La lucha de Las Madres será eterna
Las Madres de Plaza de Mayo son un emblema a nivel mundial, ejemplo de lucha y de coraje, pero también de compromiso político, uno que trasciende la desaparición de sus hijos e hijas, y se transforma en la voz de todos aquellos que son excluidos y vulnerados por este modelo económico y social que marca las reglas del juego en buena parte del mundo.
Esta es, sin miedo a equivocarme, la parte que más le molesta al poder, no solo derrotaron a la dictadura más sanguinaria de la historia argentina de la forma menos pensada, con una valentía que ya está escrita en los libros. También tienen el tupé de ser un faro político para millones de jóvenes, de conducir y organizar a las fuerzas populares en un proyecto colectivo transformador que repare sí, las atrocidades del pasado, pero que se ocupe de las atrocidades del presente.
Cada vez que su presidenta, Hebe de Bonafini, se expresa; comparte definiciones claras y sencillas pero de una comprensión cabal del panorama político de Argentina y la región.
En lo personal “derechos humanos son pan y comida” es una de las consignas que atesoro y que más me emocionan porque el amor es así, tan grande que en lugar de buscar venganza, socializa la maternidad y el legado de sus hijos; de amor al prójimo y justicia social.
Cuando en el año 2016 me propuse escribirle a Las Madres, se me presentó un gran desafío. ¿Qué no se había dicho ya de estas grandes mujeres? ¿Qué podíamos aportar cuando ya innumerables artistas de todos los géneros habían expresado sus mejores versos para ellas? Entonces decidí que no iba a hablar yo, iban a hablar ellos, sus hijos.
El trabajo de investigación para este tema fue de las cosas más hermosas que me dio la profesión. Cartas, relatos, testimonios y discursos en los que Las Madres nos permiten conocer a sus muchachos y muchachas, su personalidad, su voluntad, sus ideas y sobre todo sus palabras, las que introdujimos de la forma más textual posible en cada una de las estrofas de esta carta de los hijos en forma de canción.
En casa todos sabían que estaba trabajando en algo, me vieron leer, buscar, anotar, tachar y volver a anotar durante varios días hasta que llegó ese momento en el que se ataron todos los cabos y la letra salió de un tirón. Todavía recuerdo como al interpretarla por primera vez en el comedor de mi hogar, todos terminamos entre lágrimas y entendimos que ya estaba lista.
Tuve la oportunidad de cantársela en algunas oportunidades, todas éstas me acompañan y acompañarán toda la vida. Pero la última en Plaza de Mayo con motivo de sus 42 años fue, al menos para mí, la más importante.
Hace tiempo que Hebe hace énfasis en que su lucha deberá ser continuada por el pueblo y que este debe ser garante de la misma. Una responsabilidad que nos interpela a cada uno de nosotros, de estar a la altura de estos 42 años gloriosos de la Asociación Madres de Plaza de Mayo y de sus hijos, que dieron todo lo que tenían, hasta su propia vida, por una Patria libre, justa y soberana.
Entonces… ¿Qué es lo que les podíamos prometer en un momento tan difícil para los latinoamericanos y en una jornada tan importante como esa? Nunca bajar los brazos.
Quizás a alguno le parezca poco, pero no lo es. Seguramente errores se cometerán, habrá dificultades y obstáculos, pero lo que este pueblo jamás permitirá es que se desplomen sus brazos, se doblen sus rodillas y caigan las banderas.
Así se lo hicimos saber aquella maravillosa tarde y les dijimos que mientras la bandera Argentina flamee en nuestro cielo y nuestros pies caminen la Patria Grande de San Martín y Bolívar, la lucha de Las Madres estará en lo mas alto, para el deleite de los humildes y vergüenza de los opresores.
¡Gracias por tanto Madres de la Plaza!