El bombardeo nazi a Almería de 1937
Menos de 4 meses después de los sucesos de La Desbandá, Almería sufrió un nuevo y feroz ataque contra la población civil. En este caso se trató de un bombardeo nazi, sin intervención de las tropas del bando nacional. Un hecho orquestado por Hitler en persona que hizo tambalear el Pacto de no Agresión y pudo haber cambiado el curso de la guerra.
No había un objetivo fijo. Se bombardeó la ciudad de forma indiscriminada simplemente para sembrar el terror. Rafael Sánchez Segura, testigo presencial del bombardeo.
Antecedentes
Día 29 de mayo de 1937. Desde Los Alcáceres (Murcia), salen unas cuantas “Katiuskas” (bombarderos republicanos Tupolev) pilotadas por tripulación soviética. A su vuelta reportan con orgullo haber bombardeado con éxito un gran buque de guerra fondeado en el antepuerto de Ibiza.
Los daños al barco fueron graves, por numerosos impactos de bombas de 100 kilos dirigidas por los eficaces pilotos y artilleros rusos: Se registraron más de 30 muertos y 70 heridos. En el momento del ataque la mayor parte de la tripulación se encontraba en el comedor del navío.
>>La Desbandá, el terror franquista convertido en muerte y desolación<<
Creen que se trata del Crucero Canarias, involucrado en la Desbandá, pero se trata de un error que traerá graves consecuencias. En realidad, se trata del Deutschland, un acorazado nazi que estuvo a punto de causar que Alemania entrara oficialmente en la guerra y se implicara a fondo. Este acorazado, evidentemente, estaba incumpliendo la normativa del Comité de no Intervención firmado por las potencias europeas, al encontrarse a menos de 10 millas marítimas de la costa.
Hitler se enfureció por este ataque. Su Ministro de Asuntos Exteriores necesitó 6 horas para calmarle. Tras convocar a su Consejo de Ministros, la represalia no se hizo esperar. En un principio el objetivo se fijó en Valencia, por aquel entonces capital provisional del gobierno republicano. Sin embargo, sus generales le convencieron para escoger un puerto de menor importancia para no implicarse de manera irreversible en el conflicto, y poder atraer a otras potencias al ser patente la ruptura de la no agresión.
El bombardeo
La Kriegsmarine, ya desplegada en el Mediterráneo para apoyar al bando sublevado, escogió al crucero de bolsillo Admiral Scheer y los 4 destructores Albatros, Lluchs, Seedler y Leopard para dirigir la operación. Nuevamente, como en otros tantos casos durante el conflicto, se trató de un ataque de castigo contra población civil sin intenciones estratégicas militares.
Al contrario que la Legión Cóndor en Gernika, en este caso las fuerzas alemanas no ocultaron su nacionalidad ni se hicieron pasar por fuerzas de apoyo al bando franquista, sino como fuerza naval independiente bajo bandera del país germánico.
El 31 de mayo de 1937 los buques se posicionaron a unos 12 kilómetros de la costa y, sin previo aviso, a las 7:29 de la mañana empezó el ataque, abriendo fuego en primer lugar contra las baterías del puerto ( las únicas defensas de la ciudad) pese a que no estaban al alcance de su fuego. A continuación, 275 rondas de proyectiles dejaron la costa en llamas, destruyendo a todas las embarcaciones en y cercanas al muelle, las instalaciones portuarias y los edificios de la bahía de Almería.
Algunos de los edificios afectados fueron: la catedral, la iglesia de San Sebastián, dos hoteles, un banco, el mercado, la escuela de artes, la estación de trenes, el ayuntamiento y la sede de Cruz Roja Internacional. Estos objetivos dan una clara indicación de que el objetivo era civil y no militar. El saldo de destrucción se cuenta en 50 muertos, 55 heridos y 50 edificios destruidos.
Repercusiones
Francia e Inglaterra prácticamente ignoraron este flagrante incumplimiento del tratado, con unas quejas sin mucho espíritu sobre el suceso. Por su parte, Indalecio Prieto, Ministro de Defensa, y Vicente Rojo general, insistieron en lanzar un duro contraataque en respuesta contra las fuerzas alemanas en Baleares. Sin embargo, Negrín y Azaña, junto con los contactos en la Unión Soviética, insistieron en buscar una vía diplomática a la situación amparándose en las otras potencias europeas.
“Hemos de evitar que el Deutschland se convierta en nuestro Maine”. Manuel Azaña, Presidente de la II República.
El gobierno republicano esperó una respuesta tajante por parte de Francia e Inglaterra, que no se produciría en los términos esperados, más allá de algunas protestas descafeinadas a Alemania.
Sir Neville Henderson, embajador de Gran Bretaña en Berlín, instó a los alemanes a que “no hicieran el favor a los rojos de convertir la situación internacional española en una guerra mundial”.
Alemania increpó al ejército franquista, presionándoles y exigiéndoles un mayor control sobre las tropas republicanas, y retirándose de las patrullas navales junto con las embarcaciones de Mussolini hasta no tener “garantías contra la repetición de estos incidentes”.
Aunque los historiadores afirman que comparar este ataque con el de Gernika es acertado, Almería nunca ha tenido ningún tipo de reacondicionamiento o reconocimiento por estos hechos, ni oportunidad de cerrar las heridas.
Los túneles antibombas de Almería
Almería, por no haber apoyado la sublevación franquista, sufrió bombardeos hasta en 52 ocasiones. Asediada sin descanso pese a su casi nulo interés estratégico y sin defensas ante tales ataques, tuvo que preparar una defensa para la población, inflada tras la llegada de la población de Málaga apenas unos meses antes.
Toda la población civil y militar, sindicatos y partidos políticos, se volcaron con el proyecto de Guillermo Langle Rubio. La idea se le ocurrió al arquitecto almeriense tras rescatar los restos sin vida de una mujer famélica y embarazada, a punto de dar a luz a una niña a la que iba a llamar Paz. Su idea era proveer a la ciudad de una red de 4.5 kilómetros de túneles.
400 toneladas de cemento y miles de voluntarios construyeron esta enorme estructura, con capacidad para unas 35.000 personas, la mitad de la población del momento en la ciudad. 67 puntos de acceso daban entrada a la estructura, de unos 10 metros de profundidad de media. Todo gracias a la financiación del Banco de Bilbao, que adelantó 2 millones de pesetas.
Estos túneles se encuentran hoy día restaurados y son visitables, eterno recordatorio de los duros castigos que esta ciudad sufrió durante toda la guerra por el bando nacional y sus aliados.