El bombardeo de Alcañiz: “amedrentar a la población”
Alcañiz fue la razzia más atroz y despiadada de la guerra civil. Fue perpetrada el 3 de marzo de 1938 por tres escuadrillas de bombarderos de la aviación legionaria italiana, junto a algunos cazas, que se cobraron cientos de vidas al descargar su mortífera carga sobre la pequeña ciudad aragonesa. Apenas un minuto y medio, que comenzó a las 16:09 de ese fatídico 3 de marzo, pero que a los alcañizanos les pareció una eternidad.
¿Cuántos muertos provocó el ataque? La realidad nunca podrá ser conocida, aunque las cifras hablan de entre 300 y 500 personas muertas, pese a que los datos nunca han podido ser documentados oficialmente. En la ciudad había ese día alrededor de 11.000 personas: 9.000 habitantes y unos 2.000 refugiados, procedentes de las batallas de Belchite y de Teruel, además del personal de retaguardia del ejército republicano. En la urbe también se encontraba la jefatura del XII Cuerpo de Ejército republicano, que caería el 14 de marzo, al tomar los sublevados la ciudad.
A las 16:09 cayeron las primeras bombas, aunque no habían sonado las alarmas, como otras veces. El primer sonido que alertó del peligro fue el estallido de las primeras cargas. Sobre Alcañiz cayeron más bombas de las que los aviones italianos y alemanes arrojaron pocos días después sobre Gernika, donde murieron unas 300 personas.
Las escenas de horror fueron impactantes, con personas desorientadas, que buscaban a sus hijos, o hijos que buscaban a sus padres entre el polvo y los restos.
Las órdenes del bombardeo estaban muy claras. El motivo del ataque no tenía que ver con aspectos militares: el objetivo eran los civiles, según indican las órdenes entregadas al jefe de la expedición, y también señalaba que debían dejarse caer las bombas una vez que comenzase a sobrevolarse el casco urbano. No se discriminaron objetivos, e incluso el hospital fue uno de los blancos del ataque.
El primer objetivo era el puro y simple terror: “amedrentar a la población”, firmado por el general Juan Kindelán, el Jefe del Aire que coordinó durante la guerra civil las acciones de la aviación sublevada y de sus aliados alemanes e italianos, que también incluía cortar las vías de comunicación y dificultar el avituallamiento en el frente. Los documentos del ejército italiano dejan bien claro que el principal objetivo era la población civil. Otro de los objetivos era preparar la batalla de Aragón.
Poco después, los bombardeos fueron suspendidos por el cambio de estrategia de Franco, que convirtió Madrid en la operación prioritaria, por delante de la campaña en Cataluña, y por la concentración de fuerzas en la batalla de Teruel.
El bombardeo de Alcañiz permaneció oculto por el silencio: por el dolor de los supervivientes y por la propaganda de guerra de ambos bandos. Apenas se publicó la noticia en los periódicos del 5 de marzo en la zona republicana, pero nunca en los diarios de la zona controlada por los sublevados, aunque tras la toma de la ciudad, pocos días después, los sublevados, tras comprobar la masacre causada en la ciudad, afirmaron que habían sido “los rojos” los que la habían arrasado antes de replegarse y evitaron asumir las responsabilidades. Al bando republicano no les interesaba que la población se desmoralizase, por lo que silenciaron el bombardeo.
En Alcañiz no se libraba ningún tipo de batalla, no había habido enfrentamientos bélicos, pero fue bombardeada por encima de prioridades en otros lugares clave, con el único objetivo de amedrentar a la población.
Solo hubo una masacre más intensa en tan corto período de tiempo, cuando el 18 de marzo de 1938 se bombardearon algunos barrios de Barcelona: el bombardeo de la calle Urgell provocó más de un millar de muertos.
Las aviaciones de Alemania e Italia utilizaron la guerra civil española como una forma de campo de pruebas para sus estrategias bélicas durante la Segunda Guerra Mundial.
Después del bombardeo llegó el exilio. Muchos de ellos se trasladaron a Francia, donde tuvieron que enfrentare a los horrores de la Segunda Guerra Mundial. En la matanza de civiles de Oradur sur Glane, el pueblo francés en el que los alemanes asesinaron a 642 personas, también perdieron la vida cinco alcañizanos. Otros muchos acabaron en los campos de concentración y algunos pudieron huir al exilio.
A pesar de los traumáticos hechos, todo quedó en el olvido. La memoria colectiva borró durante muchos años lo que los supervivientes mantuvieron en sus memorias, en un acto privado, frente al silencio público. Mientras tanto, en el cementerio de la ciudad ya había un monolito con las firmas de Franco y Mussolini, que recordaba a los soldados italianos que murieron en la guerra. Sin embargo, nada recordaba a las víctimas del otro bando, ni a los cientos de muertos civiles.
Resulta difícil entender cómo un bombardeo de esa magnitud quedó relegado al olvido en la historia, mientras que otros, como el bombardeo de Gernika, pocos días después, están tan presentes en el imaginario colectivo. Evidentemente, la tragedia de Alcañiz no quedó plasmada en un cuadro famoso, como el de Picasso. Pero, además, en Gernika hubo numerosos testimonios gráficos desde el principio: en la ciudad había un gran número de periodistas extranjeros.
Recuperar la memoria histórica conlleva conocer y revivir sensaciones que, a menudo, son trágicas. Son necesarias iniciativas que ayuden a que la memoria se imponga al olvido, aunque sigue habiendo muchas zonas sombrías, como el número de víctimas.
En 2003, el historiador José María Maldonado publicó el libro Alcañiz, 1938, el bombardeo olvidado, que dio a conocer una de las páginas más dramáticas de la guerra civil en Aragón y en el conjunto de España. Maldonado señala que los bombardeos en Aragón fueron una constante en aumento: en 1936 hubo 170 bombardeos, 839 en 1937, y 1.243 en 1938. De todos ellos, 1.610 (el 72%) fue llevado a cabo por las tropas sublevadas. La mayoría de ellos se realizaron lejos del frente, sobre las poblaciones de retaguardia.
Para recordar el bombardeo de la ciudad, el Ayuntamiento de Alcañiz rehabilitó, en 2011, un espacio expositivo en un antiguo refugio antiaéreo de la guerra, construido en 1937 por el Comité Antifascista de Alcañiz. Ese espacio fue restaurado y musealizado, y permite experimentar a todos aquellos que lo deseen la vivencia de hallarse a buen recaudo, mientras en el exterior se produce un bombardeo aéreo. También permite conocer uno de los episodios más significativos de la historia alcañizana y el impacto de la guerra civil en Aragón.
La puesta en valor de este espacio, convertido en una representación de un episodio histórico tan importante tiene por objeto la recuperación de la memoria de ese bombardeo, pero también la revalorización de la dignidad de aquellos que perdieron sus vidas a raíz del ataque aéreo o que sufrieron sus terribles consecuencias. En el espacio se mantiene, de forma permanente, una cuidada exposición interpretativa, un audiovisual que recoge el testimonio de los vecinos de la localidad, y formas de acercar al visitante a las sensaciones de quienes vivieron el terror de los bombardeos.
La sociedad civil debe ser capaz hoy de recuperar la memoria de algo que provocó un intenso sufrimiento entre la población civil. La gente quiere conocer qué pasó en sus pueblos, con sus familiares, con sus conciudadanos.