El campo de concentración de Montijo
En la provincia de Badajoz, a 9 kilómetros de Guadiana del Caudillo, pueblo cuyo nombre aún incumple la Ley de Memoria Histórica, se encuentra un lugar que pasa totalmente desapercibido, donde pastan las ovejas y caballos.
En esta zona, solo quedan en pie algunas edificaciones: un almacén con el techo destruido, un gran depósito de agua, caballos y ovejas a sus anchas… Un lugar que pasa totalmente desapercibido. Sin embargo, nos encontramos ante las Colonias Penitenciarias de Montijo. Un eufemismo para referirse al campo de concentración de Montijo, hoy abandonado.
Este campo de concentración franquista se usó para albergar a presos políticos republicanos para la construcción de la cercana presa y el canal de Montijo.
Uno de los testigos directos de lo que allí se vivió fue Bartolomé. Hoy, con 82 años, recuerda a muchos de sus amigos reclusos en Montijo. Define a los que por allí pasaron como “gente humilde que llegaban a quitarse un pedazo de pan de la boca para dárselo a alguien que lo necesitaba más. Gente inteligente que jamás renunció a sus ideales“.
Estas colonias de presos políticos a los que usaban para el trabajo esclavo, fueron instauradas conforme a la ley de 8 de septiembre de 1939, mediante la cual se instaba a “la utilización de los reclusos para la realización de obras públicas o particulares“.
Estas colonias de Montijo estuvieron vigentes desde 1940 hasta 1945, y por ellas pasaron alrededor de 1.470 presos políticos. Una masificación que provocó multitud de penurias, falta de alimentos y enfermedades. Bartolomé recuerda que “muchas veces les daban de comer unas sardinas muy saladas que les provocaban mucha sed por las noches. Se levantaban para beber pero no tenían agua y apenas podían dormir por ello“.
El 45,7% de los presos de Montijo eran campesinos. “El Torero” fue uno de los pocos reclusos que consiguió escapar. Durante las visitas de familiares, se enamoró de Alejandra, que tenía dos hijas, Juana y Elvira. Madre e hijas y “El Torero” consiguieron llegar a Lisboa, donde madre e hijas consiguen emigrar a México. Elvira, una de las hijas, se convirtió en una actriz y cantante de boleros de renombre en México.
En la actualidad, el terreno es de propiedad privada y destinado a la explotación agropecuaria. Solo quedan en pie parte de la casa del Comandante del campo, el depósito de agua y un barracón en un estado precario.
Una vez clausurado como campo de concentración en 1945, sirvió como almacén para el material de la empresa encargada de la construcción del canal y la presa. A mediados de los 50 se dieron por finalizadas las obras y el terreno fue vendido a un particular.
Dentro de las edificaciones se conservaban numerosas pertenencias de los presos políticos como, por ejemplo, pequeños sacos que contenían los colgantes identificativos de los presos. Sin embargo, el paso de la propiedad de unos dueños a otros ha provocado que todo esto haya sido destruido.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura ha solicitado que este lugar sea catalogado como Bien de Interés Cultural, porque es parte de la historia de Montijo y merece tener la máxima protección jurídica y patrimonial.
Manuel Gómez, alcalde de Montijo (PSOE) cree que esto sería muy importante porque:
“Es una parte de nuestra historia, la de Montijo”. “Lo que más me apena es que nos hayamos dado cuenta tarde de la necesidad de conservarlas”.
Este campo de concentración abandonado y pasto de la desmemoria, está a 9 kilómetros de Guadiana del Caudillo, en donde sí existe una placa en honor al dictador Franco protegido por un cristal blindado y vigilado por una videocámara.