en las publicaciones de Facebook y Twitter, en las presuntas denuncias por supuestos actos de corrupción. Por cierto, la última denuncia rayó lo irrisorio, la fiscal general Ruth Palacios manifestó no haber encontrado delito alguno.
Un aparato comunicacional y ministerial descontrolado
A tal punto es el pánico del gobierno ante las publicaciones del expresidente en las redes sociales, que el mes pasado en un sábado por la noche, todos los ministros y secretarios tuiteaban en su contra con el hashtag #CorreaDelincuentePrófugo.
Esto surgió luego de que él publicara un tuit en la que denuncia un posible tráfico de influencias en relación a los audios de la presidenta de la asamblea Elizabeth Cabezas y la ministra de Interior María Paula Romo.
Inclusive el diario El Telégrafo daba a conocer como noticia este hecho aduciendo que “la ciudadanía” había increpado al exmandatario por los supuestos casos de corrupción. La realidad fue que el hashtag salió de las entrañas del mismo gobierno.
Pareciera que el régimen no puede lidiar con la marcada obsesión que tiene con Rafael Correa, su figura los moviliza, los descontrola y los desborda. Su activa presencia en las redes pone a trabajar a todo el séquito gubernamental, que por supuesto, ya no guardan el decoro correspondiente a ser una autoridad ministerial, al contrario, descargan su visceral odio de la forma más ruin y canallesca.
La falacia de la libertad de expresión en las redes sociales
Su nivel de susceptibilidad y doble moral les hace cometer horrores. En estos días han cerrado la cuenta de Correa en Facebook y también intentan callar a sus seguidores en Twitter cerrando sus cuentas y acusándolos de trolls. No obstante, en su habitual perorata nos hablan de “aires de libertad” y se vanaglorian de haberla recuperado.
Cínicamente abren cuentas falsas de supuestos seguidores de Lenín Moreno para perseguir a quienes desde las redes denuncian cada exabrupto cotidiano del régimen y sus cómplices.
Recordemos que, en relación a la adquisición de seguidores falsos, ya lo hicieron en la campaña electoral de 2017. El New York Times afirmó que se adquirieron miles de falsos perfiles para obtener apoyo en redes sociales. Quizá lo están repitiendo ahora, pero con el ánimo de perseguir, denostar y silenciar no solo a sus adversarios políticos, sino también a los ciudadanos.
El gobierno de Moreno no ha comprendido que la disputa política yace también en el escenario de las redes sociales. Que en democracia la disonancia ciudadana es políticamente correcta. Pretender callar las voces de quien difiere del poder es propio de una dictadura, y claro, él, su majestad, está convencido de que no es cierto.
Seguiremos viendo como Rafael Correa, desde su iPhone, pone en jaque a un gobierno ácefalo, cuyo guion novelero produce y reproduce el efecto contrario al pretendido. De ahí la respuesta a que hoy el expresidente tenga tanta aceptación en gran parte de la sociedad ecuatoriana. No está muerto políticamente como han venido diciendo; vive, y eso es lo que más les afecta.