Por mucho que Salvini ya no gobierne, ¿podemos dejar de hablar de él? Seguramente no. Pero hay que mirar más allá ¿Salvini es realmente una causa o una consecuencia de un sistema político corrupto y ineficiente? Y la pregunta que pretendo analizar en este artículo es: ¿y la izquierda italiana es también una causa o un efecto de las anomalías de la gobernanza italiana?
Esta semana se ha confirmado el pacto de gobierno entre el partido populista Movimento Cinque Stelle (los grillini) y el Partito Democratico (centro izquierda). Giuseppe Conte será el nuevo premier. El error estratégico de Salvini humillando a “diestro y siniestro” para convocar nuevas elecciones, no supuso un sorpasso al poder del exministro de interior sino más bien una motivación para que estas dos últimas formaciones se motivaran a encabezar un nuevo gobierno; un gobierno que cabe decir, hace unos meses hubiera sido imposible de entender, y que hace un giro hacia Europa y hacia el reformismo que podríamos llamar como “tradicional“.
Un pacto de gobierno europeísta “a la italiana” y claramente reformista
No hay grandes proyectos plasmados en el pacto de gobierno entre M5S y PD. No hay grandes concreciones en ningún punto determinado, solo declaraciones de buenas intenciones y movimientos tímidos de distanciamiento con la política llevada a cabo por el antiguo ejecutivo que controlaba Salvini.
Se puede reconocer ya en el primer artículo una apuesta clara por la estabilidad y la contención presupuestaria tal y como marcan las políticas de la Troika; artículo 1: “todas las prevenciones de este gobierno irán dirigidas a crear políticas económicas expansivas para conducir el país hacia una perspectiva de crecimiento y desarrollo sostenible, sin poner en riesgo las finanzas públicas“. Aunque también se hace una ligera crítica a las instituciones europeas por su “rigidez económica que pretende dar estabilidad pero impide el crecimiento” siguiendo la linea de pensamiento del antiguo ejecutivo de Palazzo Chigi.
Por lo que respecta al fenómeno migratorio, que tantos titulares ha dado en estos últimos meses, parece existir un cierto “cambio de rumbo” cuando el documento menciona “que el fenómeno migratorio debe tratarse como una causa desde su origen“, aunque es absolutamente insuficiente y vislumbra, este tema, posibles conflictos internos de este nuevo gobierno.
Hay que considerar, aún así, cierto esfuerzo de contemporización de las viejas y férreas políticas italianas. En este documento programático se citan propuestas de modernización de la administración (reforma del sistema electoral y rebaja del número de senadores y diputados), y de la lucha contra el cambio climático (Green New Deal), que al menos, sobre el papel, parecen tener cierta voluntad de avanzar. En especial, parece relevante el papel fundamental que tiene para este nuevo gobierno la situación de los jóvenes italianos, ya que en el artículo 5, se habla de la creación de “nuevas política dirigidas a los jóvenes más desfavorecidos“.
Esperemos que este no sea un nuevo “papel mojado” con buenas intenciones. Y digo esto porque los números no dan precisamente para emprender aventuras de grandes reformas constitucionales, ya que el nuevo gobierno solo dispone de 170 votos 106 (M5S) y 51 (PD). Teniendo en cuenta que hay diez senadores decisivos que forman parte del grupo mixto y que dependerá de ellos toda la estabilidad de este nuevo ejecutivo; y ya sabemos cómo se las gastan los senadores de los pequeños partidos italianos… sin tener en cuenta que Italia es uno de los países que más deudas pública tienen (132,2% del PIB italiano) cosa que condiciona casi toda la política financiera del Estado “de la bota“.
Hay un nuevo gobierno de participación del centro izquierda pero, ¿existe una izquierda renovada en Italia?
