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La historia de San Valentín: de recibir latigazos a la sumisión del amor romántico

El próximo viernes se celebra el día del amor. Un día que aunque se componga de diferentes costumbres dependiendo del país, tiene las misma raíz en común: capitalismo y patriarcado.

El origen

Esta festividad debe su origen al cristianismo, quien la creó como una estrategia de contrapeso de las festividades paganas que se celebraban en el Imperio romano. Esta celebración se basa en una leyenda principal: San Valentín casaba a los jóvenes, quienes tenían prohibido ser casados. Esta prohibición venía de Claudio II, quien consideraba que los solteros sin ataduras de matrimonios e hijos eran mejores soldados.El sacerdote Valentín consideraba injusta esta medida y por eso decidió casarlos de manera clandestina. Convirtiéndose así en el patrón de los enamorados.

Cuando Claudio se enteró, ordenó que lo detuvieran. Estando en las mazmorras esperando su ejecución, un oficial lo retó a que sanara a su hija, la cual era ciega. Cuando Valentín le devolvió la vista, el oficial se estremeció y tanto él como su familia, se convirtieron al cristianismo. Valentín fue decapitado el 14 de febrero del año 270. Y así crearon esta maravillosa historia de amor y sufrimiento, de injusticias para convertir a Valentín en el santo del amor.

Pero no acaba aquí, pasado el tiempo y habiéndose convertido la Iglesia Católica en religión oficial de Roma, Gelasio I (el papa de aquel entonces), tenía como objetivo eliminar las celebraciones lupercales. Quería quitar esta tradición, eso sí, sin que la población protestara, por lo que decidió que sería San Valentín el elegido. La luperca no tenía nada que ver con el amor, ya que era una fiesta de violencia y sexo. Fue una de las festividades más exóticas y arcaicas que celebró Roma.

Dos grupos de jóvenes, los lupercos, sacrificaban perros y cabras, se cubrían con las pieles y llevando látigos hechos de los propios animales, corrían por el centro azotando a todas aquellas mujeres que se encontraran por su camino. Los latigazos simbolizaban purificación y fertilidad para las mujeres, era el ritual para la fecundidad. Un latigazo, un ovulo. Y así se pasó de golpear a mujeres con látigos para darles el don de la vida, a celebrar el amor entre humanos un día al año.

Aunque la Iglesia fue la que empezó a celebrar este día, hoy en día ni siquiera está en el calendario litúrgico. El no haber encontrado datos históricos suficientes de este santo hizo que en 1969 fuera eliminada del calendario.

Del cristianismo a la celebración popular

Pero San Valentín no solo ha sido, o es, una fiesta cristiana, también lo fue (y lo sigue siendo) popular. Independientemente de la religión de cada cual, esta celebración está extendida a lo  largo del mundo. En el ámbito popular se vende la fiesta como un día para celebrar el amor. Aunque principalmente se celebraba entre parejas, a día de hoy también se celebra entre amigos.

La Edad Media por ejemplo, fue una época en la que se vivía un amor cortés, hablaban del amor como una forma de afecto sincero. Eran habituales las declaraciones poéticas y el concepto del romanticismo iba unido a ellas. También aparecen las referencias a Cupido, el dios romano del amor. Cuando en el siglo XX llegó la industrialización, se convirtió en una fiesta de consumismo más. Esta vez explotando el concepto del amor. Ese sentimiento que tanto anhelan todos…¿o no?

Hoy en día San Valentín se resume en comprar regalos para demostrar el amor. El capitalismo ha conseguido que esta cualidad de la que ha dotado a la festividad, llegue a aquellos rincones del mundo que ni comparten las costumbres occidentales, y mucho menos se practica el cristianismo.

San Valentín y la sumisión de la mujer

Amor romántico, fidelidad eterna, príncipes azules, mariposas en el estomago, si no duele no es amor… Cada concepto, cada mensaje es un anillo más en la cadena de la sumisión. La magia de San Valentín le llaman. Idealizan el amor de una forma que los mensajes pasan totalmente desapercibidos. Estos mensajes alimentan la creencia de un tipo de amor -hasta que la muerte nos separe- que hace sumisa a la mujer, aboga a relaciones tóxicas, donde ella es la dependiente. Ellas son las que con sumisión deben sacrificarse por el hombre.

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Esto crea una relación basada en la sumisión, en el poder de uno sobre otro, posesión y dominio. Esa manera de entender el amor, las relaciones, normaliza las situaciones de control, hace de los celos unidades para medir el amor. Un caldo de cultivo perfecto para relaciones de malos tratos, porque si no duele, no es amor.

En lo relativo a la publicidad sigue la misma senda que la historia que han contado. Perpetua los estereotipos de género, invitando a la mujer a seguirlos y mostrarse con disponibilidad absoluta para la pareja, el hombre. Ponte guapa y estate disponible. Para ellas, ofrece lencería, bombones, joyas, perfumes; para ellos, relojes, tecnología, alcohol. Ellos son los alfas y ellas las que tienen que estar físicamente apetecibles y disponibles.

El valor de la mujer no depende del amor del hombre

El concepto de amor romántico se ha construido en base al patriarcado. El concepto dibuja a un hombre independiente y autónomo. Están educados para la sexualidad y la seducción. A su vez, este concepto pide a la mujer que renuncie a ella misma, a sus deseos, a sus necesidades. La mujer tiene que estar para el hombre, tiene que depender de él y tiene que ser sumisa hacia él. Para la mujer, la relación ha de ser el eje principal de su vida.

¿Es esta la naturaleza del amor? ¿El valor de la mujer depende del amor del hombre? No. El amor no debería aguantarlo todo y no, tampoco puede con todo. La mujer no debería abnegarse a cambio de la protección del hombre, porque no es un ser débil, como persona tiene fortaleza, aunque el patriarcado intente hacerle pensar que no es así. No, los celos no son una señal de amor, sino de inseguridad y posesión. No, el amor y el maltrato no son compatibles.

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Nacemos solos y moriremos igual, ¿qué necesidad hay de aguantar cualquier cosa, porque las estructuras patriarcales digan que no hay que estar solo? El amor romántico intoxica las relaciones, crea desigualdad, manda el mensaje de que solo serás feliz haciendo feliz al hombre, cueste lo que cueste. Y quiere que pienses que sola no estás completa.

Pero como toda mentira, tiene sus patas cortas. El amor es un concepto abstracto, un sentimiento, personal, diferente en cada uno. No es exclusivo, se puede querer a una madre, a un hijo, a un amigo, a tu pareja… pero no se puede olvidar lo más importante, quererse a uno mismo. Es la mejor forma de aprender a querer, a amar y posiblemente, la más sana.

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