El PSOE, ¿aliado de izquierdas o pilar del régimen?
El aluvión electoral ha llegado a su fin y ahora se abre la oportunidad de pararse a reflexionar sin la inmediatez que las múltiples citas electorales exigen. Son varias las conclusiones que podemos extraer de las elecciones del pasado 26 de mayo, que en buena medida han supuesto una continuación de los resultados del 28 abril: una nueva victoria del PSOE, un PP que no acaba de derrumbarse, Ciudadanos que sigue sin conseguir ser la primera fuerza en la derecha, y la derrota de Unidas Podemos y las confluencias con contadas excepciones.
En los próximos meses las fuerzas de izquierda tendrán que encarar importantes debates: ¿podemos decir que con estos resultados se da por cerrada la crisis de régimen? ¿Qué futuro la espera a Unidas Podemos? ¿En qué términos se va a producir la superación de Izquierda Unida? Ninguna de estas importantes incógnitas es objeto de análisis en este artículo. Pondremos el foco en cambio en el PSOE, y especialmente, en qué tipo de relación se debería tener con esta fuerza política.
El PSOE acaba de cumplir 140 años de existencia y a juzgar por la imagen que tratan de vender de sí mismos pareciera que el espíritu con el que Pablo Iglesias fundó el partido un 2 de mayo de 1879 siguiera incólume. Pero la pregunta que cabe hacerse es si desde el espacio de Unidas Podemos se ha contribuido a dar esa pátina izquierdista al PSOE, especialmente tras la vuelta a la Secretaría General de Pedro Sánchez, o se ha hecho todo lo posible por descubrir la verdadera naturaleza de los de Ferraz.
>>Lo que supondrá para la izquierda haber permitido el regreso del PSOE al campo progresista<<
Es más bien una pregunta retórica, pues desde un primer momento, con ciertos bandazos, se ha hecho un llamamiento a la colaboración entre las fuerzas de “izquierda” contra las tres derechas. Ahora esto se plasma en la petición de entrar a gobernar con el PSOE. De momento parece que esto no entra dentro de los planes de Pedro Sánchez, y el mal resultado de Unidas Podemos evidencia aún más las ansias de entrar en el ejecutivo. Lo que debemos preguntarnos es: ¿sería positivo entrar en el gobierno? ¿Cuáles serían los objetivos? ¿Para conseguir avances para la clase trabajadora o para ser copartícipes de la gestión de la miseria?
De cara a valorar una entrada en el gobierno o simplemente a la hora de generar alianzas con el PSOE, debemos analizar la naturaleza de este. Pero, al igual que con cualquier otra fuerza política, no debemos guiarnos por sus declaraciones o lo grande que sea el cartel de “somos la izquierda” que ponen en sus actos sino en sus acciones.
No se pretende hacer un repaso de todas las políticas concretas del PSOE que han ido encaminadas a beneficiar a la minoría que representa la burguesía, pero parece evidente que desde la legalización de las ETTs o la reforma laboral de 2010, hasta el papel que juega a nivel internacional respecto a la OTAN y la relación con el golpismo en Venezuela, no hay duda del rol que juega este partido.
>>El papel que ha desempeñado el PSOE desde la Transición<<
La gran cuestión que se debe resolver, es si entendemos que el PSOE es un aliado de izquierdas o por el contrario un pilar del régimen que se quiere derribar. Respecto a este recurrente debate sobre la entrada en el gobierno, hay un interesante articulo de Herwig Lerouge, del Partido del Trabajo de Bélgica, en el que analiza las nefastas consecuencias que se produjeron tras la entrada de diversos Partidos Comunistas en los gobiernos de sus respectivos países en las últimas décadas, defendiendo que únicamente tiene sentido entrar en un gobierno en situaciones prerrevolucionarias con una correlación de fuerzas favorables (Chile a comienzos de los 70, Portugal tras la revolución de los claveles), o situaciones en las que el fascismo suponga una amenaza real (como ocurrió en nuestro país en el 36). No parece que ahora mismo estemos en ninguno de los dos supuestos.
Todo lo demás son situaciones en las que se tendrá que gestionar desde el gobierno (que no desde el poder, no olvidemos que no son lo mismo), desde una posible nueva recesión hasta las medidas de austeridad impuestas por Bruselas, sin olvidar todas las limitaciones que tiene un marco normativo encaminado a buscar la máxima rentabilidad del capital. ¿Significa esto que no se debe llegar a ningún compromiso o acuerdo con el PSOE u otras formaciones de carácter burgués? Por supuesto que no. Positivas son todas las medidas que se puedan adoptar en beneficio de las familias trabajadoras, como por ejemplo ha sido la subida del salario mínimo. En nuestro país vecino, la fuerza en la calle y en el Parlamento del Partido Comunista Portugués también ha conseguido arrancar mejoras al Partido Socialista, sin haber sido necesario entrar a formar parte del gobierno.
Para evitar confundir a la población, es necesario en primer lugar tener un discurso más coherente hacia el PSOE. Como decíamos, no queda claro si son nuestros compañeros contra las tres derechas, o por el contrario forman parte del mismo bloque que PP, Cs y VOX.
Más allá de la retórica parece que la teoría de las dos orillas de Anguita no ha perdido un ápice de vigencia. Para defender la economía de “libre mercado”, para vender nuestra soberanía a la UE y las bases norteamericanas, para aplicar el 155 en Cataluña o para reformar la Constitución de forma exprés, para que el pago de la deuda esté por encima de la sanidad o la educación, han actuado de forma unida.
