Salvini no gobierna, pero manda en muchas de las provincias italianas. Desde el pasado mes de septiembre existe un nuevo gobierno “progresista” en Italia -aunque este gobierno sea sólo el resultado de un error táctico del omnipresente Salvini-.
Los ciudadanos de Bologna, mediante mensajes en Facebook y Twitter, se congreraron el pasado mes de noviembre en Piazza Maggiore para rechazar un acto de apoyo a Salvini. Llegaron a llenar la plaza con más de 6000 personas, creando así una imagen de impacto y de rechazo al populismo de extrema derecha encarando en el mismísimo Salvini.
Si el lector se fija, hay demasiado Salvini en la política italiana. Es un producto político al alza para una buena parte de la sociedad italiana que está harta de políticos parlanchines o de burócratas aburridos que se miran a la gente por encima del bien y el mal.
Salvini es eso, la acumulación de odio y frustración de estratos sociales absolutamente transversales; obreros, empresarios, ricos, pobres, hombres, mujeres etc. Es más, su potencia como líder político condiciona la vida política del nuevo gobierno –Governo Conte bis- y provoca cortocircuitos en toda la esfera política contraria a este dirigente político milanés.
El caso más reciente es el del ex-dirigente de Movimento 5 Stelle, Luca Di Maio. Su apuesta por formar gobierno con el centro izquierda (Partito Democratico) le ha pasado factura a la paz interna de su partido.
En vista de los malos resultados en las pasadas elecciones en Emilia-Romagna, Di Maio decidió dimitir antes de entrar en este proceso electoral, y así poder continuar con su labor como Ministro de Exteriores del Gobierno presidido por Giuseppe Conte.
En medio de esta tormenta interna entre los grillistas, como no, navega como un buque a toda marcha el salvinismo en plena efervescencia.
Tampoco el Gobierno de Conte está exento, como decíamos, de saberse débil frente a un rival que lo revuelve todo. Este nuevo gabinete tiene una muy frágil mayoría -recordemos que tanto el PD como el Movimento 5 Stelle han sufrido múltiples escisiones, la más sonada la del ex-premier Matteo Renzi (PD)-, que se traduce en un intento arduo de cumplir con los mandatos de la Troika europea y al mismo tiempo, impulsar la reforma tanto de las administraciones italianas como renovar un país con unas infraestructuras absolutamente deficientes y anacrónicas en algunos casos.
Y bien, ¿dónde está ese “rayo de luz”?
Las Elecciones en Emilia-Romagna y el movimiento de las sardinas
Quizás sea solo un tímido rayo de luz, quizás las nubes espesas de la siempre conflictiva política italiana no dejan ver que existe partido aún por jugar, pero, en todo caso, y con todas las reservas, la victoria de la izquierda en las pasadas elecciones en la región de Emilia-Romagna pueden ser algo más que una victoria electoral pues un símbolo de resistencia y de afirmación del polo opuesto a lo que propaga el populismo derechista italiano.
¿Esto es gracias al movimiento de las sardinas? No, pero también ha sido un punto de inflexión en la capacidad de la izquierda social en reencontrarse en lo que habían abandonado durante años; las calles y plazas.
La amenaza de victoria del salvinismo en Emilia-Romagnapodría haber sido un punto y a parte para la historia política en Italia, sin duda. Emilia-Romagna es el máximo referente territorial de la izquierda cooperativista, productiva, campesina, creadora de infinidad de referentes sociales etc. Es una tierra que ha dado importantes dirigentes de la izquierda (Bersani, Conti) o ha impulsado movimientos políticos alternativos (autonomia operaia).
Bonaccini (izquierda) ganó con un 51,4% de los votos contra el 43,7% para Borgonzoni (derecha). Los grillistas, efectivamente se han fundido obteniendo un ridículo 3,5%. No son malos resultados para la derecha pero no consiguieron arrebatar el feudo de la izquierda, y eso tiene un gran valor visto el panorama político local.
El Movimento delle sardine no es más que un impulso ciudadano que rechaza esta era de efervescencia reaccionaria. Según uno de sus impulsores, Francesco Borgonovo; “la gente que baja a concentrarse en las calles se declaran mayoritariamente de izquierdas“.
Este movimiento ha conseguido llenar plazas en toda Italia, así como en todo el mundo. Es un movimiento espontáneo creado a la “manera moderna” vía redes sociales. Es un movimiento símbolo que quizás recuerda al Movimento viola creado también para impulsar el impulso ciudadano para transformar la política y la situación social del país desde su abajo, y no entre bambalinas y despachos.
Y qué mejor referente para reforzar este movimiento, y viceversa, que la izquierda haya conseguido ganar contra todo pronóstico las elecciones en su feudo histórico. Dos puntas de un iceberg (simbolismo y afirmación de un referente histórico) que debe aprovechar la izquierda y las fuerzas transformadoras del país, para hacer limpieza en sus propias dinámicas, para afrontar así, de una vez por todas, lo que Alfredo Reichlin llamaba “el gran mal de Italia“: hacer frente al constante miedo a la guerra civil.