En un anterior editorial expliqué que ElEstado.Net surge gracias a que conocí a las dos personas que resultaron ser necesarias para iniciar este proyecto comunicativo jugando a diferentes entregas de la saga Gears Of War. Las dos me siguen apoyando, incluso una de ellas bastante más que el primer día. Una tercera persona que ha sido capital para la supervivencia del proyecto -sin él el primer ataque del gobierno de Ecuador nos habría afectado muchísimo más- también apareció gracias al Gears Of War.
Pero la influencia de los videojuegos no acaba aquí. Pese a que en los últimos años he jugado a muchos y muy buenos, hay un videojuego que es dueño de mi corazón gamer, y creo que lo seguirá siendo hasta que no tenga fuerzas de agarrar un mando de una xbox: el Final Fantasy VIII.
Con él asenté varias lecciones de vida, que al ir tomando conciencia política pude identificar como antineoliberales. Jugar la aventura de Squall Leonhart me cambió en ciertos aspectos.
Los grandes logros son siempre colectivos
Por mucho que preparase a un personaje para que fuera lo más completo posible, jamás podría haber acabado con el jefe final sin la ayuda del resto de personajes que formaban equipo con él. Entendí que la individualidad que el capitalismo, hoy en fase neoliberal, vende como forma de relación social y laboral, solo sirve para fomentar una competencia que perpetúe las cadenas que los trabajadores tienen como impedimento hacia la verdadera libertad.
El sueño de que una sola persona es capaz de llegar a los altares de la sociedad, entiendo los altares como una meta meramente económica, es un cebo para impedir una organización colectiva que cambie la competencia por la cooperación, ya que ésta necesita crear un nuevo marco antineoliberal para desarrollarse.
Nadie que no tenga la propiedad privada de un medio de producción puede cumplir ese sueño porque la desigualdad en las oportunidades para conseguirlo suponen un abismo insalvable. Ese sueño es perverso en la base porque no solo implica explotación laboral para conseguir beneficios millonarios, sino que la concentración de tanto dinero en pocas manos supone miseria para otras muchas.
Por eso, en ElEstado.Net somos conscientes de que todos los logros alcanzados son gracias al esfuerzo colectivo de todo el equipo. Aquí nadie compite contra nadie, todos colaboramos con todos para llegar cada vez más lejos, algo que estamos consiguiendo de manera evidente para todo aquél que nos mire desde fuera, ya no hace falta que nos haya seguido desde el principio para conocer nuestra evolución.
Las mujeres son fuertes y no necesitan de un hombre para estar completas
Hoy en día esto es obvio, pero para un chaval de quince años educado en colegios católicos no lo era tanto. El videojuego me mostró que los personajes femeninos eran fuertes, y que las mujeres podían enfrenar los retos más complicados igual, o mejor que los hombres. Pero no solo eso. Entendí que cada persona tiene unos puntos fuertes y otros débiles que no dependen del género, tal y como pensaba hasta entonces.
El Final Fantasy VIII me puso frente a las convicciones que se habían esforzado en meter en la cabeza con martillo eclesiástico y cincel machista. Veía las estadísticas de los personales y algunos femeninos tenían más fuerza que otros masculinos, leía con total atención todos los diálogos y observaba que algunos hombres eran más sensibles que algunas mujeres. ¡Inconcebible para mí en esos momentos! Ese juego me ayudó a romper los límites.
Por eso en ElEstado.Net las mujeres tienen un rol capital. Ejercen puestos de la más alta responsabilidad en el proyecto (dirección, CM, responsabilidad de secciones) de tan buena manera que no dejamos de crecer, tanto cualitativa como cuantitativamente.
El juego de mi añorada Square Soft me enseñó otras cuestiones que entran dentro del campo personal por lo que quedan descartadas de ser mencionadas aquí. No como una valiosa lección que aprendí de la saga Tropico y que ha sido la base y principal motivo de que el ElEstado.Net esté siendo un proyecto que avanza a paso firme sin caer, pese a tropezar de vez en cuando.
Ir poco a poco. Parece una tontería, pero no lo es. En Trópico eres el presidente (o dictador) de una isla tropical. Hay un modo de juego en el que puedes empezar con dinero ilimitado pese a que la historia del título te da solo 20 000 dólares para comenzar a gestionar una isla con 50 personas y muchos problemas. Tras varias partidas, comprobé que se me daba mejor cuando empezaba con menos. Me pregunté ¿por qué?
Me sorprendía que me fuera peor cuanto más dinero tenía. Quise analizar dónde estaba el error, y lo descubrí: en correr. Al tener mucho dinero no solo ponía una plantación de azúcar, sino que además, y a la vez, una fábrica de ron, y también una planta de energía para desbloquear opciones en la fábrica pero… ¿Y los trabajadores con formación de instituto para hacer el ron? ¿Y los licenciados universitarios para operar la planta de energía? ¿Y los transportistas? No pasa nada, se contratan trabajadores del extranjero, pero se iban porque las condiciones laborales eran muchos peores comparadas con las de su lugar de origen, y si las mejoraba, los trabajadores autóctonos dejaban sus trabajos para estudiar y alcanzar esos puestos, por lo que la base de la economía se quedaba sin mano de obra.
Esta lección la he aplicado en ElEstado.Net. Desde el primer día quise hacer un podcast, vídeos para YouTube, una app de móvil, hablar de todos los temas posibles, poner muchas más secciones exclusivas… Pero gracias a la saga Tropico he ido ordenando las prioridades y he sido capaz de medir los tiempos para esperar al momento en el que las condiciones, tanto objetivas como subjetivas, fueran dadas.
He tenido que decir, con dolor, que no muchas veces a muchos de mis redactores, cuya pasión se suele desbordar cuando se ilusionan con algo nuevo, para evitar que el proyecto de desdibujase siendo un cajón de sastre que impidiera configurar nuestra personalidad editorial, o destinando los pocos recursos de los que disponemos a una nueva iniciativa que haría que no se pudiera sostener la anterior.
Sin embargo, son solo noes temporales. Solo hay que esperar al momento. Hay muchas ideas muy buenas en el cajón de la mesa de dirección. No me olvido de ninguna, allí estuvieron las ideas del podcast y de hacer vídeos, y hoy son una realidad asentada.
El futuro que nos espera es brillante, pero el presente que tenemos es luminoso.