Las mujeres se han convertido en un producto de consumo. Esta idea se reafirma mediante la industria del sexo encargada de vender al sexo femenino como un objeto al alcance de cualquiera con capacidad monetaria suficiente como para someterla. A parte de deshumanizar el cuerpo femenino dicho mercado promueve rasgos como la sumisión la abnegación y la servidumbre. Obviamente además de perpetuar la desigualdad entre hombres y mujeres.
La industria del sexo explota a mujeres de carne y hueso haciéndolas llegar a cualquier rincón del mundo, transporte y trata, la mayoría de ellas en una situación precaria. Estas sometidas a utilizar sus cuerpos como moneda de cambio para poder sobrevivir. La trama empieza en sus países, la falsa esperanza, ilusionadas con la “quimérica” idea de un trabajo digno. Al llegar a Europa se encuentran con otra realidad bien diferente, el desengaño, se encuentran encerradas en pisos regentados por una “madame” que las amenaza con pagar una deuda que no existe y las explota hasta la extenuidad.
Según los informes de Eurostat en 2015, y de la Organización Mundial del Trabajo, la mayoría de las prostitutas registradas en Europa son de origen nigeriano. Esto se explica gracias a múltiples factores (económicos, políticos, ambientales…) y es por eso que para poder entender las claves de la prostitución en Nigeria hemos de realizar un estudio holístico. Según Kate Millet “las relaciones desiguales son intrínsecamente políticas”, y es que si no hubiera explotadores no habría oprimidos. Lo que refiere a que para poder comprender que los cuerpos de las prostitutas son usados y comercializados como objetos requiere un análisis del sujeto, o más bien dicho sistema, político opresor.
La población nigeriana vive una situación de pobreza y precariedad del 62,6% y en el mundo rural de un 69%. Estos porcentajes nos ejemplifican la frágil situación que viven en el país. Un dato escalofriante que lleva a miles de mujeres nigerianas a sufrir riesgo de exclusión social y una tangible vulnerabilidad para ser víctima de trata. De hecho, mientras el empobrecimiento adquiere nuevas formas de expresión se incrementa de forma exponencial el número de mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual en Europa.
Algunas mujeres supervivientes a esta experiencia cuentan que desde que las captaron hasta que llegaron a España sufrieron un auténtico infierno. En condiciones extremas, sin los suministros mínimos (ni agua ni comida), siendo violadas y golpeadas de forma continua. Estas mujeres víctimas de la trata y la explotación sexual explican sus experiencias con miedo en el cuerpo, ya que desde el primer instante fueron amenazadas para que no pudieran escapar. Para ello usaban la extorsión a través de los hijos o familiares de estas.
Un dato “curioso” (entre comillas porque es deleznable) que muestra la UNESCO en 2006 es que el estado nigeriano donde predomina la trata es en la costa. Es “coincidencia” que estos fueran los espacios en los que antiguamente existió la esclavitud, y por lo tanto mayor influencia del deleznable imperialismo.
Actualmente son las zonas donde se practica la prostitución indiscriminada y la trata para ser transportadas a Europa como ganado mercantil. Tanto a mujeres como niñas menores de edad con un porcentaje de un 85% Por lo tanto, podemos ver una relación entre el espacio – tiempo de la población nigeriana de la que de una manera u otra ha sido sometida.
Pasado y presente doblegado bajo el yugo externo. Se explica entonces porque la situación del Delta del Níger es parte de un contexto global de dinámicas de empobrecimiento y de desplazamientos forzados. Se enmarca en una región de estructuras neocoloniales sustentadas por el neoliberalismo patriarcal.