El pasado 15 de mayo los ciudadanos de Brasil salieron a la calle en protesta por los últimos recortes en educación anunciados por el gobierno de Jair Bolsonaro.
El Ministerio de Educación anunció recortes del 30% en el presupuesto de las universidades federales. Entre los gastos recortados se encuentran la mayoría de becas para investigación (poniendo en riesgo varias investigaciones en curso) y servicios básicos como la luz, el agua y el teléfono de las facultades.
El ministro de educación Abraham Weintraub declaró que los recortes eran fruto de la situación económica del país, pero se ha evidenciado que no es así. El mismo ministro Weintraub ya declaró en diciembre que había que expulsar el “marxismo ideológico” de las universidades.
Bolsonaro, que en el momento de la manifestación se encontraba de visita en Dallas (EEUU), no tuvo reparo en tachar a los manifestantes de “idiotas útiles” de la izquierda.
La cruzada “antimarxista” del gobierno de Jair Bolsonaro no se detiene ya que los recortes eran inicialmente una medida contra tres universidades en concreto que alojaron debates con figuras de izquierda, y han terminado por afectar a todas las universidades públicas por igual.
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La indignación de los ciudadanos no se ha hecho esperar y han inundado las calles en distintas ocasiones seguidas en señal de protesta.
Antes de saberse los recortes en las universidades, ya se había sugerido reducir la inversión para las ciencias humanas como sociología o filosofía para aumentarla en carreras como veterinaria, medicina o ingeniería ya que según los conservadores son estudios que generan “más retorno”.
El de Jair Bolsonaro es otro caso más de un gobierno neoliberal favorecido por las élites. Es evidente que los estudios de humanidades crean individuos con pensamiento crítico mucho más difíciles de manipular por los gobiernos y los poderes económicos y es por eso que no interesan ni a la derecha ni a la ultraderecha como es el caso.
La educación es uno de los mayores activos que puede llegar a tener cualquier democracia y la libertad de expresión y de cátedra deben ser intocables. El hecho de que el gobierno brasileño haya sido capaz de tocar esos derechos básicos pone de manifiesto el carácter autoritario de este, y evidencia la deriva que llevan los gobiernos de ultraderecha que han empezado a proliferar en los últimos años. Un gobierno nunca debe imponer su ideología en ningún ámbito y mucho menos en el de la educación.
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El día 14 de junio está prevista una huelga general de la clase trabajadora a la que se unirán estudiantes y profesores entre otros. La del 15 de mayo ha sido la antesala de lo que muy seguramente será un gran toque de atención por parte de los ciudadanos al gobierno de Jair Bolsonaro y a los gobiernos de todos los países del mundo. La gente grita: “la educación NO se toca”.