La capitulación de la CONAIE era de esperarse, y aunque suene apocalíptico quise dejar pasar algunos días antes de corroborar lo que ya venía diciendo en otras plataformas. Ecuador ha caído, de manera somnolienta en el letargo de la huída. Las personas que se manifestaron contra Lenín Moreno, empujadas por la indignación no lo harán más porque hay otras preocupaciones, como la de no ser execrado del sistema de vida con el que austeramente vive el 80% del pueblo ecuatoriano.
La ilusión de “oasis económico” es más fuerte que la penuria, sobre todo cuando el inconsciente colectivo está siendo espoleado con una culpabilidad psicológica que se escurre en cada discurso oficial, “la culpa de los destrozos es del vandalismo, de la huelga, de los desmanes es de los manifestantes” que hoy son estigmatizados como indígenas in-civilizados, o psicópatas enfurecidos al mejor estilo de la película Joker, magistralmente interpretada por Joaquín Phoenix.
>>¿Qué implica el acuerdo entre el gobierno de Ecuador y la CONAIE?<<
En el interludio de esta metáfora no tan descabellada, existen otros actores que no han podido pasar de incógnito ni ocultarse.
Ya el argentino Borón advertía sobre la influencia de la CIA sobre la dirigencia ecuatoriana: “bien aconsejado por Enrique Ayala Mora, presidente del Partido Socialista del Ecuador, y algunos otros mercenarios de la política ecuatoriana, (unidos por su enfermizo rencor que tienen con el expresidente Correa) como Pablo Celi, Juan Sebastián Roldán y Gustavo Larrea, asiduos visitantes y correveidiles de “la embajada” (por no calificarlos de “agentes”)”.
Y por si no queda claro, insiste: ”si bien la insurgencia indígena contó con el apoyo de amplios sectores de la población, éstos no fueron sino un coro que acompañó pasivamente las iniciativas de la dirigencia de la CONAIE. No de otro modo puede interpretarse el hecho anómalo de que solo la dirigencia de esa organización (muy influida, es sabido, por algunas ONGs que actúan en el Ecuador y que son los invisibles tentáculos del imperio, e inclusive algunas agencias federales del gobierno de Estados Unidos) hubiera estado sentada en la mesa de las negociaciones”.
Lo cierto es que no es noticia nueva los vínculos de la CIA con los movimientos indígenas ecuatorianos, a los que llegaron a calificar como amenaza en un informe de la Agencia denominado “Global Trends 2015”.
Si el tratado con el FMI seguirá, si los muertos no cuentan nada, si las adversidades globales del tratado se mantienen indómitas entonces hablamos de un acto de prestidigitación de Lenín Moreno, que instala una neo-dictadura de tipo medieval en la hermana nación.
La represión y las desapariciones son una realidad que se “normalizará” en el nuevo Plan Cóndor del gobierno de Donald Trump, con miras a instalarse formalmente después de la esperada victoria del aberrante presidente norteamericano. Como advertí hace unos siete meses en el artículo “Deep State en el Ecuador”, la privacidad del ciudadano en Ecuador no existe desde hace rato.
Y si alguien está leyendo esto y piensa en la privacidad desde la óptica del “no tengo nada que esconder”, debo advertirle que es lo mismo que aprobar la desaparición de la libertad de expresión con la prerrogativa “no tengo nada que decir”. Así de preocupante es el panorama actual, con políticos entrenados desde la embajada imperialista para espiar, registrar, sabotear, demoler reputaciones y forjar expedientes mediáticos. Estos skills son combinados con la implementación del lawfare y los resultados son desastrosos.
Por tanto la izquierda de café, exquisita y soñadora que sigue expresando su desprecio por la “dictadura de Maduro” en Venezuela, y que se apoya en sus redes sociales para participar en “campañas” políticas, está celebrando la victoria sobre el aumento de gasolina, una medida ensayo y experimental de control social.
Esa izquierda no tiene ninguna diferencia con aquella que lo compara con Sebastián Piñera. No hay referentes, o la industria de la comunicación continental se ha encargado de difuminarlos. Una generación sin ideología, sin conexión con la historia ni el presente, asume una lucha que ahoga su futuro desde la anorexia política.
La pérdida de credibilidad y la sed vengadora del capitalismo y la derecha latinoamericana ha consolidado una opinión satanizadora de las luchas revolucionarias de Venezuela y Cuba. Los dirigentes de la época UNASUR son encarcelados, perseguidos y estigmatizados. Sus seguidores desaparecidos y exiliados. Esta generación sufre del síndrome 15M, sufre la pérdida de contexto producto de la enajenación cultural, y puede entregar a Ecuador al abismo neoliberal y a la dominación imperial a sangre y fuego.
¿Qué hacer? Rescatar a los presos políticos y conformar un puente de comunicación entre las fuerzas indígenas y los movimientos políticos que se oponen a Lenín Moreno. Consolidar un liderazgo político con un plan concreto. Y por último, y no menos importante, debe haber una Asamblea Constituyente en donde se plantee una nueva visión de las Fuerzas Armadas, sirviendo al pueblo.
Esto no va a ser fácil ni tiene tiempo definido. Pero la lucha es inevitable, al menos para los que tienen la patria de Sucre en el corazón. Hay que saltar el cerco ideológico que, convenientemente, instala Hollywood para señalar a los que se rebelan a través del guión de Joker. No todos hemos sido maltratados, ni violados por nuestra madre o padre. No todos estamos enfermos, abandonados, dolidos y sin esperanza.
De hecho somos personas normales y corrientes, tan corrientes como cualquier persona en el mundo que sale a la calle cansada de un mandatario que les mete la mano en el hígado cada vez que le dá la gana. No somos antihéroes. No somos trastornados. Somos el pueblo pobre, al que siempre han querido borrar y someter. Eso sí. Quizás lo que nos una a este personaje es la risa sarcástica ante los efluvios y las maromas del poder. Una risa producto del sufrimiento resistido y masticado de tantos años. Una risa que inexorablemente anunciará la caída del tirano.
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