Bob Dylan cumple 78 años. Un icono, un revolucionario musical que ha pasado por diversas etapas a lo largo de su carrera, algunas mejores, otras peores, pero lo que está claro es que su influencia ha sido y es enorme. El premio Nobel de Literatura está de cumpleaños y en ElEstado.net queremos analizar una de sus mejores obras: Blood on the Tracks.
El cantautor del estado de Minnesota (Estados Unidos) no había iniciado con buen pie la década de los 70. Prácticamente la totalidad de sus álbumes publicados en la primera mitad de la citada década tenían un perfil bastante bajo. Gustos personales aparte, desde Self Portrait (1970) hasta Planet Waves (1974) no hay nada que se acerque en términos de calidad a su etapa sesentera.
En 1973, su contrato se había terminado con Columbia, sello que le había acompañado desde su primer larga duración, y optó por Asylum, de la que David Geffen era dueño. Con ellos publica el álbum en directo Before The Flood (1973) junto a The Band, y un aceptable Planet Waves que parece escaso para alguien de su valía. Además, las ventas tampoco habían sido buenas, por lo que Dylan regresó a Columbia tras los esfuerzos del sello por hacerlo volver. Aceptó a pesar de que se habían portado bastante mal por la publicación de Dylan (1973), un álbum de versiones que el músico no tenía previsto lanzar.
Contexto y grabación de Blood on the Tracks
El matrimonio de Bob y Sara Dylan no pasaba por su mejor momento. De hecho, se estaba deteriorando a pasos agigantados y el distanciamiento parecía evidente. Esta circunstancia, unida a que el de Minnesota había bajado claramente su estatus en los últimos tiempos, puso en marcha su maquinaria cerebral para trasladar sus sentimientos a los textos y a la música de sus composiciones.
Entró en los estudios A&R Recording de Nueva York el 16 de septiembre de 1974, y el 19 ya había finalizado la grabación del nuevo disco, el cual llevaría por título Blood on the Tracks.
Durante las sesiones de grabación fueron pasando diferentes músicos de sesión, algunos despedidos por no tener una disciplina del gusto del artista, y otros fueron llegando para dejar registrado su trabajo.
Después de mezclar las grabaciones y de escuchar el álbum al completo, todo estaba preparado para que estuviese en circulación en diciembre de 1974. Sin embargo, ocurrió algo inesperado. Bob escuchó nuevamente el disco junto a su hermano y se fue arrepintiendo del acabado final, por lo que hizo todo lo posible para que su sello paralizase la venta del mismo. Lo consiguió.
Lo que ocurrió después fue que Bob entró de nuevo en los estudios, esta vez a los Sound 80 de Minneapolis (Minnesota; Estados Unidos), y allí regrabó la mitad del contenido del álbum entre el 27 y el 30 de diciembre. Es decir, cinco de las diez canciones saldrían con un acabado distinto, y para ello reclutó a una serie de músicos locales a los que confió sus nuevas intenciones.
Esta vez sí, el genio de Minnesota estaba satisfecho y el álbum salió al mercado el 20 de enero de 1975.
De todas estas sesiones, Dylan ha publicado The Bootleg Series Vol. 14: More Blood, More Tracks, un nuevo volumen de sus ya clásicos bootlegs, que esta vez tocan de lleno lo sudado y sangrado en este flamante álbum.
Portada y contenido del álbum
Blood on the Tracks reúne un total de diez canciones que nacen desde el dolor. Es poético, introspectivo, extremadamente sentimental, pero también contiene un ejercicio instrumental apabullante, unas líneas vocales melódicas en un estilo que, francamente, ha influenciado a músicos como Mark Knopfler. Bueno, todo lo que aquí se escucha se ha dejado entrever en algún momento de la carrera de los Dire Straits, aunque claro está, con la propia visión personal de la banda.
Pero regresemos a lo que realmente importa.
A pesar de que Dylan se ha contradicho muchas veces cuando le han preguntado sobre si se trata de un trabajo autobiográfico, lo cierto es que todo lo que le ha sucedido en años anteriores ha marcado claramente el tono del mismo. Aún así, ha habido algunas comparecencias suyas, o incluso extractos en algunos de sus conciertos, en los que sí ha dejado entrever que algunas de las historias eran vivencias propias, aunque en otras ha afirmado que también se ha basado en relatos de Anton Chekhov.
Sea como fuere, hay momentos de absoluta honestidad, de dolor y de arrepentimiento, y ello no solo se transmite por el carácter de los textos, sino también por su instrumentación.
