Estamos sufriendo una pandemia global, de proporciones pocas veces vistas hasta ahora. La posibilidad de que se declare el coronavirus como una pandemia ha provocado un gran alarmismo, que sólo está justificado en parte. El concepto de pandemia se refiere únicamente a la posibilidad de transmisión y continuidad de la enfermedad, en zonas diferentes, pero no a su poder de letalidad.
Es decir, que aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) declare la pandemia, la situación de pánico global que se está produciendo aún está lejos de tener una incidencia real.
Y ahora, para seguir fomentando el pánico, ya se habla de forma alarmante del contagio de la enfermedad a… la economía mundial. Los titulares de la prensa son totalmente explícitos: “Trump llama a la FED a recortar los tipos para luchar contra el coronavirus”; “El presidente de la CEOE aprovecha el coronavirus para pedir que no se derogue la reforma laboral” (aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid), etc. La prensa informa constantemente del catastrófico efecto del coronavirus cobre la economía: la peor semana de Wall Street, el IBEX35 pierde millones, la OCDE alerta del peligro de recesión, golpe durísimo al turismo y caída de las reservas, etc.
La “infodemia”
“Infodemia” fue el concepto que acuñó la OMS para referirse a la situación que se está creando con el coronavirus en los medios de comunicación. Es decir, a la extensión de la información sin una base científica y de noticias no contrastadas.
La verdadera pandemia la han creado los medios de comunicación, y es la del miedo. Es cierto que se trata de un problema grave, que se ha extendido en tiempo real gracias a los medios de comunicación y las redes sociales. Pero también es cierto que nos estamos acostumbrando a estas situaciones de excepcionalidad, provocadas por la rápida propagación de… noticias y fakenews.
>>Fake news: el control de la población mediante la desinformación<<
Ante este panorama, los estados se han concentrado en iniciativas destinadas a lanzar mensajes de calma que no acaban de cuajar en la sociedad. ¿Por qué? Pues porque los ciudadanos nos hemos acostumbrado a que cuando sale el ministro de turno a pedir calma es que nos van a “dar para el pelo”. Pasó con la crisis del chapapote, con la llegada de la crisis económica, con el rescate bancario, etc.
¿Por qué tendría que ser diferente ahora? Además, los expertos critican que se lancen mensajes tranquilizadores cuando no van acompañados de información que justifique esas llamadas a la tranquilidad.
Esos mismos expertos señalan que el alarmismo y la falta de información están convirtiendo el coronavirus en algo mucho más grave de lo que en realidad es. Además, cada año hay un virus nuevo, que genera diferentes grados de emergencia, sin recibir el tratamiento que está recibiendo el coronavirus. Pasó con la “gripe aviar”, con el H1N1 o el brote de SARS.
Las buenas noticias se han obviado constantemente, desde el inicio de la crisis, entre el alarmismo social: ya se sabe quién es el coronavirus, no es un desconocido, como hasta hace poco; la situación comienza a mejorar en China, después de un escenario que nos pintaron como dantesco; el 80% de los casos son leves y la mayoría de los enfermos se curan; el virus se desactiva fácilmente (basta una buena higiene de manos); los ensayos clínicos en marcha arrojan buenos pronósticos y ya se está experimentando con nuevas vacunas, etc.
Pero las malas noticias se han magnificado: tiene una tasa de contagio más alta que la gripe normal; se expande más rápidamente; afecta gravemente a personas con patologías anteriores, etc. El impacto de este problema lo podemos ver si intentamos comprar mascarillas quirúrgicas en una farmacia.
La pandemia económica
En el ámbito económico, la pandemia está siguiendo unos patrones similares a los que estamos acostumbrados en otras crisis: Trump siembra alarmismo, mientras farmacéuticas estadounidenses comienzan a presentar prototipos de vacunas.
Hasta ahora, los principales perjudicados han sido sectores muy diversos. Por ejemplo, el turismo, en todos sus ámbitos (aerolíneas, hoteles, cruceros, operadoras de viajes, etc.), que se enfrentan a una oleada de cancelaciones. Esto tendrá una fuerte afectación, por ejemplo, en España, donde sólo el turismo chino dejó en 2019 más de 1.675 millones de euros de beneficio.
Pero son muchos los sectores afectados, provocando el cierre de empresas, la caída de las bolsas, etc. la extensión de la epidemia a Europa, sobre todo a Italia, provocó una fuerte caída bursátil, que vieron una afectación negativa similar a la del período del referéndum del Brexit.
Pero también es cierto que el coronavirus está sirviendo como una oportunidad a otros sectores. Las empresas bursátiles no han tardado en lanzarse sobre Moderna Inc, para la adquisición de sus acciones, después de presentar su prototipo de vacuna: en pocas horas, el 25 de febrero sus acciones en Wall Street subían más del 13%.
Es sólo un ejemplo. Las mayores beneficiarias, como no podía ser de otra forma, son empresas del sector farmacéutico y sanitario. La francesa Novacyt, fabricante de un equipo de diagnóstico que detecta el coronavirus, se ha revalorizado un 1.000% en dos meses, y sus ventas se han disparado en todo el mundo. La americana Inovia subió un 40% en bolsa, tras recibir una subvención para investigar una nueva vacuna. La española Pharma Mar anunció el lanzamiento de un test de detección del virus, lo que le supuso una subida en bolsa del 238%. La japonesa Kawamoto, fabricante de mascarillas, ha subido un 827%. Y la china Tianjin Teda se ha beneficiado, gracias a una empresa de su conglomerado que fabrica textiles y mascarillas, y se ha revalorizado por encima del 130%.
Otro sector que está saliendo reforzado de la crisis sanitaria es el de los supermercados, ante la posibilidad de que los afectados puedan ser aislados. Esto ha llevado a avalanchas y colas de compradores, estanterías vacías y desabastecimiento en algunas zonas.
También el sector online está siendo favorecido por la crisis. Las empresas de entretenimiento online (juegos, televisión, cine, etc.), están recibiendo un fuerte impulso, gracias a la política de aislamiento de la población infectada.
Sin embargo, ante este panorama, algunos expertos se preguntan que, si con la gripe común (que en España causa más de 6.000 muertes anuales) no se paralizan empresas o aíslan pueblos, ¿por qué con el coronavirus sí?
Ahora vemos el impacto de la pandemia económica de forma muy real y cercana, y está llevando a la paralización de sectores esenciales de la economía. Toyota ha suspendido parte de su producción. Nissan o Seat han tenido que reducir su producción, algo que se añade a los anteriores problemas económicos que tenían estas marcas. El sector del comercio también se ha visto afectado por las restricciones de los mercados chinos, etc.
Pase lo que pase, la ilógica reacción ante la “amenaza” ha provocado un caos económico que será difícil de superar, que causa pérdidas millonarias y que, como siempre, afectará a los más desfavorecidos, incrementando el desempleo y la pobreza. Cuando el problema afectaba sólo a China, lo mirábamos con una cierta distancia, no sólo geográfica, sino también cultural y económica. Pero ahora el problema ha llegado a nuestras puertas, y los perjuicios nos están afectando a nosotros.