Mientras en la Eurozona empezamos a cerrar fronteras, sigue habiendo miles de refugiados sirios que se encaraman a vallas con la simple y primaria intención de sobrevivir en este tiempo de incertidumbre y caos.
Desde hace algunas semanas, la situación de los refugiados de la Guerra Civil Siria está siendo cada vez más crítica, mientras Bashar Al-Assad junto a los kurdos está luchando calle por calle el último bastión de Idlib, el cuál está integrado por fuerzas pertenecientes a diferentes bastiones de Al-Qaeda, teniendo este bastión el apoyo internacional de Turquía, Israel y algunos países miembros de la UE.
Los dos millones y medio de refugiados que han conseguido asilo en Turquía, ahora son carne de cañón debido a que la agenda imperialista del Estado Turco apunta ahora, tanto a Libia, donde Erdogan está desplegando destacamentos, con la intención de apoyar a una de las facciones que se intenta hacer con el poder, para que éstas cedan tantos recursos estratégicos como petrolíferos hacia el favor del dictador.
La estrategia de Erdogan es sencilla y muy clara, vaciar todos los campos de refugiados, y lanzar dos millones de refugiados a las vallas de Europa, la cual chapuceramente acordó en su momento un pacto de colaboración por el que la UE desembolsó una cifra de 6 000 millones de euros a cambio de “lavarse las manos” y de no integrar a los millones de refugiados sirios en nuestra sociedad.
A la vez que dimos una falsa sensación de “integridad” al pueblo turco de pertenecer a la UE, dotando al visado turco de acceso ilimitado al denominado “Espacio Schengen”, el cuál actualmente se ha extendido prácticamente a la totalidad del territorio de los estados de la UE.
Sin embargo, mientras que las fronteras empezaron a abrirse para el pueblo turco, las intenciones del tirano Erdogan siguieron una agenda imperialista que se extiende actualmente desde Siria, (a través de puestos de observación y control de paso), a Libia (donde se ha enviado hace unos meses un destacamento que tiene intención de reconocer a la facción pro-turca que pelea por el control del país).
Y si bien es cierto que la postura de Süleyman Soylu es cierta: la obsesión de Europa por “lavarse las manos” decidiendo pagar sumas astronómicas a Turquía a cambio de no buscar la pluralidad étnica y el consenso social dentro de las fronteras europeas.
Para ojos de muchos medios la postura de Süleyman Soylu es más que correcta, al denunciar este la pasividad con la que el gabinete de Merkel ha respondido a lo largo del tiempo a las llamadas de refugio internacional.
Sin embargo, es bastante hipócrita que ahora mismo el gabinete turco esté ejecutando una serie de medidas para ir echando progresivamente refugiados del país, el cuál rompió el año pasado el acuerdo con la UE de acoger a los refugiados de la Guerra Siria.
Ahora que Turquía empieza a desmantelar campos de refugiados, ya por ser estos un foco de infección, como por el carácter imperialista de la agenda internacional de Erdogan, miles de refugiados que aún no han encontrado un hogar se agolpan en la localidad de Kastanies de Ebros, donde se sitúa una blindada aduana entre Grecia y Turquía, en la que se pueden ver, tanto efectivos militares, como camiones de la polizei, ya que, diversos países de la UE están movilizando efectivos policiales y militares hacia la frontera.
Mientras la UE rechaza un plan de 300 millones de euros para paliar los efectos del coronavirus en Italia, España y Francia, Merkel aprueba enviar aproximadamente 130 millones de euros a Idlib (el último bastión pro-turco en Siria), mientras mueren miles de personas, tanto como por el coronavirus como por la guerra imperialista turca en Siria.
El aislamiento generalizado que están teniendo todos los países, tanto de la eurozona, como de Oriente Medio, se va a convertir en un problema humanitario a gran escala, el caso es que, lo que no hemos querido arreglar a través del consenso y la tolerancia hace años acaba de estallar ahora mismo en el peor momento.
Mientras los europeos nos recluimos en nuestros hogares, ahora estos refugiados intentan con todas sus esperanzas buscar un poco de compasión en una Europa que sólo piensa en lavarse las manos.
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