Miles de usuarios migran diariamente a otras redes sociales buscando la antigua libertad de expresión que garantizaba la red social Twitter, al menos en sus inicios. La consecuente censura que establece esta plataforma a usuarios que emitan opiniones que discrepan de las matrices oficiales, a analistas e investigadores y público en general, ha escandalizado a algunos, movilizado a otros y provocado a la mayoría.
Cuando me refiero a matrices oficiales estoy hablando de líneas de pensamiento y testimonio que dictan algunos gobiernos alrededor del planeta, y estos gobiernos casi siempre están conformados por las potencias hegemónicas de Occidente quiénes controlan el flujo de información a través de los medios comerciales internacionales.
Haciendo un poco de historia, Twitter significó una ruptura dentro del discurso de los medios de comunicación tradicionales. Su hegemonía (la de los medios) venía siendo comprometida desde hace algunos años con la aparición de los blogs.
Estas plataformas de opinión, de testimonio, investigación y discurso político fueron utilizadas al máximo por aquellos y aquellas que se comprometían con posiciones radicalmente extremas a las líneas de pensamiento que marcaba la hegemonía discursiva.
Su naturaleza pura, sin censura y libertaria rápidamente los convirtió en un problema para casas editoriales, diarios y medios de comunicación. Eran la vía ideal para compartir material gratis, información exclusiva, noticias sin filtro e ideas nuevas.
Twitter fue el paso siguiente. Esta plataforma permitió mayor amplitud y difusión a través de todo el mundo, casi de manera instantánea y casi siempre el o la usuaria tenía la posibilidad de formarse su propia opinión, y a su vez replicar esta información entre un círculo de conocidos o amigos.
Con el tiempo, los usuarios anónimos, los que eran unos desconocidos para los sistemas socio-culturales comenzaron a adquirir notoriedad. Y nace la primera versión de los influencers.
La interpelación a personajes públicos que anteriormente estaban protegidos por una coraza de inmunidad comunicacional, también signó a la época Twitter. El “contacto” que permitía la red con cualquier usuario barrió con ese escudo, y permitía que las opiniones directas de los usuarios llegaran a estos personajes.
Si bien es cierto que su mayor atractivo era la acérrima defensa de las libertades que pregonaba la plataforma, y que de alguna manera creó una válvula a la presión comunicacional y discursiva de los gobiernos de Occidente, también es cierto que Twitter nunca ocultó sus intenciones de monopolizar la información y tele-dirigirla hacia los tópicos o temas de conversación que la empresa determinaba, en base a sus intereses.
En la caída de la prensa escrita, la falta de potencia de sus discursos y la pérdida de impacto social tuvo que ver mucho Twitter.
Esta red se convirtió rápidamente en el principal medio de comunicación para personajes de gobierno, políticos, investigadores y personajes públicos los cuales compartían información y descubrían que tenía muchísimo más alcance mundial, impacto y solidez que los medios tradicionales como la prensa escrita y la televisión.
La plataforma no tenía entonces capacidad de personalizar la censura, y en ese tiempo la lucha por la información se convirtió en un asunto medular de la sociedad.
La diferencia del Twitter de ayer y hoy es que en este momento la censura a las opinión sobre todo lo que contraría la línea discursiva de Washington y de sus países aliados es mucho más violenta y salvaje.
En sus inicios, Twitter permitía la libre expresión con ciertas precauciones con el lenguaje del odio; pero en estos tiempos las presiones gubernamentales, sobre todo del gobierno de Estados Unidos, para intentar silenciar cualquier voz que discrepe de las intenciones de Washington calificándola como una ofensa, terminaron con esa libertad. Suponiendo además una descarada injerencia en derechos fundamentales a nivel continental, siempre hablando de Latinoamérica.
En Venezuela se han cerrado miles de cuentas identificadas con ideología de izquierda; pero no sólo se han “baneado” cuentas de usuarios regulares: cuentas de ministerios políticos, funcionarios, diplomáticos e intelectuales han caído en el pozo de la indefinición, signado por la frase “ha violado las reglas de Twitter“.
Todo ello apelando a ciertas reglas de uso que se actualizan constantemente, que sirven cada vez más a los intereses de la empresa por expandirse y luchar por su supervivencia. Alineada frontalmente con el gobierno de Donald Trump y sus acólitos, han decidido bloquear también a la comunicación.
El pueblo de Venezuela tiene fresca en la memoria las campañas que utilizaba esta red social para tratar de desestabilizar al gobierno democrático de Nicolás Maduro.
Con el apoyo de oligopolios mundiales de entretenimiento e información, Venezuela enfrentó los embates de una revolución naranja enmarcada en la Guerra de IV Generación implantada por los halcones imperiales.
Acompañando los destrozos y los ataques terroristas, los asesinatos, los intentos de “ayuda humanitaria” para someter y desaparecer al pueblo chavista, Twitter posicionaba de manera caprichosa tópicos que parecían banderas de lucha para la extrema derecha.
No paran. Hoy la empresa es el lobbysta principal del títere impuesto como “presidente encargado” de Trump. Limpia e invisibiliza a opiniones e informaciones que lo comprometen con hechos de corrupción y robo de activos venezolanos en el exterior, actúa como comando de campaña para intentar movilizar un desinflado músculo político, y ataca sin piedad a las voces que llevan la verdad de Venezuela a través de su plataforma.
De nuevo, el Comandante Chávez no puede ser obviado de la historia contemporánea. Fue él, con su legendaria visión comunicacional quien abrió su cuenta @chavezcandanga, e instó al pueblo a tomar la red: para que cada venezolano y venezolana abrieran una cuenta en Twitter y que se empderaran de la información en Internet.
Para que avanzáramos en la otra lucha, la de la narrativa. Para que la información se convirtiera en una poderosa arma contra-hegemónica, porque la voz no tenía condiciones diferentes y no tenía parámetros ni escalones.
En este momento miles de usuarios de la red Twitter al menos en Venezuela abandonan la plataforma para buscar otras vías de expresión, de conexión popular de resistencia frente al ataque enemigo. Se empieza a hablar de Mastodon.
En el imaginario colectivo se maneja la compra por parte de Zuckerberg de todas las redes que pueda, en un hambriento ejercicio de monopolio para el Servicio Secreto de Estados Unidos. No se engañe, querido lector. Hace mucho tiempo que hemos digerido la pérdida de privacidad, el conocimiento efectivo de que nada es oculto para el gran hermano. Simplemente le dejamos saber lo que necesitamos que sepa.
El futuro de esta Revolución se mide en tiempo, en la siembra de valores humanistas que hacen retoñar gente nueva y buena. Hemos dejado veinte años de lucha para que los jóvenes de encarguen de penetrar cualquier sistema de vigilancia y hacerlo trabajar para nosotros. Y eso no lo puede censurar Twitter.
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