No es un secreto que la línea editorial de ElEstado.Net tiene como uno de sus ejes principales la confrontación con el Régimen del 78. Haber tomado esta decisión implica publicar contenidos, ya sean noticias, artículos de opinión, reportajes, entrevistas… que sirvan para derribar el sistema surgido del franquismo.
Por ello muchos de nuestros contenidos se refieren de una manera muy crítica, pero constructiva, al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Porque sigue siendo el muro de contención el Régimen del 78 para que las propuestas políticas de izquierdas se queden fuera de los márgenes del poder.
Desde los últimos meses hemos publicado contenidos que lo demuestran: Pedro Sánchez ha implorado al PP y a Ciudadanos abstenerse en su investidura para no tener que pactar con Unidas Podemos (UP), a pocas horas de que Ana Botín no diera el visto bueno a esa entente.
El PSOE protegió el pasado viernes a las cloacas del Estado que han manipulado a la sociedad, con recursos públicos, contra la principal fuerza de Unidas Podemos. Pedro Sánchez dijo que habría gobierno de coalición si Pablo Iglesias se apartaba. El líder de Podemos se apartó y no sucedió lo prometido.
La pata izquierda del Régimen del 78 ha presentado unas medidas y unas garantías para el acuerdo con UP. Expresaron los socialistas que las medidas estaban avaladas por el movimiento social, pero los principales movimientos sociales como Facua y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), lo han negado. Las garantías no funcionaron tras la firma de los Presupuestos Generales del Estado 2019, y en la nueva oferta no han venido acompañadas por nuevos mecanismos que les otorguen poder suficiente como para ser capaces de cumplir su cometido.
Es cierto, nuestra línea editorial deja ver que no nos gustan la mayoría de las políticas del PSOE, y sí muchas de Unidas Podemos, pero los hechos están bordados con la verdad en la realidad, y ya han sido expuestos. Es el Partido Socialista el que no quiere el acuerdo.
Es lógico. El actual sistema que rige en España se pensó para evitar el ascenso de cualquier fuerza de ámbito nacional que cuestionase cualquiera de los aspectos fundamentales del mismo (monarquía, iglesia, franquismo, IBEX 35). Determinó hacerlo aupando a una organización política que en su discurso criticase a esos poderes, para pastorear el voto de izquierdas, aunque en sus hechos actuase en su beneficio. Los medios de comunicación silencian o difunden según convenga para sostener ese escenario.
Sin embargo, que el conjunto de la sociedad tenga estos hechos tan claros, ya es otra cuestión. Y que los votantes de izquierdas (los del PSOE incluidos) lo sepan puede hasta ser peor. Los medios de comunicación que informan a la inmensa mayoría de la sociedad española están en manos de la oligarquía que espera perpetuar el actual statu quo el máximo tiempo posible, por lo que las informaciones de sus periódicos, radios y televisiones son tratadas como negocios con los que mantener sus intereses. No existe por su parte una vocación de servicio público de informar objetivamente sobre las cuestiones importantes.
De ahí que la realidad se distorsione hasta tal punto que el culpable de que no hubiera gobierno en 2.016 fuera Pablo Iglesias, cuando el PSOE pactó primero con Ciudadanos la base programática, siendo netamente neoliberal y contraria al programa de Unidos Podemos, concluyendo que en ese momento la suma de PSOE y UP era mucho mayor que la de los de Pedro Sánchez con los de Albert Rivera.
En estos momentos el PSOE no lo tiene tan fácil como aquella vez, por haber aceptado Pablo Iglesias el veto de Pedro Sánchez, desenmascarándolo delante de millones de sus votantes, que aún no se han olvidado de la farsa socialista. Esta es la razón por la que ninguno de los dos partidos ha cedido: UP sabe que la opinión pública está más dividida, y posiblemente más a su favor que en 2.016, y el PSOE espera que los medios de comunicación hagan olvidar la brillante estrategia de Pablo Iglesias y lo ayuden a volver a posicionar su argumento de que, como viene la derecha, hay que concentrar el voto en la formación con más posibilidades, la suya.
El problema al que se enfrentarán ambos, en un escenario que cada día aparece más posible, es que sus posibles votantes estén tan cansados de la disputa, no todos son politólogos que viven -o incluso entienden- con emoción la batalla que sostienen ambas fuerzas políticas, que les dé igual de quién haya sido la culpa, y se desmovilicen en una, cada vez menos, hipotética repetición electoral.
Esta situación abriría las puertas a un gobierno de PP, Cs y VOX, que en lo económico sería exactamente igual que el PSOE, pero que en lo social supondría dar varios altos atrás en el tiempo, hasta llegar al primero de abril de 1.939. Será entonces cuando los intereses políticos de unos y otros se verán ridículamente fútiles en comparación con los intereses de la mayoría social que votó por un gobierno de izquierdas.