Parece por lo tanto que en lo esencial están de acuerdo más allá de que la formación “socialista” se autoerija como un partido de izquierdas, feminista y ecologista. Se puede tener más mujeres ministras que ministros, enarbolar la bandera LGTBI y decir “Welcome refugees” con una sonrisa, mientas se salvaguardan los intereses de los monopolios empresariales o se venden armas a Arabia Saudí “que no se equivocan matando yemeníes”. Sin olvidar que hablar constantemente del eje izquierda (PSOE-UP) frente al eje de derecha (PP-Cs-VOX) lo único que hace es reforzar al PSOE y blanquear la responsabilidad que tiene este partido en la dramática situación que vive la clase trabajadora tras más de 10 años del inicio de la crisis.
Por otra parte el PSOE se ha mostrado como el mayor valedor del Régimen del 78. Y cuando hacemos uso de este concepto no nos referimos despectivamente a todas las conquistas que el movimiento obrero consiguió arrancar con grandes dificultades (y que ahora mismo, como el derecho a la vivienda o al trabajo, son papel mojado), sino a la forma que el capitalismo adoptó en nuestro país tras la muerte de Franco.
Con unas élites que querían abrirse a Europa e integrarse en el marco de la Comunidad Económica Europea (después UE) y la OTAN, y con la restauración de la monarquía como buque insignia. Por eso cuando decimos que queremos romper con el Régimen del 78 para conquistar una vida digna nos referimos a que solo un proceso popular que traiga de nuevo la República a nuestro país podremos empezar a hablar de garantizar derechos básicos como son el trabajo digno, la vivienda, un medio ambiente sano y la igualdad real entre hombres y mujeres.
Y si el objetivo el romper con el Régimen del 78, el PSOE no es un aliado sino todo lo contrario, el principal adversario a batir. Esto, que parece claro, ni mucho menos ha sido así a lo largo de los años. Y es lo que en parte propicia que como si del día de la marmota se tratase, el PSOE lanza un discurso de izquierdas en la oposición y en campaña para hacer en definitiva lo de siempre cuando gobierna.
Ellos tienen los medios de comunicación y el resto de aparatos ideológicos. Utilizarán el llamamiento al voto útil junto con el miedo a la ultraderecha. Siempre habrá alguna excusa. Lo que no podemos permitir es que quienes creemos que realmente es posible una sociedad diferente a la actual le hagamos el juego.
Por eso es necesario formar un bloque alternativo que tenga un programa para la clase trabajadora y los sectores populares que, en su diversidad, forman la amplia mayoría de esta sociedad (aunque ni mucho menos el tan cacareado 99%), y que tenga un rumbo claro que presentar a los sectores que queremos movilizar. Y el PSOE no puede formar parte de ese bloque sino que se encuentra justamente al otro lado de la trinchera.
En definitiva, se pueden esgrimir motivos honestos para entrar al gobierno: se dice que solo de ese modo se podrán aplicar medidas con un contenido real, fuera de las medidas cosméticas a las que nos tiene acostumbrado el gobierno. Pero entrar a gobernar ni mucho menos asegura que se pueda aplicar un mínimo programa de transformación y en cambio hace ver que el PSOE es un aliado con el que se puede caminar juntos. Es esta imagen lo que realmente perjudica los intereses del campo popular. Porque a ojos de buena parte de la clase trabajadora el PSOE sigue siendo su partido. Esto, más allá de subjetividades, se ha vuelto a comprobar en las últimas elecciones. El PSOE ha arrasado en los barrios obreros del sur de Madrid y del cinturón rojo de Barcelona. De hecho en esta ciudad, pese a situarse en tercer lugar, ha sido la fuerza más votada en Nou Barris, uno de los principales barrios obreros.
La parte positiva del panorama más bien desolador en las instituciones, es que ahora tendremos cuatro años sin elecciones que servirán para reflexionar, resituar prioridades, volcarse en la construcción del poder popular y construir el sujeto transformador que todavía está por nacer.
Las vecinas parando un desahucio en Argumosa el día después de las elecciones o los trabajadores de reparto a domicilio protestando unidos después de que la precariedad asesinara a un compañero mientras trabajaba con su bicicleta, nos muestra que para la mayoría trabajadora de esta sociedad los problemas y por lo tanto las luchas no cesan porque se hayan cerrado las urnas.
>>La explotación laboral de Glovo como responsable de la muerte de uno de sus riders<<
Vivimos tiempos en los que parece que hay que darle las gracias a Amancio Ortega porque fruto de la explotación de sus trabajadores y de la ingeniería fiscal haga donaciones para lavar su imagen. ¡Hasta qué punto habrá llegado la precariedad para que el simple hecho de fichar en el trabajo (y eso pese a que en muchas empresas no impedirá que se sigan haciendo horas extra sin cobrar ni cotizar) parezca una gran victoria!
Todo esto significa que tenemos un camino enorme por recorrer en la lucha ideológica. Para eso es importante recordar de dónde venimos, y que aunque haya pasado prácticamente desapercibido hace unos meses ,se conmemoraba el centenario de la conquista de las 8 horas en nuestro país. ¿Cómo se consiguió? Tras una heroica huelga de 44 días en la fábrica barcelonesa de La Canadiense.
Cien años después y tras avances tecnológicos que han multiplicado la productividad en vez de reducir la jornada laboral para tener más tiempo de ocio, de descanso o para conciliar, vivimos en la disyuntiva de jornadas interminables o de la frustración del desempleo. Eso es lo realmente importante y en esa lucha el PSOE no es aliado, es la cabecera del enemigo. Por lo tanto acuerdos puntuales que mejoren la vida de la gente sí, pero sabiendo que el Partido Socialista, pese a todas las etiquetas y carteles que se ponga detrás, no puede ser ni será nuestro aliado.