Ya desde los primeros compases se aprecia una paleta de diversos colores utilizados para plasmar sobre una habitación el traumático momento por el que atreviesa, aunque bien es cierto que “Tangled Up In Blue” posee cierto carácter animado y envalentonado en su música. Conviene decir que es una de las canciones más aclamadas del mismo.
Algo más desgarrador resulta ser “Simple Twist of Fate”, una de esas composiciones que sí ha llegado a medio deslizar que en él refleja asuntos propios.
“You’re a Big Girl Now” es otra composición fantástica, elevada poderosamente cuando aparece la armónica del icónico autor. Por su parte, “Idiot Wind” es un dardo envenenado de algo más de siete minutos. El artista se viene arriba, se arma de valor y escupe frases sin compasión. En contraste, “You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go” es bastante más corta, menos ambiciosa pero más conciliadora.
La segunda mitad de Blood on the Tracks sigue navengando por aguas de genialidad. A pesar de que estamos ante un trabajo de folk rock, Dylan dejó espacio para un blues titulado “Meet Me in the Morning”, que si bien no está nada mal, pronto se ve eclipsado por “Lily, Rosemary and the Jack of Hearts”, un corte de más de ocho minutos que se desarrolla con un tempo más acelerado, y que contiene una historia apabullante cuya trama y ciertos desenlaces han dado para diversas interpretaciones.
Nos acercamos a la recta final con la estremecedora “If You See Her, Say Hello”. Se trata de otro de los cortes en los que Dylan pudo haber derramado lágrimas, sudor y sangre, ya que parece que la pluma apunta directamente a su corazón. Recordemos que, poco después, Bob y Sara Dylan se separarían.
Otro de los cortes más aclamados del álbum es el magistral “Shelter From The Storm”, de un carácter netamente acústico que mira hacia los puntos más fuertes de su etapa en los sesenta.
El broche final lo pone “Buckets of Rain”. Fue grabada con una acústica y un bajo, y con unos textos bastante escuetos, aunque no por ello tiene menor importancia.
Cuando uno tenga dudas sobre si este álbum es o no un reflejo del dolor que por aquel entonces invadía al autor, ya sea de forma directa o indirecta en según que composiciones, no tiene más que buscar lo que su hijo Jakob llegó a decir en su momento, en el que afirmaba que cada vez que escuchaba este disco, sentía que era en relación a sus padres.
Impacto comercial
Blood on the Tracks supone la vuelta a la cima creativa de Bob Dylan, aquella que había abandonado durante una breve etapa ya descrita al comienzo del artículo. Fue número uno en países como Estados Unidos, Canadá o Nueva Zelanda, entre otros.
A día de hoy, el álbum ha conseguido dos discos de platino en su país de origen, uno más en Canadá y oro en Reino Unido, por lo que también se recuperó a nivel de ventas.
Creo que no me equivoco si digo que, por una obviedad cronológica, hay discos más influyentes de Dylan en los sesenta. Hablo de aquellos en los que revolucionó la música a través de sus textos. Sin embargo, no miento si digo que Blood on the Tracks es uno de sus cinco mejores trabajos dentro de su dilatadísima carrera, y que prácticamente ninguno posee la inspiración instrumental que exhibe.
Tracklist y créditos
- Tangled Up in Blue
- Simple Twist of Fate
- You’re a Big Girl Now
- Idiot Wind
- You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go
- Meet Me in the Morning
- Lily, Rosemary and the Jack of Hearts
- If You See Her, Say Hello
- Shelter From the Storm
- Buckets of Rain
- Bob Dylan: voces, guitarras, armónica (1, 2, 3, 4, 5, 7 y 9), órgano Hammond (4) y mandolina (8).
- Kevin Odegard: guitarras (1, 3, 4, 7 y 8).
- Chris Weber: guitarras (1, 3, 4 y 7) y guitarra de doce cuerdas (8).
- Gregg Inhofer: teclados (1), piano (3 y 4), órgano Hammond (7 y 8).
- Tony Brown: bajo (2, 5, 6, 9 y 10)
- Billy Peterson: bajo (1, 4 y 7).
- Bill Berg: batería (1, 3, 4, 7 y 8).
- Eric Weissberg: guitarra (6).
- Charles Brown III: guitarra (6).
- Buddy Cage: pedal steel guitar (6).
- Thomas McFaul: teclados (6).
- Richard Crooks: batería (6).
- Peter Ostroushko: mandolina (8).
Grabado en los A&R Recording de New York y en los Sound 80 de Minneapolis.
Producido por Bob Dylan.
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