Hace 18 años, en la ciudad de Nueva York, tenía lugar uno de los accidentes de mayor trascendencia internacional, el 11-S o atentado contra las Torres Gemelas cuyas secuelas físicas y psicológicas continúan a día de hoy. El 11 de septiembre de 2.001, 343 bomberos neoyorquinos fallecieron a causa del propio suceso y, desde entonces, otros 200 han muerto debido a enfermedades relacionadas con la Zona Cero, un riesgo que comparten con policías y trabajadores de servicios de emergencias.
Sus consecuencias geopolíticas fueron la destrucción de la estructura internacional creada a principios de la década de los noventa tras el colapso del sistema soviético. El orden mundial existente en aquel momento, siendo un duopolio soviético-estadounidense, se transformó en el dominio americano. Militarmente supuso prácticamente un monopolio de poder que sin embargo fue ejercido de forma flexible en los años siguientes.
La confianza de las principales naciones respecto a Estados Unidos hizo que no solo no se le considerara responsable, y de alguna forma inductor, del nuevo orden mundial, sino que fue mínima la inquietud por la dominación del mismo en el escenario internacional.
George W. Bush, expresidente estadounidense, parecía prometer cierta renovación del aislacionismo y una renovada concentración en los asuntos internos. Se temía, sobre todo en Europa, que la nueva administración de Bush desatendiera asuntos cuya solución había dejado complacientemente en manos de Washington.
A partir de ese momento, Estados Unidos pasó a centrarse en la llamada defensa nacional; defensa nacional que en realidad demostró significar una guerra contra el régimen talibán en Afganistán y una acción militar “de carácter preventivo” e incluso unilateral si fuera necesario, contra Irak, y contra otras naciones en el futuro.
Es en este momento donde se hace cada vez más notorio el término doctrina del sock acuñado por la periodista canadiense Naomi Klein en su ensayo “La doctrina del shock“, publicado en 2.007.
El concepto afirma que mediante la provocación o el uso de desastres y contingencias se puedan hacer reformas impopulares teniendo en cuenta la conmoción y confusión de la ciudadanía, es decir, a través de impactos en la psicología social se puede enajenar a una población en beneficio de un gobierno.
Tal y como defiende Klein, desde el golpe de Estado en Chile de 1973 dirigido por Augusto Pinochet, hasta la invasión de Irak en 2.003, el mundo entero ha estado subyugado a un gran encubrimiento informativo donde no solo existe falta de cobertura sino la prohibición de la misma por parte de dirigentes que buscan la hegemonía internacional.