La historia política de España durante el siglo XX estuvo indeleblemente marcada por la Guerra Civil y el franquismo. Pero muchas veces se olvida que también marcó fuertemente el ámbito económico del país.
Los grandes nombres de la economía española actual son los mismos, o los herederos, de aquellos que unieron su fortuna y su destino con Franco y con el franquismo. Pero, además, supieron adaptarse al sistema democrático, a través de la Transición.
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Son una casta de empresarios que surgió a través de la autarquía se la posguerra, familias unidas por la llamada del dinero que, a partir de 1959, con la llegada del Desarrollismo, se convirtieron en un ejemplo más del capitalismo salvaje, copando los bancos, las finanzas, las constructoras.
Sus fortunas se gestaron de forma ilícita durante el franquismo, se “blanquearon” durante la Transición, y siguen estando en las mismas manos en la actualidad.
Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos. Francisco Franco, 1942.
Los orígenes del capitalismo español
El franquismo fue el caldo de cultivo esencial para ese desarrollo: protegió la iniciativa privada de esos sectores, en unos momentos en que el crecimiento económico, debido a los estragos de la guerra, era asombroso, gracias a la entrada de las primeras divisas generadas por el turismo, las remesas de los emigrantes y las inversiones extranjeras.
Además, el régimen mantuvo un sistema fiscal privilegiado, que cargaba todo el peso sobre los trabajadores (algo similar a lo que sucede hoy en día); aprovechó la pasividad y obediencia de la clase obrera (provocada por la despolitización y la ausencia de sindicatos de clase), y propició unas condiciones laborales muy ventajosas para las empresas; estableció un sistema basado en la corrupción sistémica.
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Todo eran ventajas para el libre desarrollo del capitalismo español, que durante todo el franquismo acumuló beneficios inimaginables, gracias a la corrupción, al desarrollo y a que supo aprovechar el proteccionismo del régimen.
Este sistema fue posible gracias a dos factores esenciales. Por un lado, por el expolio que el régimen realizó a todas las familias que habían tenido relación con la República (un expolio que, a día de hoy, aún no ha sido resuelto, a pesar de que algunas familias han comenzado a reclamarlo). Por otro, un sistema de corrupción que el régimen aceptaba y en el que participaba activamente.
Está claro que el régimen de Franco institucionalizó el pillaje, a través de los castigos a los derrotados que algo tenían. Paul Preston.
Los grandes negocios se hacían a través del tráfico de influencias (un delito que en aquellos momentos no existía), que creó un laberinto de empresas, adquisiciones irregulares, robos, etc., que crearon las grandes fortunas de este país, mientras la sociedad vivía con el mito de la “austeridad”, una operación orquestada magníficamente por la propaganda franquista.
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Ese período estuvo lleno de ministros banqueros, ministros industriales, industriales que pasaban a la política y volvían a la industria, gente de la política que pasaba a la industria.
El sistema montado por el régimen sirvió para crear una fuerte oligarquía franquista que se mantuvo desde 1936 hasta la Transición.
La “modélica” Transición
La muerte del dictador no afectó, directamente, a estas grandes fortunas. A los principales protagonistas del régimen franquista les fue muy bien con la llegada de la democracia. Una vez fallecido franco, todos intentaron enterrar ese pasado en el olvido, llegando a un acuerdo no escrito, un consenso que fue lo que permitió limitar y silenciar el debate, no solo político y social, sino también económico.
Tras la muerte del dictador, los consejos de administración de empresas como Endesa, La Caixa, Iberdrola, Telefónica, FECSA, etc., sirvieron para cobijar a la mitad de los últimos ministros franquistas, mientras el resto recalaba en la política.
También en el caso de la justicia se estableció una “puerta giratoria”: la mayoría de los jueces del Tribunal de Orden Público pasó a tener un puesto en el Tribunal Supremo o la Audiencia Nacional, porque la naciente democracia necesitaba jueces para reprimir cualquier intento de rebelión por parte de la clase trabajadora.
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A los protagonistas desconocidos (funcionarios de los órganos de represión, jueces que aplicaban las leyes franquistas, etc.) tampoco les fue mal: ninguno de ellos fue castigado por la democracia. Tal fue el caso de Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, que alcanzó gran fama como torturador, pero que nunca tuvo que pagar por ello, y no ha sido hasta 2013 que se vio obligado que pisar un juzgado para responder de sus crímenes, aunque sin consecuencias. Tampoco los jueces que aplicaron las leyes represivas franquistas fueron apartados de la carrera judicial.
La Transición no supuso una ruptura sobre el franquismo, sino que reveló una continuidad de las clases capitalistas, que buscaron en la “democracia” la mejor forma de evitar un nuevo proceso revolucionario y mantener sus beneficios y privilegios.
La Transición consiguió ascender y blanquear a todos los poderosos con Franco.
- Rodolfo Martín Villa, ministro de Gobernación en 1976, acabó siendo consejero de Endesa y, posteriormente, presidente de Sogecable.
