El comienzo de la Revolución Sexual
La revolución sexual de los 70 comprende la época que va desde el año 1960 al año 1980. Fue un movimiento que cambió ciertas conductas tradicionales con la sexualidad en el mundo occidental. En aquella época se trataba de salir de los modelos tradicionales, se reaccionaba en contra del puritanismo y se abogaba por un tipo de relaciones más desinhibidas. Pero, ¿fue igual para hombres y mujeres?
El patriarcado siempre ha guardado para los hombres un nivel sexual privilegiado. En los casos de los hombres de aquella época, tampoco fue diferente. Gozaban de infinidad de modelos para el tipo de sexualidad abierta y desinhibida que perseguían – Don Juan, el soltero de oro, Casanova – todos esos “galones” se aceptaban y se toleraban socialmente. En el caso de las mujeres estaban completamente desprovistas de modelos, porque hasta entonces, el deseo había sido únicamente un privilegio del sexo masculino, y una parte de la que la mujer debía carecer.
Tuvo lugar en los años 1960 con la aparición de la píldora anticonceptiva. Trajo cambios profundos en las conductas de las mujeres, en la sexualidad y en la homosexualidad. El punto de partida por los derechos de los gays sería el año 1969, la Policía hizo una redada de un bar gay de Nueva York, convirtiendo eso en la llama que hizo que estallaran las protestas y los disturbios de Stonewall.
Ejemplo de modelo sexual que se tomó en 1968
Las características que componen el modelo de “libertad sexual” que se hizo fuerte en la época de 1968 son las siguientes:
- Cantidad mejor que calidad.
- Empezaron a primar las relaciones sin sentimientos, lo que ahora se conoce como “polvos de una noche“. Esto se achaca a que venían de una época en la que el único sexo permitido era el marital, el cual conllevaba una carga de amor romántico.
- Las mujeres eran activas sexualmente, sí, pero seguían siendo tratadas como objetos.
- La exigencia del derecho al uso de métodos anticonceptivos -como la píldora- y a prácticas como el aborto -lógicamente necesarios- dio paso al surgimiento de una nueva responsabilidad -la del embarazo- que recaía única y exclusivamente sobre la mujer.
- Cualquier reflexión sobre sexualidad -o un tipo de la misma- pensado para satisfacer las necesidades sexuales de las mujeres, quedó fuera de cualquier debate y proclama.
- La relación de poder en la pareja, seguía sin ser paritaria, ni tenían los mismos derechos, ni tampoco igualdad.
¿Por qué no era ese el modelo sexual que quería la mujer?
Muchas mujeres sentían que esa liberación, era una falsa liberación para ellas. Porque tenían que soportar tocamientos de compañeros revolucionarios y en caso de quejarse porque les tocaban el culo por ejemplo, las etiquetaban de puritanas o frígidas. Ellas solo querían que las trataran como personas, no como juguetes eróticos. El pacto de poder que regía la cama estaba descompensado, por un lado, la mujer buscaba sexo, placer… pero no solo eso, buscaba algo más.
Respecto a las prácticas sexuales, ocurría lo mismo, si no accedían a ciertas prácticas eran acusadas de mojigatas. Lo que suponía una presión añadida que distorsionaba la acción de elegir. Las relaciones de pareja también consistían en aceptar cosas que no te gustaban, con la excusa de ser una persona liberal.
Los mandamientos del patriarcado
Seguían sin decir nada por miedo a quedarse solas, porque en aquella época primaba más la vida sentimental de una mujer que su carrera profesional. Básicamente, pasaron de un periodo en el que la mujer no debía desear tener sexo, a otro en el que debía desear tenerlo. En ambos casos, los mandamientos los escribía la misma mano, la de el patriarcado.
Es innegable que la libertad no consiste en decir sí cuando quieres decir no. Igualmente de certera resulta la afirmación de que aquella libertad sexual se construyó sobre las sólidas columnas del patriarcado y aunque cambiaran ciertas situaciones y prácticas que oprimían a la mujer, otras se convirtieron en mandatos o mantras, algo incompatible con la libertad y con la verdadera definición de consentimiento. Y ese es exactamente uno de los frentes que abrió esta época: la lucha -que hoy día se mantiene- para definir qué es el consentimiento.
