Javier Fernández Quesada, José Vicente Casabany, Juan Manuel Iglesias, Arturo Ruíz, M. Luz Nájera, la matanza de los abogados de Atocha, Pancho Egea, José Luis Aristizabal Lasa, Ángel Valentín Pérez, Isidro Susperragui Aldako, Rafael Gómez Jáuregui, José Luis Cano Pérez, Miguel del Caño, Manuel Fuentes Mesa, Luis Santamaría Miquelena, Gregorio Maritxalar Aiestaran, Juan Peñalver Sandoval, Carlos Gustavo Frecher, Miquel Grau, Manuel José García Caparrós. Estos son solo algunos de los que murieron durante las cargas policiales, palizas, torturas, disparos con pelotas de goma o de fuego real.
Carlos Gustavo Frecher, víctima de la Transición
Carlos Gustavo Frecher murió a raíz de las heridas que sufrió durante los incidentes ocurridos el día 11 de septiembre de 1.977, al terminar la manifestación de la Diada nacional de Cataluña, pero al margen de esa celebración.
La Diada de 1.977 fue un día impresionante y conmovedora, con una manifestación conocida como “la Diada del millón”. Fue un día de fuertes emociones en Barcelona y en toda Cataluña. Fue un día que demostró que, poco a poco, se iba perdiendo el miedo a participar, por primera vez, en una gran movilización, y se recuperaba una fecha histórica para Cataluña.
En medio de unos momentos políticos inciertos, la manifestación debía servir como medida de presión popular a favor de los mecanismos de autogobierno de Cataluña. Durante la manifestación de la tarde se pudieron ver centenares de pancartas con los lemas más diversos, sobre todo a favor de la autonomía y la amnistía.
Cuando la manifestación ya estaba en su fase final, grupos de exaltados comenzaron los enfrentamientos con la policía, que alcanzaron también la cola de la manifestación oficial. En una de esas cargas policiales, Carlos Gustavo Frecher, un joven de 28 años, fue herido gravemente por un impacto de una pelota de goma en la cabeza.
Moría pocos días después. Estaba casado y tenía una hija de 5 meses.
A pesar del civismo de los centenares de miles de personas que llenaron el centro de Barcelona, tal como sucedía habitualmente durante la Transición, la manifestación fue truncada por las cargas policiales. La actuación desproporcionada de la Policía Armada, que la prensa definiría como una “noche de piedras y humo”, dejó cientos de heridos y detenidos.
En una primera versión, la policía afirmó que la víctima había sufrido sus heridas durante una avalancha de un grupo de manifestantes que huían de la carga policial. Posteriormente, la Prefectura Superior de Policía hizo pública otra nota en la que solicitaba la colaboración ciudadana para esclarecer los hechos, pero también reconocía que los médicos habían señalado que las lesiones podrían ser producidas por una pelota de goma.
En un intento de desviar la atención sobre la gravedad de las cargas policiales la noche del 11 de septiembre, la policía emitió otra nota en la que responsabilizaba de los incidentes a las Juventudes Libertarias.
Tras la muerte de Frecher, algunos partidos políticos denunciaron los hechos, y diversos sindicatos exigieron que se abriese una investigación y la dimisión del ministro Martín Villa.
Pero la muerte de Carlos Gustavo quedó impune, sin que se llevase a cabo ningún tipo de investigación, sin que hubiese ningún tipo de reconocimiento.
Los crímenes olvidados de la Transición
Durante la Transición que siguió a la muerte del dictador Franco, se produjeron numerosos asesinatos que han permanecido impunes hasta la fecha. Uno de ellos fue el de Carlos Gustavo Frecher.
Esos crímenes estuvieron caracterizados por los silencios, medias verdades, muchas mentiras, investigaciones sesgadas, que permitieron que el Estado y sus instituciones evitasen sus responsabilidades y pudiesen seguir con su tranquila transformación en una democracia monárquica. Durante más de cuarenta años de democracia constitucional, esos crímenes policiales y de extrema derecha (con protección policial e institucional), de terror y represión, han seguido sin recibir justicia.
Lo más asombroso es que la mayoría de los culpables no fueron juzgados ni sufrieron algún tipo de condena.
Así fueron los años de la Transición: de impunidad y represión, de miedo y recelos. Durante esa época, los crímenes del Estado y de sus órganos de seguridad quedaron en un olvido hipócrita que aún se fomenta desde determinados sectores políticos y sociales. Son crímenes que, en la mayoría de los casos, se desvanecieron “por falta de autor conocido”.
Y esto ha sido provocado porque durante la Transición no se llevó a cabo una profunda reforma de las instituciones del Estado de la dictadura, ni de sus estructuras policiales, ni de la judicatura. Esa impunidad fue un problema grave en la dictadura, se mantuvo durante la Transición y la democracia, y que aún hoy sigue vigente.
La violencia institucional y para-institucional (policial y fascista) acabó con la vida de personas anónimas a los que es necesario rescatar del olvido.
La Transición mantuvo como eje la Ley de Amnistía de 1.977, otorgada por un gobierno ilegal, que se mantuvo en el poder a cambio de vulnerar los derechos humanos sistemáticamente. La Ley de Amnistía sirvió para blanquear los crímenes del franquismo, porque los que sufrieron la represión franquista no debían ser amnistiados porque no habían cometido ningún delito.
Durante más de cuarenta años, después de la Transición, no ha habido ningún acto institucional para recordar a las víctimas olvidadas de ese período. Se trata de nombres que, en la mayoría de los casos, corren el riesgo de acabar en el olvido.
Desde la muerte de Franco hasta la victoria del PSOE y los primeros cambios en la cúpula de los órganos de represión, España vivió una etapa de violencia política en las calles. Entre 1975 y 1983 se calcula que en el Estado español hubo, como mínimo, 178 muertos por “violencia del Estado”. Solo en 1.977, con Rodolfo Martín Villa al frente de la represión, las fuerzas del orden cargaron violentamente contra casi 800 manifestaciones en España.
No existe ningún censo oficial sobre las víctimas políticas de la Transición. De hecho, algunas de las víctimas políticas de aquellos años no han recibido nunca ningún tipo de reconocimiento público, salvo alguna pequeña nota breve en la prensa de la época.
Las víctimas incluyen a militantes del movimiento obrero, anarquistas, comunistas, estudiantes, independentistas, personas sin una afiliación política concreta, pero que fueron víctimas de la brutalidad policial, en un contexto de manifestaciones políticas o huelgas laborales.