- Demetrio Carceller, falangista y ministro de Franco, fundó el imperio Estrella Damm.
- La familia Urquijo (uno ministro y otro presidente de Iberdrola) fundaron bancos.
- José Vilarasau Salat, director general de Telefónica en 1966, que tuvo altos cargos en el Ministerio de Hacienda, pasó a la banca y llegó a presidente de honor de La Caixa. Actualmente es considerado como una de las personas más influyentes de la sociedad catalana y española.
- Antonio Barrera de Irimo, vicepresidente primero del gobierno franquista que condenó a Salvador Puig Antich, fue consejero de Telefónica y Banco Hispano Hipotecario.
- Juan March, al que Franco concedió un monopolio bancario y financiero, que amasó una inmensa fortuna con el contrabando del tabaco, y cuyo apellido sigue en grandes consejos de administración como ACS, Acerinox o Prosegur. También se hizo con el monopolio de la producción eléctrica catalana, a través de FECSA, una empresa que aportó enormes beneficios a la familia March.
- Manuel Aznar, padre de José M. Aznar, formó parte del Banco Urquijo.
Uno de los precios políticos de la Transición fue, además de otros muchos, la inmunidad, de facto, por lo que habían hecho esas grandes familias económicas. Así, de la noche a la mañana, las élites franquistas pasaron a ser las élites de la democracia española. Y se creó una democracia a medida de las grandes fortunas. Porque la Transición se aceptó de buen grado debido a que se aceptaba la posición de cada uno dentro del sistema, y se mantuvo la impunidad.
Somos 400 familias y nos conocemos todos Félix Millet.
En la actualidad
Ha habido una continuidad generacional entre esa oligarquía franquista: de padres a hijos, de hijos a nietos, que son los que, en la actualidad, siguen controlando la dirección de la economía.
El capitalismo español se gestó bajo la dictadura, y si miramos los grandes nombres de la economía española veremos que todos ellos estaban ya durante el franquismo. Ahí se puede ver que ha habido una continuidad, y una endogamia, en los principales poderes económicos. Actualmente, la mayoría de esas familias poseen enormes imperios que han ido incrementando su riqueza y poder, y que están gestionados por los descendientes.
Pero el origen de esas fortunas hay que buscarlo en una época en que la sociedad española vivía bajo la dictadura represiva: caras nuevas con apellidos viejos. Estos apellidos aprovecharon la posguerra y los inicios de la democracia para forjar sus imperios, y han seguido manejando los hilos de la economía.
El IBEX se creó en los años 1990, pero sus principales empresas provienen del franquismo.
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March, Koplowitz, Banús, Fenosa, Gómez-Acebo, Aguirre Gonzalo, Urquijo, Melià… son apellidos muy conocidos que, en la actualidad, controlan las fortunas más grandes de España. Todos ellos son nombres relacionados con la banca o las empresas, que han aprovechado la democracia para preservar sus intereses. Y todos ellos son parte de la corte de Felipe VI.
Algunos han definido este sistema como “capitalismo de amiguetes”, un concepto que aún podemos aplicar a gran parte de la economía española: negocios fomentados en los grandes contratos públicos, con empresas financiadoras de partidos políticos, con exministros que forman parte de sus consejos de administración, etc.
Desde la restauración de la democracia, la política que han mantenido los diferentes gobiernos españoles (tanto del PP como del PSOE), en referencia al origen de las grandes fortunas económicas, ha sido la de silenciar las posibles críticas. Es decir, no meterse en líos. A pesar de la gran importancia de este tema, se ha considerado siempre un problema menor, como otras muchas herencias del franquismo. Pero se ha descuidado el hecho de que un cúmulo de problemas menores crea un gran problema.
Esto ha llevado a que los diferentes gobiernos busquen que se olvide esa parte de la memoria histórica. Afirman que el pasado “está resuelto”. Pero el franquismo creó una maquinaria económica, una gran empresa, un negocio, que aún sigue reportando inmensos beneficios.
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La resistencia a investigar los crímenes del franquismo no es solo cultural, político o social. Es también un problema económico. Porque en el momento en que se deje de buscar a las víctimas en las cunetas, tendremos que comenzar a hablar de reparación económica de las víctimas. Y ese es un punto que puede desequilibrar todo el sistema político.
Llegará el momento en que se deberán dar los pasos hacia una educación colectiva, con procesos de concienciación y memoria, sobre lo que supuso el enriquecimiento ilícito durante el franquismo. Y deberá esclarecerse el origen de esas fortunas, y buscar reparaciones para las víctimas, tal como hizo Alemania, que acabó de pagar las reparaciones en 2007.
Por tanto, se puede decir que la verdadera resistencia a la reparación de la memoria histórica es, sobre todo, económica. Esos sectores intentan borrar, con la connivencia de los medios de comunicación y los gobiernos “democráticos”, los vestigios de la instrumentalización que hizo el franquismo, a la hora de construir sus imperios económicos.