Crítica a la deriva patriarcal
La realidad de que las mujeres sigan ganando una parte de lo que los hombres ganan de media -las mujeres de otra etnia ganan aún menos en algunos sitios-; que la violación y las agresiones sexuales sigan extendidas y que el acceso al control de la natalidad, al aborto y a la educación sexual sigan siendo cuestiones controvertidas, deja claro la labor que queda por hacer.
Siempre se ha tratado de una visión diferente en lo referente a la sexualidad, nunca se ha tratado de ser pro sexo o anti sexo. Actualmente, en los discursos que quieren definir la sexualidad, se olvidan de que la sexualidad tiene género. En el caso de la prostitución existe un claro ejemplo de la invisibilización al que el patriarcado somete al género, en este caso la mujer.
La gran industria sexual
Tanto la gran industria sexual, como las voces de prestigiosas profesoras universitarias, definen la prostitución como “el intercambio entre dinero y servicios sexuales“. Cambiando la acepción de prostitución por “trabajo sexual“, como si eso lo hiciera más opcional. El hecho es que las personas prostituidas son mujeres y son los hombres, generalmente, los que pagan.
Es indiscutible que la pornografía está omnipresente en la vida cotidiana y que se encuentra a disposición de cualquiera con acceso a Internet, sin límites. En su gran mayoría es absolutamente machista, las mujeres son tratadas como “guarras“, sumisas. Los chicos y hombres reciben continuamente el mensaje de que las mujeres son objetos sexuales a su alcance.
El pensamiento crítico no puede acatar la idea de que el sexo es sinónimo de algo bueno, no por lo menos de una manera tan simplista, ya que caería en el error de no centrarse en el verdadero problema: la imposición de la pornografía como sexualidad normativa y hegemónica. Pero ¿qué ocurre cuando se plantea el tema de la pornografía?
Que el debate casi siempre acaba encaminándose en el tema de voluntariedad y consentimiento. Para ello se argumenta que son muchas las chicas que se muestran desnudas en las redes, también que muchas cantantes “usan” su cuerpo para conseguir más ventas y seguidores.
La poderosa industria del sexo y sus filiales, llevan años mercantilizando el cuerpo de las mujeres, llegando incluso a normalizarlo. La pornografía te da derecho a usar virtualmente el cuerpo de las mujeres y la prostitución a acceder a ellas de forma real. La prostitución ha cogido el mismo camino que cogió la pornografía, el de la normalización y la legalización.
De aquellos polvos estos lodos
A raíz de la revolución sexual comenzada en los sesenta, la expectativa era que la prostitución desapareciera. En vez de eso el tráfico de mujeres -entendida esta en diferentes vertientes- se ha convertido en un gran negocio, junto con el tráfico de drogas y de armas. En este sentido encontramos diferentes posturas, dentro de “feminismo“:
- La postura queer y la del neoliberalismo: consideran la prostitución como otro trabajo más, aprobando que el cuerpo entre en el mercado capitalista. Defienden que hay mujeres que optan libremente por vender su cuerpo.
- La postura abolicionista: denuncian que la prostitución no es un trabajo. Exigen que se investigue lo que realmente subyace a la prostitución de las mujeres, teniendo como último fin la desaparición de la misma. Ven la sexualización y la comercialización como un mecanismo fundamental en la reproducción de la desigualdad sexual.
El patriarcado acaba pintando en un cuadro dos retratos de las identidades más conservadoras del mismo: tenemos a las madres, hijas y esposas y por otro lado tenemos a las “mujeres públicas“. Hoy la diferencia se encuentra entre las mujeres que pueden controlar el acceso a sus cuerpos y las que no. Pero hay que tener presente que ningún sistema de dominación se mantiene sin la connivencia de los sometidos.
La concepción neoliberal de la sexualidad -todo vale si se paga- encuentra resistencia en la crítica que el feminismo le hace a la idea de que el dinero y el consentimiento se limitan a hacer tolerable lo intolerable.
La revolución sexual de aquella época logró alterar una manera de pensar y vivir la sexualidad, pero una para las mujeres y otra para los hombres. El feminismo criticó la doble moral sexual, se propuso que se debatiera el tema de la preferencia sexual de una manera justa y reconocida, haciendo hincapié en que todos los comportamientos sexuales no son aceptables.
La alianza entre neoliberalismo sexual y ganancia ha conseguido silenciar las críticas a la sexualidad entendida como producto de consumo y ahí es donde reside el eje de la cuestión. El debate sobre límites que habría que poner al poder y a los que lo usan para acceder al cuerpo de la mujer.