Kevin Carter nació el 13 de septiembre de 1.960 en Johannesburgo. Era miembro del llamado Bang-Bang-Club junto con Greg Marinovich, Joao Silva y Ken Oosterbroek.
Nació en el seno de una familia blanca, liberal y católica. Su juventud estuvo marcada por los enfrentamientos con su familia ante la pasividad de esta frente a los episodios racistas y su conformismo para con el apartheit.
Kevin Carter llegó a formar parte del ejército, del cual desertó por los continuos abusos de los que era testigo y los cuales no soportaba. Cursó estudios en farmacia, los cuales también abandonó. Fue la fotografía donde encontró su lugar. Sus comienzos empezaron con la fotografía deportiva.
Kevin Carter se forjó como fotoperiodista cubriendo los conflictos de las matanzas civiles y las revueltas en el continente africano. Dichos conflictos los cubrió junto. a sus compañeros del “Bang- Bang – Club”.
Este grupo de foto reporteros inmortalizó con sus cámaras muchos conflictos étnicos de África. Sus imágenes captaron la barbarie, la hambruna y la sin razón que siembran las guerras.
En 1.993 Carter viajó junto a su compañero Joao Silva a Sudán del Sur, con el objetivo de cubrir la hambruna de la zona. Viajaron con un avión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El avión hizo una parada en una zona destinada a la alimentación de los protagonistas de aquella hambruna, para distribuir alimentos.
Joao y Carter tomaron numerosas fotografías que retrataban la situación de la zona. Pero fue una la que lanzó a Kevin Carter al estrellato, con la que consiguió el premio Pulitzer, la fotografía que tomó a Kong Nyong junto a un alimoche. Kong se encontraba defecando, debido a las diarreas que padecía, en una zona destinada para ello y, junto a él se encontraba un alimoche. Al verlos Carter inmortalizó el momento.
Aquella fotografía le costó a Kevin Carter la crítica de la opinión pública. “El alimoche era el capitalismo, Kong la hambruna y Carter la indiferencia del mundo“. En realidad, ese niño ya estaba recibiendo ayuda. Lo mostraba el brazalete que llevaba en la muñeca, un brazalete que la ONU ponía a quienes recibían ayuda contra la hambruna.
Cubrir este tipo de noticias puede afectar enormemente a quien las cubre. Cuando se escribe sobre un tema doloroso, cuando se inmortaliza el horror en una fotografía, cuando se entrevista a alguien con el dolor a sus espaldas, todo eso deja huella.
Carter acabó con su vida el 27 de julio de 1.994 consumido por el horror y por las drogas. El horror que había vivido e inmortalizado, pudo con él. Guerras, muertes, destrucción, hambruna, la muerte de su amigo Kent Oosterbroek mientras cubría un conflicto, todo ello apagó sus ganas de vivir.
Nota de suicidio de Kevin Carter
“Realmente lo siento. El dolor de la vida anula la alegría hasta el punto en que esta no existe. Deprimido, sin teléfono, dinero para la renta, para la manutención de mi hijo, para las deudas. Dinero. Estoy atormentado por los vividos recuerdos de los asesinatos, cadáveres, enojo e ira. De los locos que sonríen cuando disparan, la policía, los verdugos. Me voy para reunirme con Kent si tengo suerte”.
¿Donde está el límite entre la difusión de la verdad y la capacidad de soportar dicha verdad de quien la difunde?