Como escribió Eduardo Galeano, en ‘De los hijos de los días’, se puede afirmar a groso modo que se “ha comprobado que el mundo invierte cinco veces menos dinero en la cura del mal de Alzheimer que en estímulos para la sexualidad masculina y en siliconas para la belleza femenina. “De aquí a unos años”, profetizó, “tendremos viejas de tetas grandes y viejos de penes duros, pero ninguno de ellos recordará para qué sirven”. Uno de los temas que para la ciencia, y la humanidad en general, ha resultado anodino, incluso tabú ha sido el de la menstruación. No obstante en los magazines “para chicas” existe un exceso de información, la mayoría sin base científica y que, evidentemente prácticamente nada puede sernos útil para conocer nuestros cuerpo. Esto, sin duda conlleva que exista un desconocimiento generalizado, que empresas como Ausonia o Tampax aprovechan para crear un mercado “rosa”.
En los últimos tiempos estas empresas incluso han invertido en programas educativos para cubrir el vacío que existe a nivel institucional y científico en centros de enseñanza. Esto provoca que desde la adolescencia nos encontremos de algún modo dirigidas (o adoctrinadas) a asimilar como veraz y cotidiano todo aquello que tratan de vendernos. Esto no es una novedad, previamente esta labor se llevaba a cabo a través de revistas femeninas para adolescentes como por ejemplo la ‘Super Pop’.
Nos encontramos frente un tabú del que nadie quiere hablar, con la excepción de aquellos que deberían callar, los que tratan de vendernos sus productos. En la actualidad, no se tiene educación sexual más allá de la reproductora (o la que tiene que ver con la virilidad masculina). La menstruación es un tema que afecta a la mitad de la población y en la vida de una mujer la menstruación condiciona todos los ámbitos de su vida.
Hasta el año 2015, prácticamente nadie se había planteado (almenos de forma científica y rigurosa) algo tan básico como el averiguar de que esta compuesta la sangre menstrual. Ese año, fue cuando un equipo del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada y la Universidad de Granada realizaron un estudio precursor sobre la sangre menstrual dirigido por Olga Ocón y Enriqueta Barranco.
En una entrevista las investigadoras Ocón y Barranco apuntan que el desconocimiento universalizado entorno a la menstruación tiene dos motivos principales. En primer lugar, el desinterés que despiertan los temas femeninos en la ciencia. Y en segundo lugar, la dificultad para analizar una sangre que es recogida en compresas y tampones.
Un hecho curioso destacan las investigadoras, respaldadas por profesoras de la Facultad de Medicina, que en las consultas cada vez se escuchan más quejas de mujeres que experimentan menstruaciones abundantes, prolongadas y dolorosas, con infecciones y complicaciones. Según los datos más de 119.000 mujeres tuvieron infecciones por la bacteria Staphylococus aureus en Estados Unidos en 2017 y casi 20.000 fallecieron por esta (cabe destacar en este apartado que muchas de estas mujeres en Estados Unidos no están respaldadas por un sistema sanitario público que vele por ellas).
¿A que se debe este fenómeno? Simple y llanamente a que el material del que esta compuesto los tampones produce las condiciones optimas para la proliferación de bacterias nocivas para las mujeres. Como explica Olga Ocón «Hay múltiples estudios epidemiológicos que relacionan la exposición a estas sustancias con riesgos concretos para la salud, entre ellos infertilidad o cáncer, aunque la evidencia no es tan fuerte en el caso de exposiciones crónicas a bajas dosis y múltiples sustancias, por lo que son necesarios más estudios que aporten evidencia más robusta». Así pues puede concluirse que aparte de la incomodidad, una menstruación demasiado abundante y prolongada favorece a enfermedades. Aparte de las ya mencionadas, la ferropenia y la anemia, son enfermedades que padecen un alto porcentaje de mujeres en edad fértil.
Podría afirmarse de forma rotunda que la menstruación no es una substancia contaminante, no marchita los rosales, no hace que se te corte la mayonesa, que se agríe el pan, ni ningún otro hecho místico digno de cualquier deidad o de algún superhéroe (un tanto desastre) que tanto están de moda, sino que es un fluido contaminado. La regla de por si no es algo contaminante, sino contaminado con bacterias persistentes y pseudopersistentes, en su mayoría parabenos y benzofenomas. En la menstruación de las veinticinco mujeres investigadas por Ocón y Barranco fueron encontrados diez químicos distintos, de los cuales seis de ellos coinciden en todas ellas.
Uno de los compuestos químicos que se encontraron en las muestras, de forma más predominante, son los parabenos, pero como ya se ha dicho estos no son propios de la misma menstruación, sino un contaminante. Los parabenos son molecularmente parecidos a los estrógenos y al unirse ambos agentes químicos producen un efecto disruptor. Es decir, alteran el equilibrio hormonal del organismo. Otro de lo compuestos encontrados fue el butilparabeno, común en todas aquellas mujeres que padecen de dolores menstruales. Ambos, los parabenos y los butilparabenos, son tóxicos inducidos por tampones y compresas.
En la sociedad esta fuertemente arraigada la creencia de que la menstruación es un periodo sucio y en base a eso las compañias de productos de higiene menstrual aprovechan para vender productos que camuflen el olor y con tejidos cada vez más absorbentes. Pero estos son a su vez los que castigan los cuerpos y organismos de las propias mujeres. Como dato reseñable cabe destacar que las empresas “rosas” están exentas de informar sobre los productos que usan, por ejemplo en compresas. Estas empresas no tienen la obligación de facilitarla dicha información.
En esta sociedad harían falta más estudios como el de Ocón y Barranco, pero hasta entonces no es menester obviar la existencia de la copa menstrual. Según una investigación realizada por ‘The Lancet’, publicada hace escasamente un mes, confirma que esta es totalmente segura (y también rentable). Según ‘El independiente’ “las primeras referencias sobre la copa menstrual son del S.XIX”, pero (obviamente) debido a que cuesta a largo plazo (en el período de diez años) entre un 93 y un 95% menos que los tampones o compresas no ha sido ensalzada y promocionada por grandes compañías.