Con Bolivia asegurada por la izquierda y Argentina a punto de ser reconquistada por los progresistas agrupados en torno a la fórmula Alberto Fernández–Cristina Fernández de Kirchner, parece que Uruguay ha dejado de ser importante en los análisis políticos, incluso del campo progresista, que se hacen sobre la geopolítica latinoamericana.
Uruguay es un país pequeño, con una economía modesta y una diplomacia que juega ya en Suramérica un papel secundario al lado de las poderosas Brasil, Argentina y Venezuela. Sin embargo, que la realidad sea de esta manera, no impediría que, de llegar la derecha al gobierno, el poder mediático de Estados Unidos con el apoyo de las oligarquías nacionales de los países americanos, trabajase para convertir esa realidad en otra muy diferente.
Un gobierno del campo conservador en Uruguay se plegaría de inmediato con los intereses del gobierno de turno de Estados Unidos, como ha pasado con todos los anteriores, (Iván Duque en Colombia, Lenín Moreno en Ecuador, Mauricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil…), que no han dudado en dar titulares a la prensa en los que cargaban contra el gobierno de Venezuela, apoyando así el golpe de estado continuado que Donald Trump lleva aplicando contra Nicolás Maduro desde el 23 de enero de 2019.
De repente, de ganar la derecha uruguaya el poder ejecutivo, su dimensión internacional crecería artificialmente para que sus arengas contra el socialismo bolivariano causen más impacto, aprovechando además que serían pronunciadas desde un país que actualmente apoya a Nicolás Maduro y a sus esfuerzos por salir de la crisis inducida mediante el diálogo y la diplomacia.
Además, las insostenibles denuncias de fraude electoral en Bolivia, para las que EEUU ha usado a la OEA, abren un escenario golpista en el que Carlos Mesa se perfila como un nuevo Juan Guaidó boliviano. Que un vecino cercano como Uruguay sustente internacionalmente las aspiraciones golpistas, complicaría la gestión de la crisis al gobierno de Evo Morales, que tendría que centrar sus esfuerzos no solo en los frente internos abiertos por la oposición que ya es violenta, sino también en el plano regional.
>>La OEA abre la puerta en Bolivia a la desestabilización y al golpismo<<
Sin embargo, que el Frente Amplio pierda el poder después de casi 3 lustros seguidos en el gobierno, permitirá a los poderosos aseverar en sus medios de comunicación que la izquierda no sabe gobernar, y siempre acaba perdiendo el gobierno a causa de su mal desempeño, una de las principales ideas-fuerza con las que el capitalismo en su actual fase neoliberal siembra el miedo entre la mayoría social, para evitar que apoyen en las urnas a las opciones políticas de izquierdas que mejor representan sus intereses como trabajadores.
La entrada del neoliberalismo en Uruguay empeorará las condiciones de vida de la mayoría de la población, como ha sucedido en Argentina con la aplicación de las medidas dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) por parte de Mauricio Macri, que ha aumentado los niveles de paro y pobreza.
>>Claves del fracaso del modelo económico y social de Mauricio Macri<<
La victoria del Frente Amplio en Uruguay es necesaria para el campo progresista latinoamericano, ya que mantener el poder ejecutivo y afianzar su fuerza en el legislativo, es fundamental para frenar de manera definitiva el avance de las posiciones neoliberales en el continente, estando la derecha en franca ofensiva tras los golpes de estado -aplicados mediante la violencia o el lawfare- contra varios países que en la pasada década contaban con ejecutivos más o menos progresistas.