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La fractura del ejército boliviano pone en riesgo el asentamiento del golpe en Bolivia

El golpe de estado dirigido por la dictadora Jeanine Áñez está trabajando en crear las condiciones para organizar unas elecciones que los legitimen en el poder a los ojos de la Comunidad Internacional, que espera esa formalidad para hablar sobre cómo se reparten las reservas de litio con las que cuenta Bolivia.

>>Los asesinatos de la dictadura boliviana no logran frenar las movilizaciones contra el golpe<<

La purga del órgano electoral para poner a dedo a nuevas autoridades avanza, pero en el plano social, las masivas movilizaciones impiden la imagen electoral que se necesita para hacer pasar las elecciones como un acto democrático, difícil cuando quiénes las organizan son los que han dado un golpe de estado por no aceptar la voluntad popular emanada de las urnas.

Jeanine Áñez reprime las movilizaciones pacíficas para sostenerse en el poder que ha usurpado, ya que son de un calado social tan profundo, que si las respetase, no sería capaz de aguantar en el poder legislativo. Esa represión impide que se puedan celebrar las elecciones que el golpismo quiere llevar a cabo cuanto antes.

>>Bolivia: el poder del silencio mediático<<

En este escenario irrumpe el ejército boliviano, que está desempeñando el papel de principal ejecutor de las órdenes represivas del golpismo, pero no siempre las acata. En varios puntos del país los militares, o han desertado por decenas, o se han unido a los manifestantes demócratas que protestan contra el golpe y piden el regreso del presidente constitucional Evo Morales.

Esta situación supone un quiebre en las Fuerzas Armadas bolivianas, ya que evidencia una fractura entre los que apoyan el golpe y los que no, alejando el escenario perfecto para el golpismo que supuso ver a los militares cerrar filas con ellos en los primeros momentos del fin de la democracia boliviana.

Si la dictadura no logra imponerse rápidamente, muchos altos cargos militares que han apostado por el golpe de manera interna, podrían empezar a dudar de que la derecha sea la que gane la batalla que ahora mismo supone la disputa por el poder ejecutivo de Bolivia, por una cuestión se supervivencia personal: nadie quiere estar en el bando que naufraga porque al perder, todos caen, quedándose en una situación que podría llevar a cárcel, a perder el trabajo y la posición social.

En el momento en que los demócratas bolivianos logren alargar lo suficiente los tiempos, sin que Jeanine Áñez se haya podido asentar en el poder ni convocar elecciones, y con un hipotético regreso de Evo Morales a Bolivia, los militares comenzarán a variar su apuesta para no perderlo todo cuando la izquierda logre vencer al golpe de estado.