En 2016, Matteo Renzi (PD) dimitía como primer ministro por la derrota que sufrió en el referéndum constitucional que los italianos “tumbaron” en contra de su voluntad. En ese preciso momento, una izquierda, la izquierda que lo expone todo a los avatares de un solo hombre, perdió su rumbo y un camino que parecía encaminarse, hasta ese momento, hacia una cierta estabilidad política y social.
Renzi, después de vencer a sus enemigos de partido; Bersani, D’Alema, Gentiloni etc. Y de fulminar al casi recientemente llegado como premier en aquel momento (2013) Enrico Letta, se hace con las riendas de un partido que hasta entonces parecía aceptar sus divisiones internas, que soportaba sus trifulcas -aunque no siempre lo conseguía-. Pero todo esto desapareció con la irrupción de Renzi, esa “conllevancia” que supo iniciar Pier Luigi Bersani, desapareció y como ya viene siendo tradicional en la izquierda italiana, la tensión interna hizo pedazos la cohesión, y con ella el PD sufrió infinidad de escisiones; marcharon importantes e históricos dirigentes como Civatti, Bersani, Gentiloni, d’Alema, Vendola, Epifani…
Resultado de esta convulsión interna, de nuevo, el centro izquierda italiano se cerró en su mundo, o mejor dicho, en el mundo de Matteo Renzi, y los síntomas de cierta apertura y renovación desaparecieron.
Renzi continua allí, actualmente como senador. Pero la izquierda italiana con su nuevo líder (Zingaretti) no parece levantar cabeza. El nuevo error histórico de la sinistra italiana fue dejar en manos de una sola persona el futuro del país y del partido; fue una opción a corto plazo sin medidas de seguridad, y eso, en Italia, crea aún tensiones entre los partidos y los movimientos sociales -muy desgastados por las continuas peleas políticas y la actitud de los sucesivos gobiernos-.
Además, cabe apuntar que más allá del PD, existe aún una izquierda social. Cohesionada entorno al sindicalismo de base (CUB), de las luchas medioambientales, de la lucha contra el racismo, de la resistencia en las Casas Sociales Ocupadas, en ciertos medios de comunicación (Il Manifesto) etc. A esta izquierda, tanto el antiguo PCI (Partito Comunista Italiano) como el PD (Partito Democratico) la han despreciado siempre.
Solo hace falta recordar la actitud en los años en que el PCI consiguió conformar con la democracia cristiana el llamado Compromesso Storico, un documento dirigido a la reforma política y social del país, pactado entre ambas formaciones italianas, mientras la Autonomia operaia (la izquierda social) salía masivamente a las calles y las Brigadas Rojas eran capaces de descabalar el sistema político. El PCI se posicionó en el eje central del sistema obviando parte del descontento en la calle, incluso lo negaba si hacía falta, y negando su inmenso carácter de transformación social que resguardaba aún en aquel entonces.
Salvini es un fenómeno creado, entre otras cosas, a costa del fracaso de la izquierda
Decía Alfredo Reichlin que “Italia siempre reproduce sus temores a volver a reproducir una nueva “guerra civil“. Salvini reproduce ese temor. Parece no entender la izquierda italiana su verdadera capacidad de coser fisuras políticas, de cohesionar la sociedad y de aceptar la pluralidad nacional del país, para evitar nuevos fenómenos como los que ha sufrido Italia: Mussolini, Berlusconi, Bossi, Salvini etc.
La izquierda en Italia como en el resto del mundo, debe hacer una reflexión a fondo. Una reflexión que revise su esquema identitario y su forma de organización. Debe aceptar que sus cainitas peleas pueden tener cabida pero que debe haber un común denominador que llene el espacio de lucha política y social que de otra manera ocupan la mentira y el sectarismo encarnado ahora en Salvini (Lega Nord).
Y sobretodo, el PD, debe entender que más allá del partido hay una vida muy rica en los movimentos sociales y políticos italianos que, de una manera u otra, pueden mejorar la situación de crisis en la que vive permanentemente instalada la política italiana.